"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
Benvolgut Martí:
Te debía e-pístola y el Barça me la pone a huevo gracias al anuncio de la renovación de Messi, Xavi y Puyol. Así, de una tacada, como titulaba una web de amplio seguimiento. Los humanos hasta el 2016 y el extraterrestre, dos años más allá. Unos hasta el previsible fin de su carrera deportiva, o casi, que con este par nunca se sabe, y el otro, cumplida la treintena, cuando enfoque ya el declive, si tal concepto figura en su diccionario, que también queda por ver y comprobar llegado el hoy lejano momento. Puedes imaginarte que en tus tierras de origen, la broma recurrente en las conversaciones fútiles pasa por imaginar el panorama resultante si a este pedazo de crisis no la edulcorara un Barça tan boyante. La depresión resultaría abrumadora, sin duda. Ahora sí, alguno entre los habituales detractores podría argumentar que el opio del pueblo procede de planta tiznada de blaugrana porque aquí, a la que mete un gol Adriano de esa factura, se pasan los males colectivos de golpe y la cruda realidad queda pospuesta hasta el pitido final. Cuando juega el Barcelona, la situación toma un jacuzzi de cloroformo del que salimos nuevos, reconfortados y dispuestos a afrontar los palos de la realidad con mejor talante y, sin duda, un rictus menos crispado.
Xavi y Puyol, ya lo sabes, querido, me robaron el corazón largo tiempo atrás al ser lo más decente que pueda usted encontrar, por parafrasear al colchonero Sabina. Lo más normal, sencillo, prudente y deportivo en persona, la excelencia sublimada cuando visten de corto al servicio de su causa. La renovación no es ya justa, sino obligada. Ese par deben seguir ahí hasta que ellos decidan el momento de tirar la persiana en justa correspondencia, tanto a los servicios prestados como al ejemplo ofrecido. Han logrado que la confianza sea total, hasta el extremo de saber de antemano que elegirán una discreta retirada en cuanto sientan llegado el momento. Y nos romperemos las manos agradeciendo esos chorros de compromiso, modelo, perseverancia y talento. Vaya par de formidables ejemplos para contemporáneos y nuevas generaciones, objeto de sentida admiración, paradigma de virtudes. La única presión que podría otear en su común horizonte pasa por el deseo nada disimulado de que algún día lleguen a formar tándem de entrenadores en el banquillo hoy ocupado por Tito, cuando el centrocampista, de momento, no anda por la labor y el pétreo defensa de la voluntad a ultranza nunca se ha pronunciado al respecto. Por supuesto, la masa social –menudo concepto feo– les presupone eternizados en el club, sea cual fuere la misión encomendada. La realizarían a total satisfacción, con plena honestidad, seguro.
Detengo, mi querido amigo, el reparto de elogios y parabienes sorprendido al sopesar que estoy redactando el artículo dedicado a dos jugadores del Barça que jamás habría imaginado escribir diez, quince años atrás. ¿Razón? Cualquiera es susceptible de generar reservas ante la muestra pública de su lado humano y profesional y no encuentro ejemplos anteriores que merecieran tanta pleitesía sin reservas. Pero en este caso, les devuelves con el razonamiento todo cuanto ofrecieron antes en el ejercicio de su profesión y quedas sorprendido ante el enamoramiento por ese par de modélicas hechuras. Detengámonos aquí, pues. Saltemos a La Pulga.
En su caso puede aplicarse lo anterior, barnizado por una intuición de comportamiento que agranda según la reflexionas. Messi sabe que en ningún lugar del universo balompédico, ni bajo desbordado talonario, remuneración, promesa o intención, estaría mejor que aquí. Solo o arropado. No hallaría mejores violines al servicio de su batuta, nadie sacaría a flote todo su inmenso talento, ni tampoco nadie podría secundarle de igual manera. Además, las características del entorno juegan a su favor. A Messi se le dan las gracias, se le ríen las ídem y se le deja en paz fuera de la cancha, cónclave de factores que no sabemos si llegarían a coincidir en cualquier otro punto del mapamundi. El chaval, desde las inyecciones de crecimiento, ha demostrado ser persona de hondo agradecimiento en su desarmadora –también– sencillez. Con él, apenas dudamos de su vaticinio, situado justo antes de la retirada, ese deseo de jugar en Argentina con Newell’s Old Boys cuando esté a punto de abdicar. Si, llegado el momento, cumple tal anhelo proyectado, a los cuatro días le tenemos de vuelta por la paz de Castelldefels, de eso no nos cabe la menor duda. No le resultará fácil ser Gardel en su tierra, vivir atosigado como el mito de Maradona, como el recuerdo de Evita en un país que abraza cual oso a sus referentes gloriosos y glorificados hasta generarles asfixia. Vivir en Rosario no resultaría tarea fácil para tal divinidad. Aquí, por característica ancestral del pueblo que le cobija, a la celebridad se le deja espacio, aire y respeto para vivir la vida tal como la entienda, se le saluda desde lejos para agradecer siguiendo el mandamiento cumplido a rajatabla de no molestar. Ni a él, ni a nadie. Y hasta Messi puede vivir su vida en paz.
Ese es el único detalle, Martí, que planteo en interrogante ante una hipotética bola de cristal. No sé si Leo y su amplia familia son conscientes de este juego de diferencias y tratos entre su mitificada patria y la tierra de adopción que le protege y procura no cansarle. Puestos a dudar, como nos pasa a todos, no sabremos a qué hora iniciará ocaso, si gozaremos aún meses o años de su talento, pero sí somos plenamente conscientes de todo lo ofrecido, de todo lo devuelto y de la estima que despierta el personaje, tanta como para aceptarle así, tal cual, mientras él corresponde estimando a su Barça, entendido a la manera de tremendo fenómeno social, con total naturalidad en el trato y conocimiento de sus grandezas y miserias.
La noticia admite aún mil lecturas diversas. Para empezar, la del título: renovar con el fin de que se prolongue hasta extremos la mejor era de la centenaria institución gracias a sus distinguidos abanderados, comunión que también se expresa demasiado liviana cuando este trío, con la comparsa de otros, la han liado parda hasta protagonizar la hegemonía mundial vigente. Por supuesto, no será este el postrer contrato de Messi, al que la directiva se encargará de aggiornar en emolumento las veces que convenga, y tampoco será el inicio del fin para dos jugadores a los que en Estados Unidos retirarían la camiseta, con tal imagen se dice todo. Tampoco se agradece tanto como una paga doble o un buen lote de Fiestas, pero el personal sonríe ante la novedad porque a nadie le amargan tres dulces al tiempo.
Feliz Navidad si no carteamos antes. Gocemos de la tradición aunque caigan chuzos de punta. Con la misma sonrisa que ha colocado la renovación del triunvirato al colectivo culé. Jo, para redondearlo, bien pensado, sólo quedaba Iniesta…
Poblenou, en vísperas del Gordo
* Frederic Porta es periodista y escritor.
-Foto: Edu Polo
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