"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
La obra empieza con tres en el centro y dos en las alas. John Obi Mikel como pieza angular a partir de la que se orienta toda la organización defensiva. Lampard a su izquierda y Meireles a su derecha. En el primer cuarto de hora, Messi y Xavi rompen a Lampard. Es Messi quien atrae al gran Frank y Xavi quien le supera una y otra vez. Ahí nacen las ventajas blaugrana y Di Matteo corrige pronto, mandando a Meireles a tapar ese flanco. Lampard se hará cargo de Cesc, dos hombres de mucho oficio.
Meireles tapa el agujero: Xavi no se le va y muy poco Messi. Cuando el argentino lo consigue, al suelo, aprovechando que el listón de las tarjetas es más alto en Copa de Europa. Tras el gol, esa segunda línea toma dos decisiones: retrocede unos metros para apretarse contra sus defensas y anular todos los espacios, convirtiendo el fútbol en claustrofóbico y anulando una de las grandes virtudes del Barça, el juego entre líneas; y añade definitivamente a Ramires y Mata a esa trinchera. Ya no son tres medios con ayudas; son cinco.
Es un acordeón infranqueable, un biombo móvil. Obi Mikel es el cuerpo de esa libélula que extiende sus alas en función de por dónde mueve el balón su oponente. Meireles y Mikel salen, alternativamente, a por el poseedor del cuero, pero automáticamente un compañero le cubre la espalda y cierra ese pequeño hueco.
El Barça se ahoga en ese acordeón.
– Foto: EFE
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