Esta posibilidad ya la vimos en diciembre y enero, en el Barça que mejor funcionó la pasada campaña. Sin embargo, tenía carencias que hicieron desecharla una vez vista su ineficacia frente a los rivales más grandes. Muchísimas de aquellas carencias pueden corregirse mediante la presencia de Neymar, por lo que, al analizar su fichaje, nos extendimos en la -entonces- previsible evolución del equipo. Por tanto, con ánimo de evitar caer en la repetición, este artículo será sólo un complemento de aquél.
En general, el Messi único falso 9 funcionó cuando en los costados había dos delanteros de gran nivel capaces de amenazar a la defensa con sus diagonales. Dos puntas que evitaban que la defensa pudiera acompañar al centro del campo en su presión, y en caso de que lo hicieran, cualquier pase filtrado les permitía situarse en situación de uno contra uno frente al portero.
Al dejar de ser estos una amenaza por su pérdida de nivel, los contrarios pudieron presionar al Barça arriba sin temor a recibir un balón a su espalda, perdiendo todo el sentido el Messi centrocampista. La presencia de un delantero de primer nivel mundial ha de dar ese espacio y ese tiempo a los centrocampistas para que puedan volver a elaborar la jugada de manera óptima.
Además, la presencia de un interior de largo recorrido que adelante su posición cuando la retrase Messi mejoraría aún más lo señalado. En definitiva, para que siga siendo beneficioso que Messi juegue de manera anárquica es fundamental que haya al menos un punta que amenace arriba y, a ser posible, un centrocampista –el interior derecho, el secundario, el del lado débil del ataque– que ocupe las zonas que él deje libres. Cesc es perfecto para esta función. De hecho, su mejor periodo como jugador del Barça fue cuando hubo de compensar a Iniesta, y compensar a Messi le llevaría incluso a zonas en las que es más determinante.
A lo anterior hay que sumar el plano psicológico. No es lo mismo llevarle el balón a Messi que a un Villa al que la Champions le quedaba gigante –por lo que se le ha traspasado–. Si uno te invita a agredir al rival, el otro a hacer lo imposible para no dársela porque, si se la das, se la quitan. Y cuando los pases pierden su intención hiriente, el Barça deja de ser un equipo fuerte.
Pero tan importante o más para el rendimiento del centro del campo es la presencia de jugadores que amenacen arriba y una ocupación espacial razonable como lo es la salida limpia desde atrás, tal vez donde se haya retrocedido más desde que Guardiola dejó el Barça.
Es especialmente curioso y significativo que en dos de las tres últimas victorias del Barça frente al Madrid, Valdés tuviera un error grave jugando el balón con los pies que costara un gol –tras el cual siguió jugando en corto en esos mismos partidos–. Sin embargo, en el mismo periodo ha habido otros siete Clásicos y ninguno de ellos concluyó con victoria culé pese a que Víctor no tuviera errores de bulto. En los de la era Tito –al margen del de la victoria y el error de Valdés–, ni él ni Pinto han tratado de iniciar el juego de la manera que se hacía con Pep. ¿Casualidad? No lo creo.
Así de importante es jugar el balón desde atrás respetando los principios del juego de posición para el Barcelona, hasta el punto de ser mejor incluso aunque cueste un gol. Porque, no nos engañemos, sus victorias y sus derrotas son las de su centro del campo, y si los de atrás no les hacen llegar el balón en buenas condiciones –para lo que hay jugadores sobradamente capacitados si se sigue el antiguo modelo–, multiplican sus posibilidades de derrota.
Pero no sólo influye lo que hacen con balón, sino también lo que hacen sin él. El ejemplo es claro: los errores cometidos para defender envíos directos madridistas en la Supercopa condicionaron el resto de la temporada. Si nadie es fiable corriendo hacia atrás ni despejando pelotazos, la defensa recula y por ende el equipo se separa y se parte. Por ello, los centrocampistas juegan con más temor a perderla y el plan se deteriora. Ello además de la multiplicación de la vulnerabilidad en defensa. Es este el motivo por el que el central deseado ha de ser veloz.
