"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Campeón de la Copa del Rey, clasificado para la Liga de Campeones y vigente supercampeón de Europa. El Atlético de Madrid vuelve a las portadas. Un equipo que por nombre, historia e institución debe, al menos, pelear con los equipos más grandes del viejo continente. Pero, ¿puede realmente competir contra el Manchester United, el Bayern München o la Juventus?
Responder esta pregunta sería propio de visionarios futuristas más que de una labor puramente periodística. La experiencia más inmediata nos dice que los de Simeone han sido capaces de golear al Chelsea o ganar al Real Madrid en su estadio. Victorias a grandes rivales, pero que no pasaban por su mejor momento. Los ingleses llegaban en el lado opuesto en cuanto a lo físico a como llegaban los de Simeone, que iban como motos. Los madridistas, en cambio, vivían en una burbuja de noticias extradeportivas diarias que, sin lugar a dudas, no favoreció al grupo. Eso y un Atlético que preparó esa final con dos meses de antelación gracias a tener la clasificación para Europa en el bolsillo.
Son muchos los que todos los años presentan su candidatura a la Champions League, pero al final son casi siempre los mismos los que opositan a levantar la orejona. La quimera que supondría que los rojiblancos ganasen un trofeo de esas dimensiones roza lo imposible. No estamos aquí para discutir irrealidades venideras.
El Atlético tiene y debe ser un club competitivo en las tres competiciones en las que participará. Para ello necesita dos objetivos elementales y primordiales. El primero es tener una plantilla competitiva y con reservas de garantías plenas para que los titulares descansen. Eso, en mayor o menor medida, ya lo posee.
Lo segundo es lo complicado, lo verdaderamente importante, la pieza clave del puzle para poder aspirar a cotas más altas que llegar a cuartos de final de una competición internacional o ser tercero en la liga española. Ese jugador que, con el balón en los pies, es capaz de dormir un partido si lo nota alborotado o de reactivar a un equipo que vaga por el campo. El conector entre la defensa y el ataque. El camarero que sirve en bandeja de plata el gol al delantero. El salvavidas de una defensa inoperante a la hora de sacar el balón jugado.
Un jugador en peligro de extinción que lleva necesitando el Atlético de Madrid desde un treintañero Bernd Schuster, con permiso del talentoso Juninho. El futbolista diferente dentro de un rectángulo de juego donde él está parado mientras el resto corre a su alrededor. El Andrea Pirlo de esmoquin que enlaza al central con el mediapunta. Es, quizás, el hombre más valioso dentro del panorama fútbol. El más difícil de encontrar y la clave que resuelve las ecuaciones de la matemática que es el balompié.
Diego Ribas cumplió con ese papel en la temporada 2010/11 de forma notable. Pero su fichaje es un imposible para una entidad que ansía un jugador así desde hace dos décadas. La posibilidad de retrasar a Koke para dar una mejor salida al balón puede resultar válida como parche de emergencia, pero no como solución definitiva. No es ese jugador con estrella. Además, Simeone persiste en la idea de Gabi y Mario Suárez en el centro, como se ha visto en los dos partidos de pretemporada anteriores.
Ese hombre está en casa. Viene de la cantera y es campeón de Europa sub-19. Nacido en 1994 en la localidad extremeña de Navalmoral de la Mata, tiene nombre de dibujos animados y un apellido que refresca la memoria histórica de la hinchada colchonera. Es Óliver Torres. Un futbolista excepcional con la cualidad de distribuir el juego con capacidad para perder pocos balones. Siempre con la cabeza levantada, hace fácil lo fácil –no todos lo realizan de manera tan simple– e intenta lo difícil y lo imposible con una soltura impropia de su edad. Constante a la hora de apoyar a sus compañeros, recibe, toca, se gira y se mueve con una facilidad veterana. El tempo del partido debe pasar por sus botas.
La entrada en el once de un jugador de estas características permitiría al equipo una mayor versatilidad en su juego y poder crecer en un modelo basado en el físico y el sistema defensivo, al que sumar un juego más alegre y dinámico en cuanto a movimiento del balón.
Esto puede suponer un proyecto a largo plazo más que para esta misma temporada. Más teniendo en cuenta la paciencia que está teniendo el preparador argentino con el chaval, que ha ido entrando en los planes del primer equipo de forma esporádica pero continua.
Los rojiblancos deben dar un paso al frente para poder volver a clasificarse para la Liga de Campeones, así como luchar por la Copa del Rey y ejercer un papel decente en la competición internacional. Eso será más fácil si se pulsa la tecla correcta. Tecla que puede ser el que viste con camiseta ancha y el ’30’ a la espalda. O tecla que puede venir en forma de fichaje.
No es tanto ganar como competir contra los mejores. Eso es lo que necesita un club que no ha parado de crecer desde su regreso de Segunda División. Ya es hora que un director de orquesta vista a rayas rojas y blancas. Desde el bigote de Bernd Schuster ya ha llovido. Concretamente 20 años. Y eso es mucho tiempo.
* Imanol Echegaray García.
– Fotos: Juanjo Martín (EFE) – Daniel Ochoa de Olza (AP)
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