"Se llama genio a la capacidad de obtener la victoria cambiando y adaptándose al enemigo". Sun Tzu
Querido Martí:
Te imagino sorprendido ante la frecuencia e-pistolar, aunque conste en nuestro descargo que aquí no paramos y que el jaleo resulta imposible de despachar con un simple mensaje de whatsapp. Requiere su reflexión y extensión. Para empezar, por supuestísimo en democracia, presunción de inocencia y que juzgue el caso la justicia hasta dictar sentencia, lenta o rápida. Situado tan obligado preámbulo, otro para fijar la solidaridad más radical y absoluta hacia cualquier persona que reciba amenazas, como las denunciadas por Rosell en las últimas horas. Empatía total, no rotundo, monumental, ahí figuramos aliados en el mismo bando y sumemos efectivos. El resto, tremendo, acelerado, inesperado, espectacular. Y, amigo, no me quito a Nixon de la cabeza desde el lunes…
No es necesario hacerte memoria, pero situemos la caída en desgracia del primer presidente estadounidense obligado a dimitir en dos siglos de superpotencia. Espionaje, escuchas ilegales en la convención demócrata celebrada en el hotel Watergate. No repasaremos The Washington Post, Carl Bernstein, Bob Woodward, Garganta Profunda y la evolución de los hechos. Iremos al punto final, al bottom line, a la conclusión del asunto: la presión sobre Nixon le obliga a dimitir, no por la magnitud del reprobable delito, sino por la certeza de haber mentido al negar la existencia de los hechos desde que estallara el escándalo. Antes se pilla a un mentiroso que a un cojo, mantenían solemnemente las abuelas como mandamiento a seguir para apartarte de presumibles líos, pecados y malos caminos. En cargo público, pechas con la obligación ética de decir la verdad y ser transparente. Va con el asunto. Y en el que nos ocupa, con una rapidez vertiginosa han aparecido de repente nueve contratos –o doce, según otras fuentes– dedicados al traspaso de Neymar, te han tumbado el escudo de la confidencialidad por presión periodística y tú mismo, retóricamente hablando, con tus dudas incomprensibles, cambios de estrategia y bandazos de todo tipo te has estado disparando últimamente en los propios pies a ritmo de kalashnikov. No puede ser que el lunes por la noche hicieras un brindis al sol, dando la impresión de que te avanzabas a los hechos al rogar al juez que te citara, cuando es potestad de la Audiencia Nacional llamarte a declarar como testigo o imputado así que lo desee. ¿Quién te asesora? No puede ser que, al cabo de 48 horas, pidas la inhibición de la propia Audiencia para intentar llevar el caso a tus tierras, a ver si así consigues mayor protección, sin saber que ese es el estamento con competencia para tratar cuestiones internacionales como la que nos ocupa, imposible para ella delegar la materia. De nuevo, ¿quién te asesora? Peor, imposible.
Y la sucesión de hechos que conducen hasta la junta extraordinaria de esta tarde y la posibilidad de repentina dimisión. Como decían las crónicas de antaño, al cierre de esta edición e-pistolar, eso aún queda a horas de vivirse, aunque los principales implicados hayan dado material para pensar y repensar el porqué de este repentino desaguisado. Sandro Nixon, simplemente y en definitiva. Nada habría pasado de presentar, imaginemos, el fichaje de Neymar por su coste real y punto. Por decir algo en cifra redonda, 100 millones. Vale, debate inmediato, polémico y ojo del huracán porque, inmensa suerte esta, la importancia descomunal del Barcelona en el sentimiento de millones y millones de personas genera que cualquier detalle, importante o nimio, provoque formidable división de opiniones y la consiguiente polvareda. Puedes argumentar las razones del coste, puedes entender las críticas de los detractores, pero si lo explicas hasta el último detalle conforme a la realidad, nada has de temer, en absoluto, por supuesto. Lo que no puedes, de ninguna de las maneras, es mentir, engañar, disfrazar, pasar la parte por el todo. Esto es el Barça y una larga tradición de intangibles no escritos de hondísima aspiración democrática exigen transparencia de cristal limpísimo, como si siempre y en toda ocasión procedieras a gestionar colocado en el escaparate, a la vista de todos. Si eso no te ha quedado claro, es el inicio de tu fin. Ojalá se procediera igual en cualquier ámbito de la vida, ante cualquier escándalo de presunta corrupción que se nos venga ahora a la cabeza.
Y por tanto, a diferencia de otros –por desgracia para esos otros–, un socio puede pedirte explicaciones porque, también en simpleza desarmadora, es uno de los miles de propietarios de la entidad centenaria. Porque así lo han querido eternamente los implicados. Y corresponde tratarlo como igual, darle las pertinentes satisfacciones. Pero no, de nuevo te equivocas, y le amenazas vía burofax, le tratas como inferior con desplante de considerarte superior. Estamos en democracia, por si no lo recordamos, bendita democracia la que permite a un señor farmacéutico de Esparraguera llamado Jordi Cases seguir adelante en la defensa de sus derechos personales y como miembro de un colectivo al sentirse ultrajado por la respuesta. Valiente lo ha sido, aunque solo sea por aguantar bien plantado y convertirse en diana de cuántos interesados rebajan la complejidad de cualquier asunto al instinto más primario, abrumándole por ser uno de los nuestros quien denuncia. No, no va por ahí, en absoluto, llueve sobre mojado. El presidente más votado de la historia, al frente de su junta directiva, se ha situado solito en la picota de la duda a base de haber tomado decisiones anteriores que dejaron herida aún abierta, sin cicatriz, y cercenaron buena porción de la confianza en depositada para el buen gobierno. Pensamos en la resurrección fallida de esa grada de animación, en dar patente de corso a la dictadura catarí para limpiar su imagen gracias a tu proyección internacional. Pensamos en Abidal y en Mickeal, en las ganas de que hicieran las cosas bien, conforme le gustaría hacerlo al común de los mortales. Fastidió y produjo cierto hartazgo la marginación de Unicef. Cansó que se llenarán la boca repitiendo “principios y valores” como un mantra, cuando lo que debemos evaluar son los hechos, no solo las palabras vacías. La teoría de Rosell y acólitos ha ido por un lado mientras la práctica resultó completa y lamentablemente antitética a cuanto propugnaban.
