Querido Martí:
Ya andaba rondándome esta e-pistola por el magín cuando he recibido por Twitter una pieza más de propaganda oficial en la que se recuerda el 60º aniversario de la colocación de la primera piedra del Camp Nou. El link enlaza con la web del club y un publirreportaje de autoexaltación, acompañado de tres fotos. En la primera, aparecen junto al cuadrangular pedrusco, el entrañable Avi Torres con su inseparable gorra de plato y un ya maduro Paulino Alcántara, entre otros seguidores. El redactor de la noticia, dispuesto a cumplir el encargo recibido, dedica no sé cuantas memeces a mayor gloria de la cosa esa y al visionario Miró-Sans para empujar al lector sin excesivo arte hacia el paralelismo actual, en reflejo condicionado digno de perro de Pavlov: hay que hacer la remodelación, vota sí el próximo 5 de abril. Por supuesto, y no nos extenderemos en ello, ni se nombra a Torres, alma de Les Corts, el hombre que cuidaba y daba de comer a las plantillas de entonces, y que halló la roca de casualidad porque, en tiempos de Gamper, año 1922, nadie dejó un papel indicando su ubicación. Olvido absoluto sobre los grandes prohombres de antaño, como debe ser. Al gran Paulino tampoco se le cita en el pie de foto, para qué, ni le conocen. En cambio, a Miró-Sans se le sitúa a la altura de Einstein cuando no pasaba de falangista arribista, causante máximo de un turbio y terrible déficit que amenazó la supervivencia de la entidad. Pero da lo mismo que da igual, tanto da siete que 700 en anécdota descriptiva del signo de los tiempos. Total, ¿quién va a decir que lo escrito no se aviene a razón y verdad? Dicen que la ignorancia es atrevida, pero nadie advierte del morro que gastan por colocarnos sus enormes ruedas de molino, abusando de nuestra infinita paciencia como modernos Catilinas…
Caso que exista, la oposición al neonuñismo que manda hoy en el Camp Nou debería buscar rápido un diván y requerir la ayuda urgente de terapeuta. Nadie abre la boca, no hay debate, ni cuando el presidente anterior se larga corriendo por la tangente, dejando en herencia el cargo y las riendas a sucesores no votados, ni cuando plantean carísimas remodelaciones que no figuraban en su programa electoral por vía de apremio ni siquiera para cuestionarles esa ya exasperante inacción en la planificación del equipo, anclado en la inercia, dependiente de Messi, de Iniesta y de los años que van pasando sin que nadie intervenga para que no acabe cayéndose a pedazos de puro viejo. En otras décadas, al secretario técnico ya le habrían colgado de los pulgares por incapaz. Ahora, se permite incluso dormirles tipo ovejas con su retahíla de tópicos en el descanso de los partidos, como si esa fuera la función primordial de tan cuestionado cargo. No hay debate, no hay nada, no hay respuesta ni petición de explicaciones ante la evidencia de que 600 millones no caerán del cielo, ni serán ingresados sin antes prometer vete a saber qué extremos y qué fantásticas contraprestaciones al inversor. Sin protesta, sin disidencia, con el 95 % de los articulistas escribiendo o soltando obviedades que subscribiría cualquier hooligan –por tanto, descerebrado– acodado en la barra del bar (quizá solo se dirigen a él), el carácter intrínsecamente democrático del Barça brilla hoy por su evidente, sangrante ausencia. Y cuando alguien abre la boca o escribe con ánimo de generar reflexión, se le abruma a golpes de etiqueta vacua: derrotista, madridista, cainita, autodestructivo, aguafiestas… Ay, pena, penita, pena. Lo único digno de observar consiste en el evidente deseo de un poderoso grupo de comunicación por marcar la agenda del club, tal como durante años ha conseguido hacer, sin ir más lejos, en instancias superiores conocidas como gobierno municipal o de la Generalitat. Ellos dictaban, el político hacía en correspondencia para no importunarles. Ahora, ni eso cuando se trata del balompié local.
