Querido amigo:
Vaya, resulta que Sexo, mentiras y cintas de vídeo, aquella rompedora película de Steven Soderbergh, cumple este año sus 25 de vida, menudas coincidencias. Nos vino su recuerdo a la cabeza en la noche del sábado, cuando vimos aparecer a según quien en el video conmemorativo del récord de Leo Messi proyectado en el Camp Nou para general y espontánea rechifla del personal. Ayer, Martí, no se hablaba aquí de otra cosa, con cafeterías y conciliábulos diversos dedicados a la disección de tan curioso e inesperado episodio. Para empezar, desde luego y sin duda, lo mismo resucitan a Laporta que se meten en laberíntico jardín de protestas por pretender cuota de protagonismo cuando no les toca. Los crecidos círculos de oposición azulgrana, que van apareciendo como setas en bosque tras la lluvia, son partidarios de no desarmar a los actuales dirigentes y dejarlos que prosigan en su conocida y habitual dinámica. Al fin y al cabo, muestran una simpar habilidad para dispararse en el pie y mojarse, al tiempo, en todos los charcos donde pisan, no hay que restarle méritos. Ellos solitos les hacen todo el trabajo.
La fracción irónica de la trinchera opuesta carga el mochuelo de tan surreal idea del vídeo con intrusos al ideólogo encargado de su pésima comunicación, genio que habría aprovechado el paso del Pisuerga por Valladolid para meter con calzador a Bartomeu y Zubizarreta allá donde solo había lugar para el genio de Rosario. O el petiso o sus compañeros y ex, tipo Rijkaard, Ronaldinho, Eto’o, Guardiola, etcétera, nada de advenedizos y arribistas presentados por sorpresa para chupar cámara y conseguir un instante de notoriedad gratuita, indeseada. No era su fiesta, no habían sido invitados y así lo entendió el personal, que parece por fin despertar de su larguísima siesta de dos años, letargo coincidente con el adiós de Pep y el lentísimo desajuste emocional que, a modo de gota malaya, ha provocado el desencanto, desafección y alejamiento hacia la actual directiva protagonizado por un enorme pedazo, porcentaje notorio aunque imprecisable, de aquellos socios que brindaron apoyo masivo al presidente huido, precedente del actual presidente accidental, apelativo que les corresponde por mérito propio como antes los estudiosos apodaban Hermoso, Velloso o Hechizado al monarca de turno según se les ocurriera tildarles a sus contemporáneos.
El Camp Nou dejó un mensaje rotundo: a Messi, ni tocarlo. Y cuando se pronuncia el Estadi parece la copla de la española cuando besa, que besa de verdad: ni se os ocurra. Nada de molestarlo. Hacedle la vida fácil y cómoda, como aconsejó Guardiola. Queremos que se retire aquí. Servidle como escudo si aprieta Hacienda y dejad de pisarle callos y orgullos. Incluso, tácitamente, copiad a Madrid con su almibarado arrobo a Cristiano Ronaldo, eternamente arrullado, mecido, ensalzado hacia otro Balón de Oro. Al fin y al cabo, en otra maniobra estratégica de las que se disparan por la culata, cuando trajeron a Neymar y pagaron los 40 kilos de marras a su señor papá, poco dudaron a pesar de que el chico nada había demostrado aún y solo lucía una evidente hoja de servicios en blanco a favor de su nueva causa. Entre los malpensados –porque este personal fuerza a la gente a ser malpensada, básicamente–, los hubo que creyeron inminente el cambio de cromos en el liderazgo. Traspasamos a Messi, ya que es el máximo representante de la época gloriosa que tanto nos molesta, y que sea el brasileño nuevo adalid con el objetivo de colgarnos sus medallas, que serán exclusivamente nuestras. Si, llevas razón, Martí, cuesta meterse en cabezas tan retorcidas y justificar psicopatologías tan pronunciadas, pero bastante de eso hubo. Hasta el sábado, cuando se acabó lo que se daba con Messi, el baluarte intransferible.
