Nos ha dejado otro de los deportistas más grandes de la historia. Probablemente, en su deporte, El Más Grande, como él se había bautizado a sí mismo. Su palmarés es tan amplio como lo era su ego. Disfrutaba con el juego psicológico de menospreciar a sus rivales para empezar a ganar los combates antes de que sonara la campana. Su famoso “pico como una abeja, pero floto como una mariposa” es una de las cientos de frases que hoy inundan las redes sociales como homenaje póstumo a Ali.
Curiosamente, apenas hay signos externos de todos los castigos a los que fue sometido por parte de grandes moles a lo largo de su carrera, desde Sonny Liston a George Foreman.
Como pasa siempre, vuelve la controversia acerca de si el boxeo, y los cientos de golpes que su cráneo han sufrido, tiene relación con la aparición del Parkinson. Según los estudios al respecto no se sabe el motivo por el cual Ali ha tenido la enfermedad. Lo que sí se sabe es que no todos los que la padecen han sufrido el mismo castigo, ni por supuesto han practicado boxeo. No parece haber una relación directa entre los golpes y el Parkinson, a pesar de que hoy ya se lee que el boxeo ha destruido el cerebro del más grande.
El cerebro es el órgano más complejo que tiene el ser humano ya que es el que dirige a todos los demás, mandando los estímulos correspondientes para poder ver, oír, respirar, regular el tránsito intestinal, la frecuencia cardiaca o la tensión arterial. Sin embargo, lo que se conoce vulgarmente como cerebro es una de las partes que forman lo que científicamente se conoce como Sistema Nervioso Central, que a su vez está constituido por siete partes principales.
Las células del cerebro se llaman neuronas. La estructura y la comunicación de las neuronas, en los albores del siglo XX, fueron descritas magistralmente por el sabio español Santiago Ramón y Cajal, lo que le valió el Premio Nobel de Medicina. Su funcionamiento es esencial para explicar prácticamente todas las acciones del cerebro, desde las más sencillas como ordenar a los músculos que se contraigan y se relajen en forma coordinada para llevar a cabo un simple movimiento, hasta las más complicadas tareas intelectuales, pasando también por las funciones que originan, controlan y modulan las emociones.
Las neuronas tienen la capacidad de comunicarse con precisión, rapidez y a larga distancia con otras células, ya sean nerviosas, musculares o glandulares. A través de las neuronas se transmiten señales eléctricas denominadas impulsos nerviosos.
Estos impulsos nerviosos viajan por toda la neurona conectando con otra neurona, fibras musculares o glándulas. La conexión entre una neurona y otra se denomina sinapsis.
Para que existan esas conexiones entre neuronas se precisa que haya unas sustancias llamadas neurotransmisores, que son las que los hacen posible. Los más conocidos son la dopamina o la serotonina.
La Enfermedad de Parkinson es una enfermedad que afecta al sistema nervioso en el área encargada de coordinar la actividad, el tono muscular y los movimientos.
Fue descrita por primera vez en el año 1817 por el médico inglés James Parkinson. La Enfermedad de Parkinson es un proceso crónico que pertenece a un grupo de trastornos que tienen su origen en la degeneración y muerte progresiva de unas neuronas, las dopaminérgicas, cuyo neurotransmisor primario es la dopamina y que cumplen funciones en el sistema nervioso central. Es debido a estas características que se considera una enfermedad neurodegenerativa.
Los síntomas de la enfermedad de Parkinson se manifiestan una vez se produce una importante pérdida de las neuronas encargadas de controlar y coordinar los movimientos y el tono muscular. Esta pérdida neuronal se localiza en la zona de unión entre el cerebro y la médula espinal, el tronco del encéfalo, particularmente en aquellas neuronas que se hallan en un núcleo llamado «sustancia negra» y, más concretamente, en una porción de este núcleo que se denomina la parte compacta. La sustancia negra recibe este nombre debido a que algunas neuronas de este núcleo se encargan de producir un pigmento que se llama melanina y que le confiere una coloración oscura.
El paciente sufre un deterioro motor muy importante que puede llegar a bloquear sus movimientos debido a la espasticidad y falta de coordinación de sus músculos y articulaciones y, sin embargo, el enfermo tiene perfecto conocimiento y raciocinio, es decir, su inteligencia y memoria suelen estar intactas, por lo que se da perfecta cuenta del deterioro que sufre. No supone una enfermedad mortal por sí misma. Los síntomas más característicos son el temblor y la cara inexpresiva, como si la persona portara una máscara. Como ya dijo el médico personal del boxeador, es más fácil que Ali falleciera por un ataque al corazón que por el propio Parkinson. De hecho, según las informaciones, un problema respiratorio ha sido la causa de la muerte. Es posible que en las últimas fases de la enfermedad el paciente tenga dificultades para tragar con normalidad y que se produzca una aspiración, es decir, el paso de alimento de la garganta a los pulmones, lo que con seguridad provocará una neumonía, problema muy grave de solventar en ancianos; no olvidemos que Ali tenía 74 años. Quizás ésta haya sido la causa, aunque solo es mi hipótesis.
Lo que no pudieron en su momento gigantes de más de 100 kilos -solo cinco derrotas emborronan el palmarés de este portento físico-, sí lo ha logrado las consecuencias de una enfermedad cada vez más frecuente, y es que este genio del cuadrilátero perdiera su combate más importante, el que luchaba por su vida.
Descanse en paz El Más Grande.
* Antonio Ríos Luna es traumatólogo, maratoniano y autor del libro “Del sillón a la maratón”.
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– Fotos: AP – Reuters
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