El Barça contra su propia naturaleza

por el 18 abril, 2013 • 11:14

La historia dice que no, que no la ganarán. Dos patrones se cumplieron siempre que el Barça salió campeón de Europa y esta temporada solo se da uno. Cada una de las cuatro Champions vino de la mano del título de Liga, y este año no sería diferente. Sin embargo, otra máxima más importante no se da, y es que el Barça esta vez  no es claro favorito. Curioso que las cuatro Champions culés se correspondan con los cuatro mejores equipos que ha tenido el Barça a lo largo de su historia. No ganó siempre que fue favorito, pero nunca ganó sin serlo. Incluso siéndolo en las dos temporadas que Guardiola no la ganó no fue suficiente. No se alcanzó la excelencia. Quizá esto sea consecuencia de la propia naturaleza de una institución históricamente pesimista hasta el catastrofismo y en continua búsqueda de la exquisitez futbolística desde que Johan Cruyff dejara su impronta en la identidad del club grabada a fuego para la eternidad. Naturaleza que incluso se extiende a la sección de baloncesto, que necesitó perder cinco finales de Copa de Europa hasta acabar ganándola con el mejor equipo de su historia hasta el momento (2003) y repetir título avasallando a Olympiakos (2010) con una de las mejores plantillas que se han visto en Europa en mucho tiempo.

La personalidad de cada club la marca su historia, aunque unos lo acusen más que otros. Al Real Madrid moderno –post Di Stéfano– le pasa lo contrario que al Barcelona: nunca hizo una temporada inmaculada, pero no necesitó saberse favorito para ganar. Discretas campañas en la Liga precedieron a las tres Champions que ganó el Real Madrid, capaz de abstraerse de un torneo para competir al máximo nivel en otro. Ese ADN competitivo lo comparte en Europa con el AC Milan, precisamente el segundo equipo tras el Real Madrid que más veces salió campeón de Europa, cuya historia es calcada a la del equipo blanco. De las siete temporadas en las que ganó la Copa de Europa el equipo rossonero, solo en 1994, con Fabio Capello como entrenador, pudo ganar el Scudetto. Ni siquiera el Milan de Sacchi logró esa hazaña. Por decirlo de alguna manera, Real Madrid y Milan son equipos de títulos mientras que el Barça es equipo de temporadas. Esto lleva a que a lo largo de su historia el Barça haya pasado demasiadas épocas vacías de títulos que se han roto a lo grande, mientras Madrid y AC Milan raro ha sido el año que no han tocado metal.

Con el panorama actual este prisma histórico con el que mirar la realidad no invita al optimismo culé. El equipo ha perdido la frescura que alcanzó entre noviembre y enero, la velocidad de circulación en ataque no es la misma y la merma de efectivos en defensa –a lo que hay que sumar que Piqué y Jordi Alba jugarán apercibidos de sanción la eliminatoria ante el Bayern– hace de los partidos venideros una incógnita preocupante. Es verdad que en las dos ocasiones en las que el Barça ganó la Champions con Guardiola siempre llegó a las últimas rondas con el equipo cogido con pinzas, pero nunca dio síntomas de perder solidez. En la final de 2009 las bajas de Márquez, Dani Alves y Abidal hicieron que Silvinho fuese lateral izquierdo y Touré formara pareja de centrales con Piqué desplazando a Puyol al lateral; en 2011, de las bajas de Abidal y Puyol acabó surgiendo un gran central en la figura de Mascherano. Y en ninguna de las dos finales el equipo se resintió. Ahora, en cambio, la sensación de vulnerabilidad es mucho mayor.

Cuesta creer en la excusa del físico visto el partido de vuelta ante el PSG, donde los mejores momentos del equipo llegaron en los últimos veinte minutos de partido tras el gol de Pedro. Quizá sí se está acusando la baja forma de Xavi que, lento y sin ritmo, contagia al equipo y a quien el cuerpo técnico ni le ha encontrado sustituto de garantías ni ha dado con una alternativa en el sistema que no puede ser igual con el de Terrassa que sin él. Arriba, la buena noticia es que Alexis Sánchez parece que está recuperando la confianza. El Barça necesita ahora más que nunca al chileno, que aunque aporte menos gol que Villa ofrece más alternativas, ejerce mayor implicación en la primera línea de presión a la hora de recuperar el balón y genera más juego que el asturiano. Y el Barça lo que necesita es fútbol, que el gol lo pone Messi.

La realidad actual es que Messi sostiene al equipo, que Valdés es ahora el mejor portero de Europa con diferencia y que Iniesta es un oasis en la desértica inspiración del conjunto. Como esperanza queda que aunque Xavi no esté, se le espera. En verano, una Eurocopa en la que no había pasado del aprobado la cerró con una final de matrícula. Eso sí lo ha tenido siempre Xavi: en las grandes citas no falla. Si a esto se consigue unir la plena reintegración en el equipo de un Cesc capaz de lo mejor y de lo peor, que fue clave en el mejor tramo de fútbol –no solo de resultados– del equipo esta temporada, entonces habrá opciones.

Enfrente, un Bayern que lleva un año ejerciendo de rodillo pero al que todavía no hemos visto competir ante un rival que le plante cara, no por falta de nivel de sus contrincantes –Arsenal y Juventus en Champions y Borussia Dortmund en la Copa de Alemania lo tenían– sino por lo rápido que ha roto las eliminatorias a su favor. En el Emirates, un 0-2 a los 20 minutos; ante la Juve, el gol de Alaba a los 26 segundos; y en cuartos de Copa un gol de Robben que les adelantó a la media hora le han permitido siempre jugar a especular con el resultado –algo que en la vuelta ante el Arsenal casi les cuesta un susto– y ha impedido medirles en ningún tipo de adversidad.

La historia está claramente con el Real Madrid. Mérito de este Barça de Tito será burlar a este estigma que exige ser excelso para ganar, y de conseguirlo daría un paso de gigante en la madurez del club, un paso que ni siquiera Guardiola pudo dar en un Barça que en tantas ocasiones perdió por sorpresa y que tan pocas ganó sin esperarlo.

* Alberto Egea.

– Foto: EFE




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