El AS Mónaco ha pasado de luchar por no descender a la Tercera división francesa a jugar los cuartos de final de Champions League en apenas cuatro años. A su vez, ha variado su plan económico a la hora de fichar. Si antes adquiría con sobreprecio a estrellas mundiales, ahora vende como el mejor negociante y ficha promesas en ciernes a precio de saldo. De pretender imitar al todopoderoso París Saint-Germain, otro nuevo rico cuya historia también cambió en 2011, a parecerse al Porto de Pinto da Costa. Todo ello en los últimos cuatro años. Las mareas de Mónaco nunca cesan de subir y bajar. Es un club inestable por historia. Mas, ¿quién está detrás de todo esto? ¿Por qué tantos cambios dramáticos? ¿Quién es Dmitry Rybolovlev? ¿Aué se cuece en el Estadio Louis II para los próximos años? Y, sobre todo, ¿a qué aspira este AS Mónaco tan tornadizo?
No estaban siendo unas navidades dichosas en el Louis II. A finales de 2011 la Association Sportive de Monaco FC, más conocida por AS Monaco, se encontraba intubada y en caída libre. La temporada anterior habían descendido a Ligue 2, el segundo escalón del fútbol francés, y la aventura por el infierno, con Marco Simone como dueño del banquillo, no estaba siendo sencilla y plácida. Todo lo contrario, pues a final de año solo habían ganado un partido de dieciocho y eran colistas. De repente, como un salvador, aterrizó un empresario y cardiólogo ruso que había hecho fortuna en los 90 con la perestroika y que se había convertido en más multimillonario aún al vender su empresa de fertilizantes de potasa Uralkali el año anterior. Dmitry Rybolovlev (Perm, 1966) estaba dispuesto a servir de paracaídas primero y de motor a propulsión después para relanzar la vida del Monaco.
Como si se tratase de las aguas que bañan la Costa Azul, la historia del club rouge et blanc no ha terminado de oscilar entre mareas altas y bajas. Tan pronto se encontraban reinando en Francia como cayendo a divisiones inferiores. El Mónaco fue uno de los equipos que participó en la inauguración del fútbol profesional francés en 1933. Perdido en categorías inferiores, fue el príncipe Raniero III, hincha apasionado, quien en la mitad del siglo pasado puso la primera piedra del Mónaco que hoy conocemos. De hecho, el nombre del estadio monegasco lleva el nombre de su abuelo por petición de quien fuese marido de Grace Kelly. Sin embargo, el Mónaco nunca consiguió estabilidad. Las etapas doradas de Lucien Leduc (tres ligas y dos copas divididas en dos eras) o Arsène Wenger (una liga y dos copas a finales de los ochenta), se intercalaban con otras con resultados paupérrimos y descensos. Siete veces campeón de Francia, la última en el cambio de siglo con Claude Puel, cinco de Copa, y finalista de la Recopa de Europa del 92 ante el Werder Bremen, así como de la finalísima de Champions League en 2003 (aquella de Deschamps contra Mourinho en los banquillos y con Giuly, su estrella, lesionándose en la primera parte) contrarrestan las once temporadas que ha pasado en la Segunda francesa. Fue en la penúltima cuando llegó Rybolovlev, la primera tras 35 años en la élite.
Con el sobrenombre de Monaco Sport Invest (MSI), Rybolovlev adquirió dos terceras partes de las acciones de los Princes por una cifra desconocida y se convirtió así en el primer accionista mayoritario con más poder que la familia Grimaldi en la historia del club. «Soy un apasionado del fútbol. Este club tiene un potencial enorme y tengo esperanzas de demostrarlo tanto en Francia como en Europa», dijo tras oficializar el acuerdo con Alberto II. Quien pasase en 1996 once meses preso por una presunta petición de asesinato al dueño de la competencia y que años después había sido posicionado en el puesto 79 por la revista Forbes entre los más ricos del mundo (relacionado o no, desde que dirige al Mónaco ha menguado en mil millones su fortuna y del puesto 93 ha caído al 156 en el presente año), prometió invertir al menos 130 millones de euros en los siguientes años. Se quedó corto con lo prometido.
Invirtió raudo en aquel mercado de invierno de 2012. Estando en segunda francesa y en puestos de descenso, se permitió abonar 6 millones por Nabil Dirar al Brujas y adquirió al guardameta hoy titular, Danijel Subasic, pagando un millón al Hajduk Split. Por el mismo precio también adquirió al delantero de moda de la segunda vuelta: Ibrahima Touré (10 goles en 17 partidos). Tras un desembolso total de 18,5 millones y 12 triunfos en 20 jornadas, el Mónaco abandonó posiciones de relegación a National y se aupó a la octava posición a final de curso. Había salido vivo de la ruleta rusa, pero Marco Simone, rectificado a la llegada de Rybolovlev por su condición de exjugador histórico de la entidad (fue partícipe de la última Liga ganada por el club) fue destituido.
