De los diferentes torneos de Copa que se disputan en las principales ligas del fútbol europeo, es con toda seguridad el del campeonato español el que menos devoción despierta entre su público. El actual formato pierde en la comparativa con los de otros países. La Copa Alemana y las Copas de la Liga de Inglaterra y Francia cuentan con eliminatorias a partido único, lo que aumenta la competitividad y ayuda a que los equipos modestos puedan dar la campanada. Emoción e igualdad, cualidades que desde España se envidian.
Cierto es que el sistema a partido único hasta determinadas rondas tuvo su momento, pero duró poco, muy poco. Por aquel entonces, el torneo recuperó el encanto perdido y equipos como Espanyol, Zaragoza, Mallorca, Recreativo o Getafe se plantaron en la final. Real Madrid y Barcelona, que sufrieron en sus carnes derrotas ante conjuntos muy inferiores, se encargaron de que aquello tuviera fecha de caducidad y se recuperara el formato a doble partido, en el que el factor campo beneficia claramente a los grandes. Las gestas de antaño protagonizadas por los Toledo, Alcoyano o Guadalix son a día de hoy prácticamente imposibles. Nunca el equipo revelación de la Copa tuvo tantas dificultades para ganarse esa condición como con el sistema actual. El año pasado, el Mirandés, que llegó hasta semifinales del torneo tras dejar en la cuneta a Villarreal, Racing y Espanyol, demostró que aún hay esperanza para los modestos, aunque es sumamente complicado.
Al Eibar todavía le queda para acercarse a semejante gesta, y probablemente no lo consiga este año, si atendemos a su cuadro de Copa, pero aún así, se ha ganado el derecho a ser considerado por todos como la sorpresa agradable de esta edición. No en vano, el conjunto armero es el único superviviente de Segunda B en los octavos de final de la competición y ha llegado hasta ahí eliminando nada más y nada menos que al Athletic de Bilbao, subcampeón del torneo.
No será fácil la tarea de avanzar a cuartos y cruzarse con el Barcelona, gran sueño de la afición guipuzcoana. Tras empatar a uno contra el Málaga en Ipurua, están obligados a marcar en la capital andaluza si quieren alcanzar tan suculento botín. Aún así, la hazaña de estar entre los 16 mejores es suficiente para traer a primer plano a uno de los equipos más significativos que militan actualmente en el panorama futbolístico estatal.
La ciudad de Eibar es singular desde su propia ubicación. Situada en la cuenca de río Deba, pertenece a la provincia de Guipúzcoa y colinda con la de Vizcaya, lo que provoca grandes divisiones entre sus ciudadanos a la hora de decantarse entre Athletic y Real Sociedad. El municipio emerge desde el fondo de un desfiladero y se concentra en poco más de 20 kilómetros de extensión, rodeado por cinco montes.
Visto desde lo alto, parece que hubiera tenido que brotar del suelo, pues cuesta imaginar a nadie aventurándose a construir en tan angosto espacio. La falta de terreno por culpa de la compleja topografía da como resultado una orografía empinada y edificaciones altas y muy juntas, para aprovechar el espacio, que pueden generar cierta sensación de agobio.
Pueblo pequeño, de unos 27 mil habitantes y que sin embargo, tiene un peso importante en la historia. Ya en el siglo XIV era conocido por su industria armera, principal motor de Eibar hasta hace relativamente poco. La impresionante capacidad de producción de las fábricas y la calidad del material, especialmente el armamentístico, hizo que la ciudad se desarrollase rápidamente y se convirtiera en uno de los motores económicos del país durante casi cuatro siglos, hasta el punto de ser denominada la ‘ciudad del dólar’, por todo el trabajo que había. 40 mil personas llegaron a vivir en la década de los 70.
La legendaria capacidad industrial no es lo único de lo que puede presumir Eibar. El 14 de abril de 1931 fue la primera ciudad de todo el estado en proclamar la Segunda República, lo que le valió el título de “Muy Ejemplar Ciudad” durante mandato republicano y una terrible respuesta franquista en la Guerra Civil.