Ya no está el periodismo, deportivo en este caso, para marcar hoja de ruta a nadie porque su subsistencia depende de ellos y no es cosa de andar a la contra. En tiempos no tan remotos, recuerden y digámoslo sin ambages, Sport conseguía el fichaje de Saviola mientras el Mundo Deportivo se hacía con el de Riquelme por explícito deseo condescendiente de aquel Gaspart que pretendía ser amigo de todos siempre que no levantaran sospechas sobre la legalidad de su gestión, y a fe que lo consiguió. El último intento sonoro de echar un buen pulso lo lanzó el mismo grupo cuando se le metió entre ceja y ceja que Mourinho debía ser entrenador del Barça en sustitución de Rijkaard, hace de eso seis años. Algunos personajes que funcionan como consejeros áulicos en la sombra –y resultan agua de mayo por su amor desprendido hacia la entidad– conspiraron como sabes, y supongo que hemos contado a estas alturas, en beneficio de Guardiola y el resto, literalmente, es ya historia. La mejor historia, por si es necesario subrayar. Pues bueno era Laporta para dejarse condicionar y menos aún por gente en sus antípodas ideológicas y de comportamiento. En el arranque del siglo XXI, los diarios aún podían jugar a director técnico y proponer refuerzos porque otros estaban a lo que tenían que estar y les salió, por supuesto, impune. Aquello, Martí, de fichar a Rochemback por 18 millones de euros cuando lo acababa de despreciar el Espanyol por tres o situar precios estratosféricos por Geovanni en anécdota harto sabida que tampoco ha conducido a nada: su máximo protagonista sigue pontificando en tertulias e incluso ha llegado a colocar al yerno en la tele pública, que esto es un escándalo continuo del que nadie se escandaliza por mantener la mano pillando el cazo. Tú me das salida y notoriedad pública al familiar y él que se limite a mover el botafumeiro a tu favor, ese acostumbra a ser el trato.
Pues eso, que todo ha ido a peor y ahora el poder paga sin rechistar suplementos de 16 páginas a todo color, bien bonitas y vacías, para salirse con la suya sin que nadie diga ni mu. Comprar la opinión pública, directamente, un paso adelante mucho más atrevido del realizado por el poder, cualquier tipo de poder, cuando decidió convertirse en fuente de información para negar la prioridad de sacudir conciencias a los medios independientes y mantener incólumes sus intereses. Ya sabes, amigo, aquello del Pentágono conjurado para evitar otra pérdida como la del Vietnam, cuando empezó a comprar periodistas que le construyeran un relato y un discurso verosímiles con el objetivo de no volver a caer, nunca más, ante la prensa libre representada por santones de la libertad y el interés público tipo Walter Cronkite o Dan Rather. Desde entonces, todo quisque controla la información que genera y, en apenas 40 años, cualquier mínimo aparato de poder maneja la información que le apetece, licuándola hasta hacerla pasar por verdad de la buena. Si floja de remos anda la supuesta oposición al neonuñismo, tampoco esperemos nada del otrora cuarto poder, hoy limitado a mantener la olla hirviendo con cualquier minucia que encuentre a mano, de la manera más previsible. El caso es superar otro día más, que hay crisis: si se lesiona Valdés, vamos a decir que le han ofrecido la renovación –así, de paso, quedamos bien con el mando–, para después dedicarnos a echar fango sobre la solvencia de Pinto, propagando la especie y el vacío debate dedicado al hipotético refuerzo de otro arquero. Y así, pasaremos 24 horas más en espera del derbi, jo, qué tropa, qué manera de arrastrar neuronas. Va siendo hora imprescindible de hallar otro calificativo que supla al periodismo o periodistas, porque esto no tiene nada, absolutamente nada que ver con el oficio tal como fuera parido para beneficio social.
Si hay que fastidiar a Pinto, se le fastidia, que the show must go on y en esta feria de fatuas vanidades ya no existe espacio para la disidencia, para la reflexión o para la práctica hecha conforme a debido. Prima en todas partes la caverna, se extinguió la era de teoría y ensayo, de la contribución intelectual a la lectura del fenómeno, todo es para consumo inmediato, diet y light. Joan Brossa decía que la televisión era chicle para los ojos, manera de distraer las entendederas y no forzarlas en absoluto. El periodismo deportivo de hoy es precisamente eso, desbocado incluso en las redes sociales, donde cualquiera escribe y supone que aporta cuando solo suma mayor cantidad de ruido a esta tremenda ceremonia de la confusión en huelga de razones y argumentos. Ya ni vale la broma de que el asunto sea lo suficientemente serio como para dejarlo en las manos que lo zarandean. Cuando algo tan históricamente meditado y analizado como el barcelonismo cae en la catatonia actual, no es ya que vayamos mal, es que estamos entrando en coma, en situación terminal y les entregamos plena venia, impunidad absoluta para hacer cuanto les venga en gana, para saltarse cuanto deseen vulnerar. Ni vale la pena citar a este o aquel por su nombre, exigir reacciones o pasos al frente. Esto va camino de convertirse en un solar del pensamiento, justo lo que el establishment anhela, su sueño húmedo de costumbre al que antes no podía llegar y que hoy, desde luego, jamás tuvo tan cerca.
A todo esto, ¿quién ganará la liga? Nada, era un chiste, manera facilona de quitarle hierro al drama expresado. Porque es un drama, la verdad, da miedo el panorama, realizar un barrido con la mirada para comprobar que todos andan callados como tumbas. Unos, por mantener el statu quo. Otros, por no significarse y que les pasen futura factura. Menudo solar, qué desazón, Martí.
Un abrazo y cuídate.
Poblenou, maquisards y resistentes
* Frederic Porta es periodista y escritor.
– Foto: Archivo Fútbol Club Barcelona
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