Apareció en escena un veterano e ilustre de los banquillos como Claudio Ranieri con el claro objetivo de lograr el ascenso en su primera oportunidad. Lo alcanzó con un gasto de 24,6 millones, más de la mitad por el quilmeño de River Plate Lucas Ocampos. El Mónaco fue campeón con 73 puntos (cinco más que el Nantes y a 13 de la cuarta posición), solo cuatro derrotas y con Ibrahima Touré repitiendo como máximo goleador del equipo con 18 goles. Fue el primer año en el que Raggi (que había llegado gratis de Bolonia), Ferreira-Carrasco y, con menor bagaje, Kurzawa empezaron a tener protagonismo.
Con el ascenso a Ligue 1 para la 13/14, los 39 millones y medio de balance negativo entre fichajes y altas durante el periodo en Segunda división iban a quedar ridiculizados con el gasto que venía. El Mónaco quería luchar cara a cara con el PSG de los cataríes y meterse en la siguiente Champions League. Por ello, Rybolovlev y su vicepresidente Vadim Vasilyev empezaron a relecolectar cromos pagando precios prohibitivos para el resto de mortales. Falcao (60), James Rodríguez (45), Moutinho (25), Kondogbia (20), Lacina Traoré (10), Toulalan (5) o un desconocido delantero del filial del Olympique de Lyon, Anthony Martial (5), fueron los grandes desembolsos en una temporada en la que también aterrizaron en la Avenida des Catelans como agentes libres los veteranos Ricardo Carvalho, Dimitar Berbatov y Éric Abidal. Como cedidos (sin fianza) aparecieron nombres importantes como Fabinho y Sergio Romero, y ya en el mercado de invierno, Abdennour. En total, ¡177,7 millones! Solo el goleador Touré dejó 3,75 millones a cambio. Los resultados con Ranieri fueron buenos, pues el equipo alcanzó las semifinales de Copa y el subcampeonato por detrás del gigante PSG, pero en esos primeros meses de 2014 las reglas del juego cambiaron y el magnate ruso puso en práctica otro plan económico diferente. Despidió al técnico italiano y modificó drásticamente la política de fichajes.
Varios problemas afectaron Dmitry Rybolovlev en los primeros meses de aquel infausto 2014. Se empezaba a divorciar de Elena, con quien llevaba más de veinte años casado tras conocerla en sus años de estudiante, y el suceso le afectaría tanto a nivel emocional como económico. El pasado junio se conoció que la pensión compensatoria para Elena es de 564 millones de francos suizos (al cambio casi 517 millones de euros), pero en aquel 2014 la corte suiza le ordenó abonar ¡4.500millones de euros!, algo más de la mitad de su fortuna, según Forbes (8,8 mil millones en 2014).
En paralelo, a su club le fue impuesto una multa de 50 millones por parte de la Ligue de Football Professionnel (LFP) para mantener la plaza y no ser expulsados de la liga francesa. El gobierno francés había subido los impuestos en toda Francia, pero el AS Mónaco, al tener las oficinas en su misma ciudad-estado, se había librado de aquel incremento. El resto de clubes denunció la desigualdad y los monegascos terminaron pagando la compensación para mantener las oficinas en su propio paraíso fiscal.
El vicepresidente Vasilyev, que ya acompañaba a Rybolovlev en su etapa en Urakili como director de exportaciones, se quejaba de esta multa en septiembre del año pasado:
«Este gasto no estaba previsto en nuestro presupuesto y otra vez superó nuestras previsión de inversión. Cuando el club peleaba para eludir el descenso a National, nadie decía que esto era una posibilidad, no había ni un solo indicio de ello. Fue después de estar muy cerca de volver a Ligue 1 cuando los clubes comenzaron a agitar. Si esto lo hubiera sabido Rybolovlev en el momento de tomar las riendas del club, podría haber actuado de manera diferente. Él vino de buena fe, comenzó la inversión, lo que no solo es bueno para el equipo, también es bueno para el fútbol francés. Pero ahora él está siendo castigado».
El presidente Rybolovlev tranquilizó al hincha del principado declarando al Nice Matin su amor por el club: «No voy a marcharme del Monaco. Amo este club. Tenemos un proyecto que estamos llevando a cabo. Nuestros resultados son buenos y vamos a seguir progresando, estoy convencido».
A la multa de la LFP se le sumó la nueva actuación de la UEFA y su Fair Play Financiero (FFP), que sancionaría a les Princes, entre otras escuadras como el Inter o la Roma. El FFP, nacido en el tan señalado 2011, establece límites en las pérdidas de los clubes y les obliga a no tener deudas pendientes. La multa final, conocida en mayo del presente año, acabó siendo de 3 millones, más otros 10 si no cumplía con lo acordado (estas cifras son retenidas de los ingresos por su participación en competiciones europeas) y la restricción de inscribir solo 22 futbolistas del primer equipo (el tope son 25) en su siguiente participación europea (ha inscrito 21 en la presente Europa League, más 14 reservas).