Imponer uno u otro ritmo una vez está instalado el equipo en campo contrario es algo que puede variar, ya que en función del rival o la alineación propia puede interesar más uno u otro. Sin embargo, con el plan actual o uno similar –el que estamos tratando–, saltarse el guión en la iniciación del juego es fatal.
Si Alves recibe el balón cerca de la línea divisoria y, al no ver oposición, corre hasta llegar a las proximidades del área contraria, mata al equipo. Xavi e Iniesta, por defecto, y la mayoría de los demás, por costumbre, no están hechos para correr sin parar hacia delante y hacia atrás, sino para ir avanzando gradual y conjuntamente. Es decir, Alves, realizando esa carrera, parte el equipo, por lo que si la jugada no acaba con finalización, las opciones de contra son elevadas. Además del elevado peaje físico propio y no del rival, que le ha otorgado ese atajo para defender de la manera que más le interesa.
Y qué decir de cuando Cesc recibe en el centro del campo. Primero, porque por sus propias carencias no respeta la posición prefijada. Segundo, porque ante su inferioridad técnica en espacios reducidos y mentalidad británica verticaliza el equipo de manera que viaja separado, que se parte. Y eso, por idénticas razones que en el caso anterior, es fatal.
Por este mismo motivo, Montoya o Sergi Roberto, quienes respetan cada punto y cada coma del librillo, pese a no brillar, no restan. Claro que mediante instrucciones claras y firmes a Cesc y Alves se podrían corregir estos vicios, pero lo que con Pep se daba por sentado hoy se duda y mucho.
Si para el interior derecho –la posición que debe ser la menos importante de las tres– hay opciones tan distintas como Xavi, Cesc, Song, Sergi Roberto o incluso Alves, para las de Busquets e Iniesta no hay relevo fiable. Es en este punto donde cobra más trascendencia, a corto plazo, la baja de Thiago.
Aunque, realmente, que una baja de Busquets sea decisiva es inevitable. Song, pese a que tal vez brillara más en un modelo distinto en una posición más móvil, es uno de los mejores jugadores del mundo para la exigencia específica del mediocentro del Barça. El problema es que Busquets está a años luz de cualquier otro.
En el caso de Iniesta, la única opción válida para reemplazarle sin que el equipo cambiara muchísimo sería Xavi. Y teniendo en cuenta sus problemas para ser el centro del equipo, las dudas volverían. Aunque, claro, aun un Xavi decadente sería un lujo para reemplazar a Iniesta, al menos al nuevo Iniesta. Quizá estemos demasiado mal acostumbrados.
En cuanto a Messi, siempre será irreemplazable. No obstante, al margen de ello, lo que parece haber quedado claro es que en su ausencia no renta conservar la figura del falso 9.
El Barça tiene todos los mimbres necesarios para que su centro del campo vuelva a dominar prácticamente cualquier estadio. Sin embargo, ha de asumirse que jugando a lo mismo (Xavi) ya no es posible; que sí que se puede jugar parecido, pero para ello se ha de potenciar a Iniesta dando libertad para subir a Jordi Alba; que es fundamental que los de arriba vuelvan a amenazar y que los de atrás salgan jugando respetando las pautas del juego de posición; que se ha de fichar un central que no sufra ante envíos directos sea quien sea quien los persiga; que nadie se salte el guión y que, en las alineaciones, se elija a los más propicios en el sector derecho para compensar las carencias de la parte intocable del equipo.
Sin embargo, algunos prefieren otras fórmulas para el nuevo Barça. Jugar con 9, con doble pivote, con Cesc como interior principal… En la última entrega de esta serie las analizaremos.
– El centro del campo del Barça (I): Introducción al ‘caos’
– El centro del campo del Barça (II): ¿Seguir jugando a lo mismo?
* Rafael León Alemany.
– Fotos: EFE – Sport
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