Cuando ocurre algo que no estaba previsto se tiende a olvidar lo anteriormente hecho para remarcar lo nuevo, especialmente si es negativo. Lo cual, tratándose de un club de la exigencia del Real Madrid, es lógico. El esperpento en El Sadar a partir del primer gol fue notorio, más destacable en unos que en otros. Es difícil saber con exactitud qué ocurrió a partir del primer gol, pero como refleja brillantemente Jesús Garrido en su crónica, el gol de Oriol Riera dio un giro de 180º a la película:
“La carga motivadora que tiene un gol es prácticamente inexplicable. Hay goles que mueven montañas, goles que levantan un espíritu hundido o descarrilan al prominente. Un tanto convierte una cuesta abajo en lo más bajo de la falda de una montaña a escalar, y viceversa. Esas sensaciones se acentúan cuando el gol aparece en un momento inusitado, espontáneo y casi puntual”.
Antes de que Marc Bertrán centrase con el exterior de forma perfecta, el Real Madrid había pasado por encima de Osasuna nada más y nada menos que en el Sadar. Fueron quince minutos apabullantes, donde el equipo merengue se olvidó por un momento de lo ocurrido en fechas pasadas, dejó a un lado el nombre del rival y con un once tremendamente ofensivo hizo saltar los pronósticos por los aires. Todos esperaban un inicio marcado por la intensidad de los locales, por el fervor del público o las imprecisiones merengues. Pero no.
El equipo de Ancelotti se adueñó, más que de la pelota, del control del juego. Es más, Osasuna llegó varias veces a la portería de Diego López en ese cuarto de hora, pero sin dejar ni un ápice de sensación de peligro. El Real Madrid no está construido para dominar el 70 % de la posesión. De esta sentencia se está dando cuenta el técnico italiano, quien llegó a la capital dispuesto a cambiar drásticamente la estructura de juego creada por Mourinho y ha acabado reculando. Es cierto que ha introducido ciertos matices y, a pesar de contar con una defensa a un nivel infinitamente inferior –bien sea por la baja de Varane o por la altísima exigencia que pedía el portugués–, el Madrid ya tiene una idea de juego. El Madrid –frase con tintes populares– juega bien y, lo que es mejor, tiene mucho margen de mejora.
Es desagradable tener que topar con el sistema de juego ideal tras la lesión de un jugador tan importante como Khedira, pero Ancelotti ha podido rectificar retomando el doble pivote. Xabi Alonso y Modric forman algo más que una pareja de mediocentros: es una sociedad ilimitada, con responsabilidades compartidas donde cada uno cumple su función siendo capaces de ponerse el traje del otro si es preciso. Se fantaseaba con la imposibilidad de que el croata pudiera desempeñar al nivel necesario el trabajo defensivo impuesto al doble pivote, pero no solo ha contradicho cualquier ataque hacia su persona, sino que se ha convertido en el baluarte de la recuperación del balón.
En Pamplona los espacios se multiplicaban en el primer tramo del partido. La lógica invitaba a entender que la culpa residía en el conjunto de Javi Gracia, desordenado ante el apabullante inicio merengue. En realidad el mérito se hallaba en la velocidad de las transiciones y en lo rápido que movían el balón, ya en campo de Osasuna, Modric, Xabi, Isco y Benzema, por dentro, y en cuanto subían los laterales, se les unían los extremos. Todos ellos dotados de una calidad técnica enorme, muy superior a la de cualquier rival. Por tanto, esa velocidad en el movimiento del balón originaba que cualquier cobertura defensiva fuese en balde. Ese es el camino.
A excepción de dos posiciones –y a expensas de saber qué pasa con la rodilla de Varane, que a este paso van a tener que encargar una por Reyes o comprarla en el mercado invernal–, Ancelotti tiene definido el once. Aún duda en el lateral derecho entre Carvajal y Arbeloa, mientras que en la mediapunta no está del todo convencido en que sea equilibrado jugar con Isco a pesar de tener a Cristiano y a Bale a los costados, dos jugadores teóricamente liberados de tareas defensivas. Isco, genéticamente muy parecido a Özil, no fue físicamente creado para correr también en transiciones ataque-defensa y luego ser capaz de dar el genial y último pase. Quizá sea un aspecto que haya que pulir, pero hay soluciones. Adelantar a Modric y dar protagonismo a Illarramendi. Sea o no sea un problema, el esquema no varía. Y eso es importante para futuras eliminatorias. Más allá del empate y más allá de la problemática apatía que mostró el club blanco después de los goles en contra y de la expulsión, el equipo blanco puede decir que ya ha cimentado su proyecto.
* Carlos Jiménez Barragán es periodista.
– Foto: Reuters
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