Querido amigo:
Carpetazo, que no punto final, al asunto Mourinho. Ni siquiera sabremos realizar un análisis objetivo de su legado, para mayor desgracia del fútbol español, tan apasionado de planteamientos que nunca pasa de arrimar el ascua a su sardina según dicten las vísceras. Si nos fiamos de la intuición natural, de la primera reacción, el suspiro de alivio entre los asfixiados por su extrema toxicidad de comportamiento habrá batido hoy algún record Guinness. Un vicepresidente del Barcelona lo ha definido como lacra, casi en sinónimo de sentimiento. Malos tiempos cuando se relativizan los hechos hasta el perdón por graves que hayan sido los desmanes cometidos, cuando te envuelves en la bandera que sea para justificar auténticos atentados a la convivencia y la razón. Mourinho ha vivido tres años indultado y el último pase de favor se lo concedió su propio presidente en esta rueda de prensa a la que sobraban las palabras. Había que salir a palestra para articular lo que nadie quería definir, so pena de aumentar la herida abierta, y en la inmensa cantidad de balones dialécticos lanzados a la grada por el máximo mandatario habrá algunos que volverán a cancha con saña feroz, como la bravata de asegurar que el madridismo está unido y se agradece al cesante el salto cualitativo y cuantitativo realizado. ¿Era necesario tal ejercicio de funambulismo? Esa definición de la hipotética mejora experimentada gracias al técnico portugués, desde luego, ni siquiera entra en los cánones más abiertos de eufemismo.
Al fin y al cabo, ya habían resuelto diferencias y distancias a través de la prensa, resumibles en un “me voy y te perdono la indemnización del contrato”, parche de emergencia para solventar tan irresoluble situación que no durará siquiera cuatro días. Aunque sea previsible la lista en catarata de refuerzos ilusionantes, el incendio continuará vivo, apenas lo han sofocado. Para empezar, algunos representados por Mendes permanecerán ahí, casi agazapados, y difícil será que algunos disidentes no deseen ajustar las cuentas pendientes con los lugartenientes del portugués, aunque mande Ancelotti, aunque las aguas madridistas, tan convulsas en estos tres cursos, vuelvan al cauce debido y acostumbrado. La factura de Mourinho se pagará dentro de algún tiempo, recargada de IVA y sin contar intangibles, que son muchos y variados, algunos nos tememos que irrecuperables en imagen.
Suspiramos de alivio, sí, por el previsible descenso en tensiones, pero los nubarrones del horizonte no consiguen ser despejados. Bastante tenemos con haber reducido la liga a dos aspirantes eternos como para ahora diversificar la atención en cuatro estrictos frentes. No habrá para más. A saber, Barça, Madrid, Mourinho y Guardiola. A los demás, que les vayan dando, que ni papel de comparsa se les contempla en la radicalizada función. A partir de ahora, cada cual, acostumbrado a la gimnasia del rabillo de ojo, deberá atender a Chelsea y Bayern, si es que los nombres propios acaban ahí. Merecerá mayor curiosidad la Premier League o la Bundesliga que atender quién es el equipo revelación por estos lares o a quién se ahoga sin remedio. ¿Alguien repara en que el Racing está a un paso de la 2ªB? Fuera de Cantabria, difícil, cosas de la globalización que focaliza y dicta dónde poner la atención y dónde descuidarla por completo. A dos pasos del cierre de ejercicio, con una docena de clubes en situación de ley concursal, sin saber la cantidad de plantillas, el número de futbolistas que no han percibido lo fijado en contrato, ni una sola señal de por dónde irán los tiros y los previsibles dramas, ni siquiera intuimos la hecatombe de este o aquel porque parece feo hablar más de números rojos cuando todo bicho viviente vive o sobrevive con el agua al cuello, gentileza del largo trance económico que atravesamos cual desierto. La crisis ha finiquitado todo tipo de ayudas oficiales y sobres bajo mano, de los que tantos vivían y hasta puros se fumaban durante años. Montanier deja la Real en Europa y todo es Mourinho, así son las cosas, así de radical y peligroso el panorama del fútbol español. La próxima Supercopa de Europa, si es que el Bayern triunfa en la Champions, será la extrapolación de la guerra en otras camisetas, una lástima.
Nos hemos quedado, Martí, encharcados en la palabrería, pertrechados en la trinchera de cada interés, de cada sentimiento exacerbado. Conceptos tan huecos y arbitrarios como el socorrido fin de ciclo se lanzan por la cabeza ajena según convenga, sin atender a razones ni realidades. El Barça se ha quitado, sin duda alguna, un peso de encima con la marcha del portugués, pero sigue contando con el mejor aliado posible infiltrado en casa ajena, el dirigente ciego por no querer ver, por no ajustar el análisis y vivir engañado bajo el consuelo de las mentiras que desea creerse. Hay elecciones convocadas y será interesante comprobar si habrá músculo financiero suficiente en el madridismo para tejer otra candidatura, más por la labor, menos pendiente del oropel, la imagen distorsionada, el discurso vacío, que sería la realmente peligrosa para la mantenida hegemonía del Barcelona, no sólo por palmarés reciente, sino por exportación de modelo y grado de empatía cosechado en alcance planetario.
Sobre algo de lo pronunciado en la rueda de prensa sí cabría reflexionar, eso tan atractivo de la excesiva presión causada por la inveterada costumbre de vivir y exudar fútbol 24 horas al día, siete días a la semana. Precisamente, tal certeza no aplica para la presunta víctima, porque Mourinho avivaba el fuego hasta extremos constantes de incendio forestal, tal era su enfermizo deseo de vivir siempre en plena vorágine, metido en el ojo del huracán, pero sí, evidentemente padecemos una desatada exageración, una hinchazón de fútbol vivido en extremos Shankly que no resulta saludable para el cuerpo social, se nos ha ido de la mano el panem et circenses sin que nadie pueda saber dónde echar la marcha atrás. La desmesura con que vivimos el calendario de competición no puede comportar nada bueno. Antes lo podíamos mantener intelectualmente hablando y en comparativa flagrante con otras áreas sociales, ahora se trata de recuperar salud, física y mental, llevada al límite de lo tolerable, de lo que una sociedad puede aguantar. Padecimos una evidente crisis con aquellos cuatro clásicos en veinte días que casi arrasaron la razón colectiva sin que aprendiéramos nada en el riesgo, y ahora nos hemos habituado a vivir sobre el alambre, sin tomar la mínima precaución. También Mourinho ha dejado rúbrica en tal desmesura, pero da lo mismo: seguimos como caballos desbocados rumbo a ninguna parte hasta reventar.
Se va Mourinho y resulta que nadie puede siquiera felicitarse, no anda el panorama para sonrisas. No sabemos siquiera si algún día notaremos que nos han quitado un peso de encima. Reconocerle, de todos modos, una habilidad: nunca nadie hizo tan poco por el fútbol contando con tanto poder. No dejará nada más que polémica y bandos, tierra quemada y tensión.
Un abrazo, señor. Cuídate.
Poblenou, toros desde la barrera
* Frederic Porta es escritor y periodista.
– Foto: Reuters
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