Número 10 en la espalda, guante en la zurda, protagonista de la consecución de la primera Champions League por parte del Chelsea y miembro de la generación que ha conseguido levantar Eurocopa, en su caso la Sub-21, Mundial y Eurocopa de forma consecutiva. Con esta carta de presentación, Juan Mata, sensación de la pasada edición de la Premier League, se presentaba como un claro candidato a entrar en la lista para el Balón de Oro, pero France Football, increíblemente, se olvidó de él. Su nombre brilló nuevamente por su ausencia en la penúltima convocatoria de la selección; Vicente del Bosque prescindió de él alegando que no tenía hueco en el equipo.
Puede que el fracaso de la selección española en los JJ. OO. de Londres, que tenía en el asturiano al líder que debía asumir responsabilidades y marcar las diferencias, lastrara un poco la impecable temporada de este zurdo liviano que en su día vio como se le desvanecía el sueño de todo canterano blanco: poder llegar al primer equipo del Real Madrid. Juan Mata vio como se le cerraba la puerta del ascensor pero ante la facilidad de resignarse optó por pelear. Fue el Valencia quien le dio la oportunidad y, tras cuatro temporadas zigzagueando, centrando y creando juego desde la banda izquierda de Mestalla, el todopoderoso Chelsea de Abramovich, por petición de André Villas-Boas, le abrió las puertas de la Premier League.
El entrenador portugués quiso cambiar la melodía que llevaba sonando en Stamford Bridge, en el barrio de Chelsea al sur de Londres, desde que su compatriota José Mourinho se había hecho cargo del equipo siete años antes. Del rock’n’roll propuesto por Mourinho a la versión acústica que pretendía Villas-Boas había un abismo, y los jugadores con los que contaba no favorecían el cambio de estilo. Todos, excepto Mata. Entre músculo y centímetros el ex jugador che fue la pausa, la luz y el desequilibrio. Sus destellos con el balón en los pies y el talento que atesora para leer el juego, habilidad poco extendida en el vestuario blue, llevan ilusionando a los supporters desde su primer día, en el que fue un debut soñado con gol incluido ante el Norwich.
Sin embargo, lo que empezó como un cuento de hadas se fue torciendo, los resultados no llegaron y Villas-Boas fue destituido. Su lugar lo ocupó su segundo, Roberto Di Matteo, quien priorizó la búsqueda de resultados a corto plazo a partir del oficio de sus veteranos. El juego de toque pretendido por Villas-Boas fue apartado, Mata fue el único superviviente y pese a que la confianza depositada en él quedó intacta, el asturiano proyectaba una imagen de náufrago en medio de un sistema de juego que no maximizaba su potencial. No pain no gain es la filosofía que tuvo que adoptar Mata en un segundo tramo de temporada en que tuvo que combinar el rol de artista con el de obrero. Un sacrificio que se vio recompensado con la alegría de poder levantar, contra todo pronóstico, la Champions League en el Allianz Arena.
La obtención de ese título, tras una inversión de 868 millones de euros en jugadores, significó un punto de inflexión para el equipo del sur de Londres. Al volver de vacaciones, Juan Mata se encontró con un Chelsea totalmente distinto: habían llegado los también jugones Hazard y Óscar para acompañarle en el nuevo medio campo blue, bautizado como el de los Three Musketeers. Mata ya no estaba solo y con la presencia del príncipe belga y el tímido brasileño, ambos seguros de destellos de calidad, su rol evolucionó. De solista en su primera temporada a miembro de los tres tenores en la actual, Mata, cual camaleón, ha sabido adaptarse a su entorno gracias a su inteligencia sobre el césped y actualmente su juego proyecta la imagen de un péndulo balanceándose en la medular blue. Desde la mediapunta o la banda derecha, ante la ausencia de un mediocentro creador en el doble pivote planteado por Di Matteo (hasta su reciente destitución), es el 10 quien asume el rol de playmaker retrasándose primero para recibir el balón y ganar perspectiva para poder posteriormente avanzar con el balón e impulsar el ataque. Sus combinaciones con el 17 y el 11 en el balcón del área son sinónimo de peligro de alto voltaje; los tres hablan el mismo idioma y les va la marcha, no dejan de buscarse y Juanín vuelve a disfrutar.
Sin la responsabilidad de ser el único señalado para conseguir el desequilibrio, el Chelsea ahora mismo ya no se entiende sin Mata, el hombre elegido para liderar la transición hacia el fútbol de toque y juego vistoso del que está enamorado Abramovich. El relevo generacional está servido en The Bridge y prueba de ello son las cada vez más dosificadas apariciones de Frank Lampard, símbolo del fútbol británico, todo garra y pundonor, buen desplazamiento de balón en largo y potente disparo, puro box to box, a favor de la propuesta de juego combinativo que tiene en Mata al embajador del tiki taka en el Chelsea.
Sus 7 goles y 10 asistencias en los últimos 11 partidos y el premio recibido a mejor jugador del mes de octubre confirman su actual estado de gracia. Es The Special Juan, así se le conoce y de esta manera llevan titulando en portada después de sus últimas exhibiciones los principales tabloides británicos, y con su espíritu camaleónico ha conseguido en una temporada y lo que llevamos de la presente, situarse a los 24 años como uno de los referentes del fútbol en las islas. Veremos cómo evoluciona ahora el camaleón blue en manos de Rafa Benítez.
* Sergi Besa y Marc Terrés son estudiantes y aprendices. En la web: elfutbolsegunvin.wordpress.com
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