Perarnau Magazine

"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz


Frederic Porta / Firmas

E-pistolario: Virgencita, virgencita…

por el 23 septiembre, 2012 • 17:45

Querido Martí,

Seguro que nos habría encantado compartir un café antes de acudir como observadores, presuntamente neutrales y distantes, a la Asamblea anual de Compromisarios celebrada por el Futbol Club Barcelona en vísperas de la patrona de la Mercè. Ya que tus obligaciones te lastran en Madrid y servidor tiene voluntad de tendido siete, eternamente alejado de la arena, el deseo se convirtió en seguimiento televisivo del cónclave blaugrana, siempre largo como un día sin pan y sin prensa. Por costumbre, esa liturgia consigue impresionarme gracias a su puesta en escena. Mise en escene, la llaman los amantes del teatro, como si la terminología francesa le otorgara aún mayor vuelo y ringorrango. A la manera de los atentos mochuelos, ves aquella multitud de directivos instalada allá arriba, aquel grupo de triunfadores sociales tan bien trajeados, serios y en situación de arrojarte números, déficits y proyectos sin siquiera pestañear, que la foto del momento te intimida por fuerza, aunque el aquelarre resulte tan pacífico y plácido como el de ayer, apenas un trámite.

 

No pretendo, caballero, realizar una síntesis de lo tratado a lo largo de seis abrumadoras horas, apenas desearía centrarme en el discurso presidencial de Sandro Rosell, resumible en dicho popular al que aspira cualquier humano resignado, y hoy, con la que cae, aún más: “Virgencita, virgencita, que me quede como estoy”. Eso, para practicantes en general. Para agnósticos en particular, vale con tocar madera o cruzar los dedos en espera de que alguna fuerza sobrenatural perpetúe el presente, que ya les está bien y de rechupete a los barcelonistas. Volviendo a las formas y puestas en escena, Rosell confirmó públicamente que aborrece la tesitura de verse metido en cualquier discurso tras reconocer que la oratoria es un arte, pero que él prefiere definirse por actos y hechos. Ante tal renuncio, discutible porque el comunicador se hace y no nace, prefirió el apoyo de videos y asistentes tecnológicos tipo power-point con los que articular su reflexión sobre el último ejercicio bajo su presidencia. Y apelar, de manera continua y machacona, al sentimiento, a la vertiente emocional de la información vertida para dirigirse, directamente, al corazoncito de los presentes, sin deseo de activar neuronas cerebrales para la reflexión o quién sabe si la crítica. El viento sopla a favor, Martí, por supuesto, máxime si miras el presente político y económico del entorno donde esta superpotencia del balón anda ubicado. Por tanto, si el Barça es hoy remanso de paz, oasis rodeado de agresivo desierto insufrible, dejémoslo así y que fluya, debió pensar el respetable, sabio en sus planteamientos, avaro de reservar fuerzas necesarias para otros combates vitales.

Rosell debería recapacitar sobre su capacidad de liderazgo. No se le pide enardecer a las masas, ni que sea reedición de cualquier Castelar en tiempos escasamente proclives al dominio de ese maravilloso arte, pero sí que sepa dar con la tecla y el tono cuando se le reclame, que acierte con los mensajes, los lemas y las ideas fuerza a transmitir cuando toque representar el papel institucional de presidente. Podría hacerlo sin excesivo esfuerzo, pero el renuncio público de ayer nos sorprendió por inesperado, por significar que lanza la toalla al primer sopapo recibido en el proceloso mundo de la comunicación humana, vertiente: “Horror, tengo que dirigirme a un auditorio…”.

 

El tema estelar de la velada, la aprobación del referéndum para la modernización del Camp Nou o la construcción de un nuevo estadio quedó minimizado ante el baño de realidad lanzado desde la propia directiva y aceptado, tirándose de cabeza a las pacíficas aguas, por los representantes de la masa social. Con más de 300 millones de deuda resultaría prematuro y alocado penetrar en tan laberíntico jardín. Por tanto, ya consultaremos plebiscitariamente cuando toque, aquí paz y después gloria. Además, querido amigo, parece que esa memoria histórica del futbol que tanto echamos de menos aparezca en el subconsciente colectivo para dictar las lecciones de la experiencia. El Barça siempre ha sufrido en las mudanzas. Mucho. Al margen de ser club nómada, o casi, hasta la aparición del campo de la calle Indústria, aquella primera sede estable resultaba mínima e incómoda. Tanto como para ganarse el apodo de La Escupidera. Después de que Paulino Alcántara y, sobre todo, la irrupción de Pepe Samitier y sus lugartenientes de postín (Sagi, Piera, Plattkó, Sancho, Galicia y Torralba, entre otros) obligaran a la supersónica construcción de Les Corts, la eclosión del futbol como fenómeno social en Barcelona provocó que Joan Gamper pusiera un millón de pesetas de la época, un dineral, de su propio bolsillo para sufragar la nueva sede. Si no hubiera aparecido el fundador, providencial como en otras ocasiones, el crecimiento que significó Les Corts tal vez no se habría producido en aquellos días y horas.

Y después, más reciente en la memoria, el fenómeno Kubala obligó a la creación del Camp Nou, escrito quede en la mayor reducción posible, aunque pasaron siete años desde la compra de los terrenos hasta la inauguración del coliseo. Estreno que se vivió bajo un descontrol presupuestario de auténtico escándalo, ya que los 90 millones de pesetas iniciales acabaron siendo 284 y llevaron al club hacia la quiebra técnica o casi. Tamaño lastre, eso seguro, consiguió en buena medida que, tras la desgraciada final de Berna del 61, la más negra noche acompañara el devenir del club hasta la llegada de Cruyff, trece años más tarde. No quedó un real en caja y esa realidad, la tragedia deportiva que representó, parece hoy presente, legado traspasado de abuelos a padres y de papás a nietos bajo consigna: Construir un estadio significa un lío de muchísimo cuidado. Por tanto, prudencia, tiempo al tiempo y, hoy, sentimiento mayoritario de preferir remodelación a traslado.

A lo que íbamos y acabo, Martí, ni siquiera eso alteró el pulso plácido de esa Asamblea de Compromisarios. E la nave va, puesto en película de Fellini. Si no está roto, no lo arregles, situado en imaginario estadounidense. Y por tanto, a seguir navegando entre rogatorias a los cielos para que deje al barcelonismo tal como está, que de peores y mucho peores aún tienen recuerdo vigente.

Cuídate, amigo, y seguimos en danza.

Poblenou, 23 de septiembre

* Frederic Porta es periodista y escritor. En Twitter: @fredericporta

– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)




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