"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
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El Cholo tenía un objetivo muy claro cuando llegó y lo ha repetido de vez en cuando para que no se olvide. No solo lo ha conseguido con creces, sino que lo afianza cada temporada. Quiere molestar, que jugar contra el Atlético sea un problema y una incomodidad. Prueba superada. De los aliados se habla bien, a los enemigos se les cuestiona y si es posible se les mina. Ese es el mejor aval de Simeone, ser considerado adversario.
Estos análisis no han alterado el centro de gravedad rojiblanco. El equipo sabe su objetivo y no se despista con valoraciones y debates a su alrededor. Lejos de lo que se genera a su izquierda y derecha, analiza lo propio para ser cada día mejor. El Cholo es consciente de que está en un camino de crecimiento futbolístico. Las piezas se van conociendo para intentar evolucionar conforme a la temporada. Lo que no cambia es la idea, el estilo y la piedra filosofal que mantiene las constantes vitales del club desde que él llegó. Eso le sigue llevando a un lugar que tiene un mérito incuestionable (aunque no todos lo reconozcan). Diría lo mismo para cualquier equipo que sea capaz de colarse entre Barca y Madrid. Esos dos clubes tienen una munición infinitamente superior a la del resto desde cualquier punto de vista (económico, deportivo, institucional, mediático). Darles pelea, con un presupuesto cuatro o cinco veces menor, no está en las quinielas, no está en las apuestas, no está más que en la idea ganadora que ha inoculado Simeone al grupo.
Pedirle eso a un equipo que cada año vende a su mejor jugador (Arda Turan, Diego Costa, Falcao, Kun Agüero) y que no tiene un solo jugador entre los diez mejores del mundo, ni probablemente entre los veinte, no tiene sentido. Pese a todo, y a que este año volvió a perder jugadores, pasa una vuelta entera y el Atlético de Madrid está otra vez entre los dos grandes. Y lo ha conseguido superando un arranque titubeante, donde el equipo parecía distinto, menos fiable y sólido. Pasaron los partidos y los rojiblancos recuperaron su esencia. Vuelven a ser impenetrables, no conceden ocasiones, despiertan dolor de cabeza, ya son molestos otra vez. El equipo como concepto se ha puesto en el lugar de siempre y todos ya están a su servicio.
Funciona el entramado defensivo, pese a que se nota la baja de Miranda mientras se espera la definitiva maduración de Giménez. La lesión de ese entrenador-jugador llamado Tiago también se ha superado. Cualquier dificultad, por grande que parezca, se solventa porque la estrella es el grupo. Nunca habrá dependencia de un crack. Aquí no hay Messis ni Cristianos. Es otro concepto. El divo contra el obrero. El Atlético es el antagonista. Y como sabe lo que es no le importa si escucha que juega mal. Sería más correcto decir que no juega bonito y todavía más cierto reducirlo a distintas fases. Es verdad que si toca defender no hay vergüenza en hacerlo el tiempo que haga falta, pero también el equipo combina cuando puede y cuando cree que le es útil.
Los puntos han llegado después de un trabajo colectivo que ha suplido la inspiración individual. No se puede esconder que al equipo le falta pegada y esto complica la resolución de partidos controlados. Jackson no es el delantero que se esperaba ni probablemente el que se necesitaba. Quien vio en Mandzukic y luego Jackson el sustituto de Diego Costa desde luego no buscó condiciones similares. Ninguno es capaz de fabricar jugadas individuales, necesario para un equipo que defiende tan atrás. Por contra, Simeone sí tiene más piezas que en el pasado para buscar alternativas. Correa, Vietto o Carrasco no están maduros, pero se les administra lo justo para que el equipo aproveche sus cosas buenas.
Y para competir aún más llegan Augusto y Kranevitter. El joven de River venía para crecer al lado de Tiago. Sin el portugués, esa figura será la de Augusto, que además ofrece la variante de jugar en la banda, posición algo débil en la plantilla. Hombre de confianza del técnico y con ganas de crecer y aportar. Para el exjugador de River se tratará de un máster acelerado que en poco tiempo le convertirá en el ‘5’ que gobernará el nuevo estadio.
Entretanto, la aparición de Thomas es un soplo de aire fresco para un equipo a veces encorsetado. Nadie duda de la solidez, seriedad, ejemplaridad y el pragmatismo del Atlético, por eso le viene mejor que nunca el entusiasmo y la improvisación que muestra Thomas. Su físico y ganas de comerse el mundo revitalizan la espina dorsal de un club que se rebela ante su destino (como el propio Thomas). Si continúa arriba, seguirá escuchando cosas, y por eso será bueno. Para el espectador neutral es difícil no valorar que es imposible hacer más con menos. ¿Cuántos jugadores serían titulares en el Madrid o el Barca? Hagan la prueba.
* Alberto Pérez es periodista.
– Foto: Ángel Gutiérrez (Atlético de Madrid)
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