Once temporadas después, la carrera por hacerse con la portería del Real Madrid comenzó con incertidumbre. El fantástico segundo tramo de temporada de Diego López pone en tela de juicio la supremacía de Casillas y coloca a Ancelotti en una delicada tesitura en la que la repercusión de cada decisión influirá además de en lo deportivo, en el entorno y en la salud del vestuario.
Tras la lesión sufrida por Casillas en enero, y ante la sensación que transmitía Adán de no estar a la altura de la situación que se le venía encima, Mourinho decidió fichar un portero con talento para ser titular. Un arquero que pudiera decidir las inminentes eliminatorias contra el F. C. Barcelona en Copa del Rey y frente al Manchester United en la Champions League. Fortuitamente, Casillas pasaba de saber que la titularidad de Adán no podía ser más que un toque de atención del entrenador portugués a asumir que debía ganarse el puesto como cuando tenía 20 años.
Las soberbias actuaciones de Diego López en partidos machos provocaron que Mourinho se viera obligado a decidir, tras la recuperación de Casillas, entre dar continuidad a un portero sobresaliente de forma, pleno de confianza y culpable en gran parte de que el equipo siguiera vivo en los dos torneos que se disputaban a vida o muerte, o devolver la titularidad a un mito del club, con un pasado brillante pero cuyo momento álgido quedaba lejos y cuyo ritmo competitivo necesitaba de partidos para volver a ser óptimo. El técnico portugués, adalid de la meritocracia, no lo dudó y escogió lo primero, a sabiendas de que dicha elección podía generar un terremoto en la densa atmósfera que rodeaba al club y dejaría inquieto a un vestuario donde la jerarquía creada iba a dejar de corresponderse con la presencia en el terreno de juego.
Y en ese punto se encontraba Ancelotti. El técnico italiano ha preferido mantener una feroz pelea por el puesto entre ambos, antes que quitarse a uno de los dos para dar estabilidad y quitar presión al portero titular. El perfil de portero que manejó Ancelotti a lo largo de su carrera da motivos para que Casillas se preocupe bastante. Siempre priorizó porteros con presencia, que dominaran los balones por alto y fueran solventes con los pies. Todos sus arqueros (Buffon, Dida, Van der Sar, Cech y Sirigu) fueron más altos que el de Móstoles. Solo Angelo Peruzzi fue meta titular con Ancelotti siendo de menor estatura que Casillas, y no fue porque el técnico italiano así lo quisiera. Tras la dimisión de Marcello Lippi a mitad de la temporada 1998/99, Ancelotti cogió las riendas de la Juventus y se encontró con Peruzzi, mito bianconero, como guardameta. Al finalizar la temporada, Peruzzi fue traspasado al Inter y su sustituto bordeaba los dos metros: Edwin Van der Sar.
Casillas fue siempre un gato bajo los palos, pero las limitaciones en los balones aéreos y en el juego con los pies le han perseguido a lo largo de toda su carrera. Diego López, en cambio, cumple exactamente los patrones de guardameta que interesa a Ancelotti. El portero lucense, sin llegar al nivel de agilidad y reflejos de Casillas bajo el marco, es una garantía con el balón en los pies y mucho más fiable que Iker en los balones colgados. Además, calca la altura de Dida y Cech –1,96 metros–, dos de los porteros fetiche de Ancelotti, de la que Casillas queda a 11 centímetros.
A esto se suma la convicción en sus posibilidades y el compromiso mostrado por Diego López este verano al rechazar una oferta superior del archimillonario Monaco –donde ser titular era una garantía– con la firme idea de triunfar en el Real Madrid.
Todos los argumentos deportivos están a favor de Diego López, pero la sombra mediática de Casillas es demasiado alargada. Ahora, será interesante ver cómo reparte los minutos Ancelotti. Si la apuesta por Diego López es firme y decidida, y Ancelotti cumple los patrones llevados a cabo en anteriores equipos, Casillas jugaría la Copa del Rey. El pasado año, el entrenador italiano alineó a Salvatore Sirigu como portero titular del PSG en liga y Champions, mientras que Douchez –portero suplente– jugó la copa francesa hasta la eliminación del equipo parisino en cuartos de final. En su época en el Chelsea actuó de la misma manera con Petr Cech e Hilario, pero se pudo comprobar en semifinales y final de la FA Cup del 2010 –devolvió a Hilario al banquillo y apostó por el portero checo– que, cuando llegan los partidos importantes, el que juega es su favorito, sea cual sea la competición. Si no cumple dicho patrón, el abanico de posibilidades se abre. Desde el tipo de rotaciones que llevó a cabo Emery en el Valencia, alineando a Guaita en la liga y a Diego Alves en la Champions, hasta la alternancia sin patrón definido que con los mismos porteros llevó a cabo Valverde en su media campaña en Valencia. Lo cierto es que Ancelotti se enfrenta a un escenario desconocido para él, pues nunca había tenido en plantilla dos porteros de tanto renombre que le hicieran dudar sobre quién está delante de quién. De momento, ha sido coherente con sus principios futbolísticos, a pesar de que el debate seguirá estando en la calle y en las portadas de los periódicos. Saber gestionar esta situación será, posiblemente, el reto más importante que deba acometer esta temporada.
* Alberto Egea.
– Foto: Marca
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