Con tanto trajín para un lugar tan escaso de metros cuadrados, el equipo de fútbol no podía ser menos. Cualquiera que visite Ipurua (6.000 espectadores) un fin de semana, sería incapaz de imaginar el excelente puñado de jugadores que ha dado Eibar, además de otros que se forjaron en el conjunto armero antes de convertirse en referentes al máximo nivel. Y es que es un lugar con una tradición futbolística muy destacable.
La Sociedad Deportiva Eibar se fundó en 1940 y en ladécada de los 50 jugó por primera vez en Segunda División. Tras descender en 1958 tuvo que esperar 30 años para volver a la categoría de plata. En ese espacio de tiempo compitió alternativamente en Segunda B y Tercera e incluso estuvo cerca de la desaparición a finales de los 70, cuando el equipo cayó a las profundidades de la regional preferente.
Superaron aquello y con el mencionado ascenso de 1988 llegaron los mejores años de los azulgranas. Pese a contar casi siempre con el menor presupuesto de la categoría y jugar en un estadio con una afluencia de poco más del millar de aficionados, el conjunto armero logró mantenerse en Segunda la friolera de 18 temporadas seguidas, siendo esa cifra récord absoluto de la división.
Durante casi dos décadas los guipuzcoanos coquetearon varias veces con el descenso, especialmente en los primeros años y particularmente en 1999, cuando, perdida ya toda esperanza, lograron mantener la categoría sumando 25 de los últimos 27 puntos en juego. El artífice de aquella gesta fue el mítico Alfonso Barasoain, actual técnico del Lemona, que en las dos etapas que dirigió a los armeros consiguió dejarlo en Segunda División gracias a combinaciones de lo más rocambolescas.
Pero no todo fueron tiempos de sufrimiento. En dos ocasiones (94/95 y 96/97) pelearon con los gallos de la categoría en lo alto de la clasificación. El quinto puesto logrado ambas había sido lo más cercano a tocar el cielo hasta la temporada 2004- 2005, la mejor de la historia del club.
Aquel año, con José Luis Mendilibar al mando y jugadores de la talla de Gorka Iraizoz, Moisés Hurtado, Joseba Llorente o David Silva al frente, los armeros se quedaron a tan sólo tres puntos del ascenso, tras estar todo el año en el trío de cabeza y comandar la tabla clasificatoria durante varias jornadas. La pérdida de fuelle final y la ausencia de Silva las últimas jornadas por compromisos internacionales, impidieron consumar una proeza histórica.
Un año después de la machada, con el equipo renovado de pies a cabeza, se produjo el descenso. ‘Manix Mandiola’ apenas tardaría unos meses en devolver al club a su sitio, pero en 2009 se hundió de nuevo en los abismos de la Segunda B y desde entonces el Eibar pelea todos los años por volver a la categoría de plata, algo que ya rozó hace un par de temporadas.
Ya antes de que existiera el equipo de fútbol, tres eibarreses llegaron a coincidir en la selección española, allá por los años 30: Ciriaco Errasti, Roberto Echevarría y Pepe Mugerza. Ninguno jugó en el Eibar, como tampoco Ramón Gabilondo, otro hijo pródigo del pueblo que hizo carrera como central en el Atlético de Aviación, ahora de Madrid, y que se enfundó la roja en cinco ocasiones, la primera en 1941, un año después del nacimiento de la Sociedad Deportiva Eibar.
Poco a poco el Eibar se fue convirtiendo en la primera elección de los chavales del pueblo que querían ser futbolistas profesionales y los resultados empezaron a llegar en los años cincuenta, donde jugadores que se habían iniciado en el club armero eran referentes en la máxima competición.
El primero en destacar fue José Araquistáin, portero guipuzcoano que debutó como profesional en el Eibar, donde estuvo cedido por la Real Sociedad en 1956, en Segunda División. Sus grandes actuaciones hicieron que la Real lo repescase ese mismo año. Acabó como arquero titular del Real Madrid, ganando 6 Ligas y una Copa.