Connivencia con grupos mediáticos, presión e intimidación de la disidencia, vaya manera de proceder, desgraciados tics autoritarios. Y desmadre absoluto en la comunicación. Empiezas denunciando desde la oposición los planes de Laporta para acabar doblando el precio de tu remodelación, que salta de los 150 a los 300, a los 600 millones de euros (como si fuera calderilla) en escasas semanas. Ya ven, hasta ahora, ni mu dedicado al apartado deportivo, que ha funcionado primero por la inercia heredada y después, incluso, puede haberte brindado dos teóricos triunfos de imagen, decisiones acertadas y compartidas por la mayoría de seguidores llamadas Tata Martino y Neymar. No, no te ha hundido el balón, aunque hayas conseguido que Messi levante las cejas ante el jardín en que tú solito te has metido al encapricharte con pagarle el gusto y las ganas a alguien que no ha demostrado nada aún con la camiseta azulgrana. No, los problemas graves no llegaron por esa puerta…
Ahora mismo, el callejón sin salida en el que Rosell se metió solito se resume en una pregunta retórica, una reflexión que en estos días ha saltado como una plaga de mente en mente barcelonista: ¿debo confiar la construcción de una cara remodelación a quien me oculta el precio de Neymar? Y, por desgracia, ampliando la visión hasta la condición de ciudadano indignado en este país, la certeza de que ya no puedes fiarte de nadie, la falta de trigo limpio, de honradez, de obrar conforme es debido. No entremos ya en especulaciones sobre el precio, el destino final de lo pagado por terceros –esa es otra, con dinero de otro, instituciones incluidas, muy fácil es pagar en exceso–, paraísos fiscales o contubernios varios. El caso es que, siendo pedestres, las empresas de Neymar habían cobrado 40 millones por unir su futuro deportivo al Barcelona y en esa decisión no hay ni preferencia ante el modelo de juego, sentimiento, principio o valor que valga. Es solo business puro y duro. Me lleno el bolsillo y punto. La sorprendente renuncia de Rosell queda ligada a eso, no nos dijo la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad. Se dejó muchísimo en el tintero. Justo lo importante, lo escondido, justo todo lo que sacará el juez, sacará pronto o tarde la prensa. No pararán ese golpe, ese estrépito los medios afines al ya expresidente, que lanzarán cortinas de humo, acusarán al lucero del alba si hace falta, urdirán burdas patrañas para desviar la atención y la mirada pretendiendo convertir al caído en un mártir cuando, si se lo pensaran bien, podrían agradecerle hoy, aquí y ahora, que dimita en un país donde no se va nadie, ni echándole agua caliente encima, ni enganchado in fraganti, ni aunque vacíe las arcas públicas o deje aeropuertos sin uso, sobres, cajas B y la retahíla de inmundicias a las que, desgraciadamente, nos han acostumbrado sin conformarnos, sin lograr que nos rindamos ante su soberbia y nulo respeto por la ley, la ley de todos, de la convivencia en comunidad.
Y algo de eso, Martí, también hay aquí. El rey del mundo, el máster del Universo… Quienes enloquecen con la erótica del poder hasta creerse distintos, perfectos, superiores y al margen de normas, acaban topando de bruces contra la realidad. no hay inmunidad para ellos, por suerte. Ese puntillo de arrogancia destilaba la aparición ante la prensa del lunes, haciéndote el ofendido por verte obligado a responder preguntas de esa casta sensiblemente inferior llamada periodistas. Apasionante, todo, desde la evolución de los hechos hasta el detalle, el ritmo, las aristas y lo que queda por vivir. De paso, recordar que no conviene hacer leña de ningún árbol, al contrario. En paralelo a lo que comentamos, presenciar la solidaridad de los presidentes del fútbol profesional español hacia el convicto excompañero genera grima, desazón, hastío, vergüenza ajena. Fueron rescatados dos veces con nuestro dinero público y aun así han seguido cometiendo todo tipo de tropelías porque también se creen inexpugnables, al margen de la ley, superiores e invictos. Con las habas de este podrido fútbol se cuecen ollas a calderadas en cualquier lugar. Sin excepción, por desgracia, que no se ría nadie, no existe motivo para ello. Sandro Nixon lo deja por haber mentido, así de sencillo. No hace falta complicarlo. Ni tampoco meter al Barça en eso. Es, simple y llanamente, su problema personal, también el de su directiva. El club continúa y ojalá lo gestionen servidores, no cualquier tipo de gente que venga a servirse, a aprovecharse de él.
Hasta la próxima e-pistola, querido, vete a saber cuándo, al ritmo desenfrenado que llevan los hechos. Un abrazo.
Poblenou, sorpresa, sorpresa…
* Frederic Porta es periodista y escritor.
– Foto: Hulton Archive
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