Mi muy querido polemista (agrio o similar),
Francamente, ni siquiera he podido acabar tu última E-pistola, Martí. Se me ha cruzado antes por el magín, ya sabes de mis peregrinas asociaciones de ideas, la figura de Harvey Keitel encarnando al Señor Lobo en Pulp Fiction. Vaya, será que también solucionamos problemas, como aquel malandrín de ficción. En nuestro caso, inexistentes. Si hubieras antepuesto nuestras misivas al Bocho, andaría preocupado por vos. Igual que si hubieras dedicado tiempo al teclado en lugar de recrearte el ánimo y ejercitar la mente entre Bielsa y Simon Kuper (¡cómo te envidio, pájaro!), el Guggenheim y aquella ilusionada leonera rojiblanca. Uno de estos días, amigo, tendremos que dedicarnos a la conexión de este Athletic del Loco más cuerdo que podamos hallar en este peculiar sector con la mejor y más añorada historia del club de Pichichi, que alcanza, en mi opinión, justo hasta llegar a los dos últimos viajes en gabarra. Ahí me quedaría yo y lo razonaré por escrito cuando te plazca.
Antes de meternos en intentar la respuesta en resto desesperado a tu brillante drive sobre Guardiola, quede público, virtual y claro: Gracias a ti, Martí, por invitarme a tu casa y brindarme las llaves en un excepcional ejercicio de compañerismo gremial y amistad personal. O sea, alguien querrá leer aquí que te voy a vaciar las cuencas de los ojos a la menor ocasión. Bueno, pues a estas alturas de partido y vida, uno se responsabiliza de cuanto escribe, jamás de las sicalípticas interpretaciones de cada lector. Eso, imposible. Y conste que escribimos, ambos, sendos, vos y yo, clarinete, sin medias tintas, entre líneas o circunloquios. A lo nuestro, pues. Para epílogo de la precisión, te plagio la frase: Gracias de corazón a ti, Martí. Esto es un absoluto placer que no se paga con nada. ¡Huy, menudo uppercut…!
Guardiola, bufff. ¿Cable rojo o verde? ¿Qué cortamos? Primero, te secundo en la confesión: Creía a pies juntillas que ya estaría requeterenovado. No pienso abrir las entrañas de ninguna gaviota, de esas que abundan ahora por mi barrio, intentando interpretar los vaivenes y dictados de vete a saber qué oráculo. Sólo apuntaré que estaría encantado de amputarme la nariz por contar con la amistad de su amplio círculo de íntimos, identidades que jamás revelaría por consideración, pero que a mi me merecen no ya el mayor de los respetos, sino silencio para escucharles y espinazo con el que doblarme ante su categoría. Humana y profesional, vaya lo primero siempre por delante. Menudo grupo de lujo, qué magnífica colección de consejeros áulicos ha labrado en su vida el entrenador del Barça, mucho más allá en volumen de miembros y contrastada capacidad de los conocidos María, Tito y Manel. Pero Pep duda. Vaya, novedad (Importante, fijaos donde está la coma…). Los grandes muestran su condición desde la sencillez y capacidad dubitativa, amén de otras virtudes hoy en desuso. Por tanto, sus razones le asistirán, desde luego, aunque uno no pueda evitar las ganas de disipar nubarrones existenciales. Mejor que aquí, en su casa, imposible. Mayor recorrido por delante, inverosímil. Más valoración y respeto a su trabajo, tampoco.
Hace ya años, cuando se me pasó el mosqueo por creer que Laporta lo usaría a modo de conveniente escudo, escribí sobre su recorrido natural: Director técnico y presidente, según el propio Guardiola marque los tiempos de aprendizaje y licenciatura en cada paso. Pep no tiene guardiolistas, ni desea tenerlos, pero conste que sería el único club donde quizá me apuntaría como socio. Nada de medrar, sólo para aprender de los congéneres, tan claros que no hay ceremonia de la confusión capaz de emborronar o manipular sus menajes de coherente honestidad. El peso de la institución, el desgaste por su voluntad de servicio ya sólo es fruto de su propia imaginación. Podría ponerle remedio inmediato a sus cuitas y no me creo el cuento del desgaste. Te lo pongo en popular: sarna con gusto no pica. Y a él, el no parar de rascarse en tan flamígero banquillo le producirá placer, en todo caso. Él siempre sabrá irse cinco minutos antes de que se planteen tal opción, sin duda. Pero yo aún dudo de que esa posibilidad llegue incluso a plantearse en el porvenir. Más allá de respetables dudas, ahora, a los 40 y algo, ya sabe a ciencia cierta la razón de su presencia en este barrio de mortales: hacer lo que está haciendo y cómo lo está haciendo, justamente. Por tanto, más que presionar, debería aliviarle tan feliz certeza. Muchos se largan de aquí sin saber qué tecla debían tocar, cuál se suponía era la suya. No será el caso de este hombre, sin duda.
Aparquemos el botafumeiro. De todos modos, Guardiola es el primero en saber que esta broma ya dura demasiado y toca ya tiempo de cerrarla. Los buenos gags se rematan en tres menciones. La cuarta, fatiga y desmerece a las anteriores. En este caso, la zozobra comienza a debilitar a los prójimos y entusiasmar a los ajenos. Vale ya, pues. Sólo desearía que el noi de Santpedor acepte su personal destino de manera natural y, como en las óperas, creo que ya está escrito. Y no para un año en contrato, no. Para el resto de su trayectoria profesional, si así lo desea y ello le estimula. Pero en fin, no confundamos hipótesis con razones, ni anhelos con ajenas decisiones. La continuidad a larguísimo plazo de Pep no sólo conviene al Barça, sino al fútbol en la enorme amplitud de tal concepto, sea por praxis, ética, estética o las tres a la vez. Y antes de que me caigan chuzos de punta, lo dejo aquí. Jo, Martí, cómo estará el patio que temo las malinterpretaciones ajenas, primer paso, si no lo evitamos vía razón, para caer en la autocensura. Y eso, ni muerto.
Y remato, in extremis: haga lo que haga, decida como decida, me parecerá estupendo. Si me quedan sombras, él se encargará de desvanecerlas porque no hay quien hable más claro ni articulado cuando se pone a ello. De ahí, mi desvarío ante la abundancia de interpretadores de Guardiola, uno de los neo-oficios con mayor concentración de estupidez y sinrazón del presente milenio.
Vale ya con darte la brasa, que conviene avanzar faena para plantarse a las siete ante el televisor, intentando que no se me cruce Iríbar por Iraizoz, Best por Rooney, Zarra por Llorente o Panizo donde debería ver a Muniain. Es lo que nos pasa a veces, que mezclamos sentimientos y talentos hasta igualarlos a todos cuando nos plantan delante dos colecciones de camisetas rellenas de grandes jugadores.
Un abrazo, caballero. Cuídate mucho, que tiempo, amor y salud forman nuestro único patrimonio terrenal. Ah!, y una modesta recomendación, para ti y allegados amigos: El ciclista, de Justin Krabbe. Menuda maravilla de literatura deportiva que nunca recuerdo citar.
Poblenou, jueves 15 de marzo de 2012
– E-pistolario: Nuestra agria polémica…
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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