Pero sin duda alguna el jugador que más relevancia alcanzó fue José Eulogio Gárate, un eibartarra que por caprichos del destino había nacido en Argentina (su abuelo era un republicano exiliado y los padres de Gárate estaban visitándolo en Buenos Aires). Ese detalle es sumamente importante, pues su procedencia le impidió fichar por el Athletic en 1965, a raíz de una interpretación sumamente estricta de la filosofía del club, pues pese a haber nacido en Sudamérica, Gárate había vivido toda su vida en Eibar y jugaba en el Indauchu, equipo al que había llegado tras demostrar una increíble capacidad goleadora en su ciudad.
Más tarde se arrepentirían los rojiblancos de no incorporarlo. En 1966 fichó por el Atlético de Madrid y ganó tres Ligas y otros tantos trofeos Pichichi, amén de convertirse en unos de los más grandes goleadores de la historia del club, con 109 goles en 241 partidos.
Agustín Guisasola, mítico defensa del Athletic, fue otro eibarrés criado en el equipo del pueblo que alcanzó la fama. Cuentan que siendo crío hizo añicos, de un balonazo, el reloj de la iglesia por culpa de una apuesta, aunque no hay pruebas del delito. Lo que es seguro es que en 1977 el diario «L’Equipe» le nombró mejor defensa de Europa, siendo aquel año baluarte indispensable del equipo que alcanzó dos finales (una de Copa y otra de UEFA, las dos perdidas).
Caso similar es el de Diego Álvarez, futbolista gallego cuyos padres emigraron a Eibar cuando él era un niño. Jugó en el conjunto armero dos años antes de fichar por la Real Sociedad y convertirse en unos de los puntales en el centro del campo del equipo que ganó dos Ligas (1981 y 1982).
El último jugador nacido en Eibar que ha saltado al estrellato ha sido Markel Susaeta, actual mediapunta del Athletic, que nunca ha jugado en el equipo de su pueblo, pero que es la prueba viva de que la ciudad del dólar sigue dando futbolistas de muchísimo nivel.
El Eibar también destaca por ser una cantera inagotable de jugadores. Viendo los futbolistas que se iniciaron allí, parece difícil encontrar un club mejor con el que concertar una cesión. Como muestra, dos campeones del mundo como Xabi Alonso y David Silva dieron el salto a Primera División tras jugar en el equipo armero.
El impacto de ambos fue total. Alonso apenas duró seis meses antes de que la Real, sumida en una crisis de resultados, reclamara su vuelta en el mercado invernal para hacerle titular indiscutible. Silva rozó el ascenso en 2005, siendo pieza clave y confirmándose como uno de los jugadores más prometedores del panorama nacional. La temporada siguiente ya estaba jugando en Primera con el Celta.
Los nombres no acaban ahí. Si atendemos a los jugadores para los que el Eibar fue un trampolín, nos da para un equipo de fútbol de mucho nivel: Gorka Iraizoz, Manuel Almunia, Asier Riesgo, Aitor Ocio, Luis Prieto, Igor Jauregi, Josu Sarriegi, Moisés Hurtado, David Zurutuza, Joseba Llorente o Gaizka Toquero. Otros ilustres actuales como Barkero y Mario Bermejo también jugaron en Ipurua, aunque con menos fortuna.
Tras más de 70 años de trabajo, el Eibar está más vivo que nunca y quiere volver a recuperar su nombre en el fútbol. El ascenso es el objetivo principal, pero eliminar al Málaga supondría verse las caras contra el Barcelona en cuartos de final, un caramelo demasiado dulce para desaprovecharlo. Hace años ya pusieron contra las cuerdas al Real Madrid de los galácticos. Por soñar, que no quede.
* Gontzal Hormaetxea es periodista.
– Fotos: Morquecho (Diario Vasco)
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