Mi muy paciente amigo
Disculpa, se me quedó algo en el tintero (menudo recurso más anacrónico), tras la misiva enviada. Recordarás que en el último párrafo te hablaba de Anquetil y Poulidor, sobre la nula imagen pública del gélido y distante campeón alsaciano contrapuesta al fervor popular que despertaba el perdedor Raymond, a quien su país alababa por el diminutivo, digno de alcoba, de Pou-Pou, con lo que todo queda dicho. Sostiene la historia, y mantiene allá por donde la quieras consultar, que el aguileño Jacques se llevó cinco Tours y su máximo rival en los 60 se quedó con un eterno palmo de narices, por soltarlo sin ambages. Aquí te planteo la hipótesis: si trasladáramos la pugna entre tan sacros ciclistas medio siglo después, la presión emocional y de marketing al servicio del ídolo popular hubiera conseguido que le entregaran un Tour, aunque sólo fuera por los servicios prestados y los afectos contraídos, pasando por encima de kilometraje, clasificaciones, horarios, distancias y otras zarandajas de corte estrictamente deportivo. Y competitivo, que es de lo que se trata, aunque ahora deseen negarlo.
Desde antiguo, a partir del nacimiento de la sociedad comunicativa, cualquier poder desea labrarse una realidad a medida, como si todo se pudiera reducir a una visita al sastre y que te deje convertido en un Gatsby, un Petronio, sin mayores complicaciones. Si hacía falta, Stalin trocaba la foto y dejaba a Trotski sin asistir al mítin de Lenin, por evocarte una imagen paradigmática. Hoy, en la sociedad del consumo y la satisfacción inmediata, de las nuevas tecnologías, del hedonismo compulsivo, la sociedad multitarea y del brevísimo espacio de atención, crece la presión en el sentido de anteponer intereses particulares a méritos individuales y te pueden pasar huevo por castaña con una facilidad, y un morro, espeluznantes. Quede expresada la divagación a propósito de los premios individuales: existe cierto hartazgo, tan gratuito como evidente, ante el contumaz acopio de galardones almacenado ya por Lionel Messi y prisa por buscarle sustituto, alegando un inexistente cansancio de la masa consumidora y los discutibles méritos de los Poulidores contemporáneos, a quienes el poder que les respalda, a ellos y a la camiseta que les paga, insisten en convertir cuanto antes en número uno del momento, lo merezcan o no. No discutiremos ya, a estas alturas de partido y milenio, sobre la conveniencia y exactitud de los caramelos individualizados entregados en disciplinas de práctica colectiva, ni tampoco quedan ganas para estériles controversias sobre el sentido de la justicia, pero sí cabe la reflexión sobre este enésimo signo de los tiempos.
Curioso, cuando menos, Martí: en lugar de extasiarnos sobre si Messi, ese extraterrestre, llegará o no al cuarto Balón de Oro consecutivo, repetición que le llevará a la consideración como mejor futbolista de la historia –que no es moco de pavo–, se diría que nos hemos aburrido y hastiado ya de su irresistible reinado, sin sopesar su edad, el tiempo que aún le queda por extasiarnos u otras evidencias derivadas. Somos tan volubles que incluso las mayores muestras de talento generan bostezo cuando son repetidas en el tiempo, ya ves. Hoy, abiertamente, existe prisa por meter a otro en el trono, cuando no pasan en ningún caso, pese a su formidable excelencia, de abnegados contemporáneos secundarios a los que no queda mayor remedio que la santa resignación. Les ha tocado en desgracia, y también suerte si son realmente humanos, vérselas con Picasso y ahí se quedan con sus ganas de Poulidor. O de Salieri con Mozart, no insisto. Ni falta hace soltar aquí la retahíla de nombres, aquellos que todos suscribiríamos –algunos bien cercanos en geografía– o la especulación de quiénes serían añadidos a la cohorte de aspirantes al trono por gusto personal de cada cual.
Ya que aceptamos pulpo como animal de compañía del mismo modo que tragamos con ese tipo de campañas interesadas, preparémonos a resistir un bombardeo contumaz y diario. Toda la maquinaria propagandística al servicio del madridismo nos perforará la razón con la candidatura de CR7, para que el niño tenga juguete y deje ya de joderles la marrana interna con la pelota. Desde Barcelona replicarán a base de argentino mesías, pese a que algunos ya contemporizan con la avanzada edad de Xavi o quieran también variar proponiendo a esa mariposa flotante nacida en Fuentealbilla. Cambio, variación, novedad, the show must go on, modas. El caso es negarle al 10 lo que le corresponde y toda la vida le hubieran entregado: si reina y gobierna a tal nivelazo, que siga en el trono mientras le cunda el rendimiento. Al fin y al cabo, ¿no se trata de eso? Ahora y aquí, ya no, nos hemos vuelto tan volubles y caprichosos que cada día hay que cambiar, venga o no a cuento, nos amparen o no serias razones. Este baile de San Vito propio del nuevo milenio, consumir y consumir, me tiene ya hartito, Martí, cansado de bregar con la evidencia por bandera. Evidencia que todo quisque discute y vapulea.
Pues eso, que Bartali le gana a Coppi, Ascari supera a Fangio o Keizer le puede a Cruyff. Básicamente, por variar. Menuda tontería.
Cuídate de propagandistas y sus asalariados del football-business. Y de los aires acondicionados, de paso. Un sólido abrazo.
Xanadú, 5 septiembre 2012
* Frederic Porta es escritor y periodista. En Twitter: @fredericporta
– Foto: www.cyclinghalloffame.com
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