Sin embargo, la importancia reside en que entre esta y la próxima temporada debe reducir el déficit a 15 millones y está obligado a llegar al punto de equilibrio para la temporada 2017/18. El punto de equilibrio permite que los gastos en fichajes y salarios sobrepasen los 5 millones de sus ingresos, aunque la UEFA permite llegar a los 30 millones (entre 2015 y 2018, pues luego será menor) de déficit si el mandatario lo cubre con un pago directo o a través de terceros. El verano de 2013, el del salto a Ligue 1, el Mónaco generó un déficit solo con los traspasos de casi 173 millones.
Había un gran problema y la junta de Rybolovlev, en la que figura su hija Ekaterina, a la que se ve a menudo por el Louis II, tenía que solucionarlo. «Hay dos maneras de actuar: una es invirtiendo mucho dinero y hacerlo rápido; la otra es construir un proyecto inteligente basándote en una academia de sólidos principios de trabajo y un buen scouting. Y esto es básicamente lo que hemos decidido hacer», dijo Vasyliev. No lo habían decidido así, pero estaban obligados si no querían perjudicar a su criatura en forma de equipo de fútbol. «Teníamos la esperanza de que las sanciones no serían tan graves y que a los clubes se les daría un par de años para ajustarse, pero sucedió de una manera diferente. No estoy diciendo si eso es bueno o malo, solo que estas son las reglas y no tenemos más remedio que cumplirlas», afirmó también el vicepresidente ruso.
En aquel verano de 2014 se produjo el cambio. Solo gastó 24 millones en los fichajes de Abdennour (13) y, ya en invierno, Bernardo Silva (15,75), y vendió a James Rodríguez tras su gran Mundial por 80 millones que pagó el Real Madrid. Además, Falcao aligeró la masa salarial saliendo cedido al Manchester United y dejando en las arcas 7,6 millones por el valor de su cesión. El portugués Leonardo Jardim pasó a liderar el vestuario debido a que, según Vasyliev, era «realmente bueno en el desarrollo de jóvenes talentos». «Basta con mirar a las cosas que ha hecho en el Sporting de Portugal, con un equipo sin estrellas reales y un montón de chicos jóvenes». Este pasado verano, tras quedar tercero en la liga y llegar hasta los cuartos de final en la pasada Champions, y a pesar de gastar más de 84 millones, el balance también fue positivo. Las superventas de Martial (50), Kondogbia (30) o Abdennour y Kurzawa (25 cada uno) han permitido recuperar 146 de los más de 210 millones del déficit en los primeros años de la etapa Rybolovlev en fichajes.
La Academia del Mónaco, siempre obligada a buscar fuera del principado de tan solo 36.000 habitantes, también pasó a tener más protagonismo. Ahí terminaron de formarse jugadores como Thierry Henry, Emmanuel Petit, David Trezeguet o Lilian Thuram. Ahora, dirigida por un monegasco de nacimiento como Frédéric Barilaro, ha terminado de formar a los Kurzawa, Ferreira-Carrasco o Martial, que han compensado con creces lo que un día se pagó por ellos. Ahora quieren repetir el proceso con Cavaleiro, Fabinho, Adama Traoré, Bernardo Silva o Rony Lopes. Todos jóvenes que pueden doblar, triplicar o quintuplicar lo gastado en su día por ellos. Cualquier acierto será necesario y útil para rebajar los más de 60 millones de descubierto que a día de hoy arrastra el balance de altas y bajas del ciclo Rybolovlev.
Porque el Mónaco tiene que hacer malabares con los números para llegar a ese verano de 2018 en equilibrio. Nunca será el club que más recaude por asistencia de público a su estadio («Para llenar siempre nuestro estadio necesitaríamos venir todos en el país, incluyendo los recién nacidos y los ancianos», dijo el vicepresidente) ni tampoco por los derechos televisivos (la temporada pasada fue el sexto equipo que más ganó, pero con una diferencia de 20 millones respecto al PSG), ya que un porcentaje se reparte por la audiencia y por los resultados deportivos de los últimos cinco años. Además, esta temporada se han quedado sin más pastel en la Champions al quedar eliminado en la previa por el Valencia.
Sin embargo, desde el club se asegura que quieren mantenerse al máximo nivel:
«No hemos renunciado a competir con el PSG, pero ganar la liga es difícil por el momento. El objetivo es igualar al menos los resultados del año pasado, para terminar entre los tres primeros y por qué no ganar uno de los concursos nacionales de copa. La Europa League es también una competencia interesante. Nuestro sueño es ganar la Champions, pero está muy lejos. Será un viaje más largo de lo que teníamos pensado, al menos cinco años, pero estoy seguro de que llegaremos».
Si la familia Grimaldi, que gobierna desde finales del siglo XIII, ha conseguido que Mónaco, siendo el segundo estado más pequeño del mundo, se convierta en uno de las naciones más ricas y lujosas, por qué no la familia Rybolovlev, bajo una no prevista austeridad, puede enmendar la derrota en Gelsenkirchen de 2004. Quizás entonces sí se llene el Louis II mientras los nueve arcos del recinto contemplan a orillas del Mediterráneo la orejona que fue negada al barrio de Fontvieille.
* Rafael Medel.
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