Apreciado amigo,
Agradezco las dos fotos de Valeri Brumel, no las conocía y merecían enriquecer tu reflexión. El aterrizaje en Colombes, según fecha, debe andar por la tremenda fase de rehabilitación del pobre Valeri. Qué duro proceso. Hablando de dureza. Íntimamente, resulta férrea la tarea de obligarme a meter el freno de mano, a propósito de otros aspectos comentados en tu última e-carta. Soy marxista a pies juntillas, sector disidente Groucho, y si suelto lo que pienso, no me secundarán ni en casa, faltaré gravemente al preceptivo seny. Aún así, permíteme explayarme en dos conceptos que agravan la salud del oficio cual metástasis: Los revisionistas y la creación de personajes. En definición apresurada, los primeros son aquellos que vuelven a repasar la historia bajo la aviesa intención de convertirla en traje a medida. De sus ideas o de los intereses que los protegen. Desgraciadamente, en el fútbol español, no faltan oráculos ni pontífices entusiasmados para echar la vista atrás con pérfidas intenciones. Total, nadie se molestará en corregir sus excesos. Y ahí se han cometido auténticas tropelías, tremendas desfachateces. No cometeré el poco caballeroso desliz de citar obras ni autores, pero haberlos, haylos en pequeño montón. Entre los seguidores del fútbol, se consume el último encuentro y se proyecta la atención hacia el siguiente con memoria de pez, no hay más. Por tanto, cualquiera puede versarles sobre una final de los 20, tal jugador de los 40 o lo que quieras bajo absoluta impunidad, haciendo de su capa un sayo y colando como dogma de fe la falsedad más ignominiosa. Y del pretérito se aprovecha lo que convenga para reforzar cierta dinámica de trincheras actual, beligerante y acorde con la guerra que desean establecer, donde el primer perdedor es la verdad. Dejémoslo así.
Y de los personajes, me asombra la capacidad de reinvención y la astucia de algunos para crear de su persona y desempeño profesional una pura ficción. Bien lucrativa, naturalmente, o si no, la mutación carecería de sentido y base. Así, uno aparece en las tertulias reciclado en sabio sabihondo, el segundo en bebedor ficticio de las mejores fuentes periodísticas y el tercero, de payaso gritón. Cierto share lo consume y ellos ganan notoriedad pública –que no fama, concepto más digno en origen-, amplían la cuenta corriente y captan legiones de furibundos seguidores. Todo, a la salud de su bolsillo y de sacarle más perras al amo. Ya sabemos que no existes si no sacas la jeta por televisión y poco eres sin el segundo apellido. No el de la madre, sino el que te brinda el medio de comunicación que paga la nómina a final de mes. En este pandemónium de arribistas, si llegas a entender algo ya desbrozado el griterío de gallinero, abunda el personal entregado al periodismo de camiseta, librado a vete a saber qué causa redencionista que les sirve para disimular su disfraz, su ego y su nula voluntad de servicio.
Entre revisionistas y actores, apañados estamos. Ocupan tanto lugar, generan tanta corriente de opinión, que necesitas un machete para abrirte camino en el corazón –si lo hay- de esa agreste, interesada, mendaz selva. Nada, paso página, que me conozco y extendería la tesis hasta el infinito, sin auditorio, me temo, que la escuche y comparta.
En puertas del weekend, dediquémonos a menesteres más luminosos. Al fin y al cabo, apenas en un mes ya estaremos de vuelta con Mad Men y las aventuras de Don Draper me interesan, distraen y enseñan mucho más que lo apuntado líneas arriba. Será ficción, pero es más real. No existirá, de acuerdo, pero cuenta con un guión infinitamente mejor.
Febrero, tiempo de arranque para calçotades, qué maravilla. Aprovecha, descansa y modera tu ración de Premier League, amigo.
Poblenou, jueves, 24 de febrero de 2012
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