Tello y Cuenca eran las flechas que disparaba Jonathan dos Santos desde su arco situado en el vértice de la base. Podían haber sido Henry y Pedro lanzados por Xavi, pero eran Tello, Cuenca y Dos Santos. Fue otra muesca más en el proyecto de Guardiola, dispuesto siempre a cumplir sus dos preceptos esenciales: no rendirse nunca, por más dificultades que surjan en el trayecto; y profundizar en sus ideas de juego, incluso si deben ser interpretadas por actores imberbes. Como tantas cosas de la vida, el auténtico valor de ambos preceptos se comprenderá cuando su protagonista no esté.
De Cuenca hemos hablado hasta la saciedad: de su buen año en el Sabadell, del descubrimiento que hizo Pep en el segundo entrenamiento de la pretemporada y de su perfil de “extremo guardioliano”, capaz de partir desde fuera para introducirse por los pasillos interiores como si fuese uno de los centrocampistas bajitos, marca de la casa. De Tello, cuya cronología también es conocida, destacamos su capacidad de arrancada desde el punto cero. Una virtud que recuerda al primer Overmars en cuanto a ser capaz de acelerar de 0 a 100 en un período ínfimo de tiempo. En paralelo, su mirada se asemeja a la del Henry de las buenas noches en el Camp Nou, cuando iniciaba su despegue en paralelo a la banda y se deslizaba sin parecerlo hacia el poste corto. Si acaso, a este novato le falta aprender que el fútbol del Barça no consiste en sprints enloquecedores para la defensa rival, sino en el viaje grupal. Si Tello asimila –y tiene buenos maestros para lograrlo- que hay momentos para la velocidad y otros para la tranquilidad y que su esfuerzo de velocista debe ir acompasado al ritmo global de su equipo, estaremos ante otra novedad surgida de La Masia: el extremo puro.
Lo que no puede sorprender a nadie es que Jonathan dos Santos luzca el rol del 4 con la dignidad de los predecesores. Sólo la etiqueta mediática que se tejió a su alrededor –está en el Barça por ser el hermano de Gio, el bueno, se decía- impidió que la afición viese lo que los técnicos repetían sin cesar: ahí hay talento, además de una fuerza inaudita para un tipo tan pequeño. A Jonathan aún le faltan 25 partidos en el Camp Nou para poder creérselo de verdad, pero está en el buen camino y en mejores manos. Si alguien confía en este chico es Pep Guardiola, el segundo de los genios que vistió el dorsal santo y seña del juego blaugrana. ¿Podrá ser Jonathan el sucesor del sucesor del sucesor? No sabemos, pero tampoco sabíamos de Milla, ni de Pep; ni supimos asegurar al 100% con Xavi. La mejor garantía reside en el olfato de los técnicos y en su voluntad rotunda de perfeccionar y corregir a estos jóvenes que, aunque sea por un día, se han alineado de arco y flechas.
– Foto: Joan Ignasi Paredes (Sport)
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