Lo que va de temporada nos ha mostrado bien a las claras cuáles son las ideas sobre las que se quiere mover Emery, pero con un resultado bastante decepcionante. El técnico vasco ha definido al Sevilla como un equipo que quiere ir siempre arriba, desplegado en el ataque, pero a la vez con graves problemas de equilibrio global en el juego. Lo más preocupante es que está dependiendo en exceso del acierto de sus jugadores más ofensivos y determinantes y termina por sacar los puntos por pura determinación de sus efectivos más que por una idea general de juego que le diera victorias. Pese a que Unai busca que su equipo sea atacante, este no domina el ataque organizado. Su Sevilla no ataca fluido y paga un peaje demasiado elevado defensivamente por querer ser agresivo contra la portería rival. Quiere ser un equipo ofensivo, pero muchas veces pasa por convertirse en inofensivo, blando y que concede demasiado a los rivales.
Más allá de que los jugadores de carácter más defensivo del equipo nos estén dejando dudas, los problemas parecen más grupales que individuales. Cierto es que Beto y Pareja no transmiten confianza, Iborra no termina de imponerse en la medular como hacía en Levante o que Diogo ofrece lagunas en la faceta defensiva, en especial en el cierre de espacios del lado débil. Pero un buen sistema grupal enmascara en gran medida los problemas de sus jugadores. La baja calidad defensiva sevillista no sólo está vinculada a los errores individuales, comienza por una idea de juego que hace que la retaguardia se encuentre en muchas ocasiones desbordada. El Sevilla está siendo un equipo con carencias muy importantes en transición defensiva, con un concepto de repliegue de tintes muy pasivos y que manejaba una distancia entre líneas importantes.
Es todo menos un bloque compacto y homogéneo, demasiado preocupado en atacar —sin hacerlo bien— y sin equilibrio.
Pese a todo esto hay que decir que comienzan a vislumbrarse cambios que pueden ser determinantes en el caso de terminar de imponerse. Ganó el Sevilla fuera de casa después de trece meses de su anterior victoria, pero lo más trascendente desde el punto de vista del equipo fue la manera en la que lo hizo. Ya había avisado con anterioridad en escenarios como Anoeta o Zorrilla. Y lo había hecho bajo unos parámetros similares a los que mostró en Cornellá- El Prat. El camino estaba marcado, sólo faltaba la creencia en que este era el adecuado. Emery parecía no estar del todo convencido de ello y finalmente esos cambios que se veían fuera de Nervión no terminaban por instaurarse. Parecía un sí pero no, donde el primero que dudaba de la idoneidad de las decisiones era el técnico.
Un entrenador necesita que su vestuario crea en el mensaje que les transmite y el de Emery parecía que no calaba ya en sus jugadores ante un vaivén de ideas que no daba resultados. Unai toma aire ante una situación que se presentaba muy delicada dando un paso que no diremos que sea hacia atrás, sino diferente en el caminar que no estaba mostrando. El Sevilla está queriendo moverse hacia un concepto de juego más equilibrado. Al final los resultados son los que legitiman las ideas, los que le dan veracidad a los planteamientos y los que otorgan potestades. Se puede ganar de muchas maneras, pero Emery no estaba consiguiendo que el Sevilla lo hiciera de la manera que él quería, desde el atrevimiento, en ocasiones extremo.
El camino del medio suele ser siempre el que da más resultados a medio plazo, más allá de que podamos encontrar ejemplos que confirman esta regla a través de ideas excesivamente ofensivas o demasiado defensivas. Lejos de los extremismos, buscando el equilibrio ofensivo-defensivo, es como se construyen los equipos que mejores resultados suelen obtener. El Sevilla empieza a mostrar, al menos eventualmente, signos de querer desarrollarse en ese sentido.
Decisiones como utilizar una defensa de cinco jugadores, ubicar a Rakitic como mediapunta, buscar un repliegue más bajo, con líneas más juntas, utilizar un doble mediocentro de mayor carácter posicional, exponer menos a los laterales al reducir sus aventuras ofensivas, salir al contragolpe con menos efectivos, estar mejor parado cuando se pierde el balón o subir la agresividad defensiva van encaminadas a dotar al equipo de una mayor compacidad y equilibrio.
Emery parece querer cortar la sangría defensiva que sufre el conjunto rojiblanco. Tendrá que lidiar con los problemas individuales, pero al menos sus jugadores estarán menos expuestos. Ya que el equipo no ataca bien siendo arriesgado, al menos debe conseguir hacerse fuerte en lo defensivo. La calidad que tiene la plantilla sevillista en su vanguardia es más que suficiente para hacer valer el aumento de equilibrio defensivo. Y de esta forma, además, se potenciará el concepto de grupo al demandarse solidaridad en todos los jugadores.
Los resultados dirán si las modificaciones que conducen a un mayor equilibrio en el juego son válidas para el Sevilla. Lo que sí parece claro es que es necesario que se produzcan cambios porque la plantilla nervionense está diseñada para pelear por cotas importantes en nuestra Liga, y hasta ahora no transmitía esa impresión.
* Miguel Canales es director del proyecto “Fútbol Global“.
– Foto: Susana Vera (Reuters)
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