Es más, la primera reacción de los silbados tampoco colaboró a suavizar la afrenta. Bartomeu apeló a la democracia y a las diversas sensibilidades del espectro culé para pasar por tolerante cuando, ay minucia, pequeño detalle, no ha sido siquiera votado. Ya le tocaron las orejas al anunciar solemne que se presentaría a la reelección. ¿Reelección, de qué, si en la papeleta del 2010 solo ponía Rosell? El poder tiene estos jabonosos resbalones cuando no andas firme, y que no vuelvan a la murga con la hipotética legitimación proporcionada por los estatutos que ellos mismos redactaron. Por lo que respecta al director técnico, hombre tan contestado que ve ya conjuras y conspiraciones incluso cuando alguien se le cruza y le da los buenos días por simple educación, cada vez que suena Vermaelen, cada vez que alguien suelta Douglas o se refiere a los centrales, se produce en la parroquia una especie de reflejo condicionado a la Pavlov que les lleva a recordar a la familia del responsable en manera no muy halagüeña. Le han colgado la percepción de vago de siete suelas, más lento en la ejecución de funciones que el preceptivo caballo del malo en los westerns, y eso ya no hay quien lo mueva, sea o no injusta la carga. Por si faltaba añadir picante, quizá empecinados en proseguir con su propio pie a modo de diana hasta que consigan hacerse daño de verdad, empieza a despuntar un caso, no le llamemos aún escándalo, relacionado con la empresa de representación de algunos con mando en plaza en el filial que mueve piezas con brío, traspasa e ingresa según le parece sin que prime ahí el beneficio común sino el interés particular más jeta. Además, si a alguien se le ocurre indagar en el creciente runrún dedicado a la tentación de inflar el precio del ininteligible fichaje de Douglas hasta los 12 millones, esto puede ser Troya, el Watergate que acabe con todos ellos, obligados a plantear elecciones así acabe la presente campaña. Entre Douglas y el Arsenal, temas que parecían del todo secundarios, al final conseguirán que les explote la santabárbara en los morros. Solo faltaba ya Marco Aurelio en el tomate.
Interesante, Martí, eso de ganar 5-1 al Sevilla tras el mejor segundo tiempo de la temporada y dejar, a pesar de la felicidad del momento, resquicio por donde pudiera colarse tan tremenda silbatina, de la que han tenido incluso que hablar los altavoces a su servicio por resultar imposible obviarla. Están en manos de Luis Enrique, ya era harto conocido el diagnóstico, y ahora les recuerdan que no deben tomar el nombre de Messi en vano porque igual dependen de él para no morir ahogados en un baño de urnas. En esos conciliábulos de la conspiración, quienes hace un par de meses andaban cabizbajos en el lamento, hoy muestran pecho henchido de esperanza. Caerán por su propia incapacidad, es cuestión de tiempo, aseguran ufanos. Solo les aguantan ahí los hipotéticos compromisos firmados con quienes deben sufragar la tremebunda factura del faraónico proyecto de remodelación, esos aliados de fácil talonario de los que la mayoría huye hoy como apestados antes de que los poderosos del mundo occidental decidan pronunciar su caída en desgracia. Vaya, el Barça pendiente de la más sofisticada geopolítica planetaria, qué curiosidades encierra el fútbol.
Ahora, ahí abajo, en el césped, solo interesa mantener distancia corta con el Madrid, recuperar sensaciones y confianza, acabar primero de grupo en la Champions y, en definitiva, ganar tiempo sin mayores sustos ni apremios. Pero la vista se empecina en dirigirse, desviado el rabillo del ojo, hacia el palco. Sin remedio y en espera de comprobar cuál será el próximo tropiezo, como se trastabillarán con la nueva piedra. No las encuentran en el camino, se las colocan solos. Proverbial facilidad la suya para perder la vertical sin necesidad de terceros.
Y por cierto, dedicado a quienes confunden el sentido y significado de demagogia: hoy mismo, si hay un club que supera los límites de lo deportivo es el Rayo Vallecano con su maravilloso ejemplo de solidaridad hacia doña Carmen. Detallazo de chapeau que no ha caído en saco roto: en la hoy convulsa periferia, algunos se preguntan dónde quedó arrinconada la indispensable proyección social que convertía al Fútbol Club Barcelona en el archimanido més que un club cuando el embajador del Valle del Kas te da tamaña lección de humanidad. Otro detalle si quieren, pero concédanle la debida importancia. Cuídate y a ver qué nos depara próximamente esta continua fuente de sorpresas. Un abrazo,
Poblenou, peña rayista
* Frederic Porta es periodista y escritor.
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