Querido Fede, 15 días ya sin escribirte. Es lo que tiene huir a la Finlandia profunda… Disculpa semejante plantón, pero regreso ya a nuestro intercambio epistolar, mil veces más rico, fructífero y prolífico el tuyo que el mío.
Y lo hago pensando en tu primera carta, aquella en la que decías que 10 puntos no es nada. Recuerdo haberte replicado que 10 puntos es un mundo y la realidad se ha ido inclinando de tu lado. Parece que haya pasado un mundo desde entonces, aunque apenas ha pasado nada, pero los 10 puntos han perdido un cero, que es nada según donde lo coloques, pero también puede ser un mundo. Y no me digas que te lías porque sé que no.
Será escocesa, pero es una Liga apasionante por el pulso entre estos dos gigantes. No sé si te gustará lo que te diré: estoy prendado de la intensidad de este Real Madrid. Me parece un equipo descomunal. Que haya conseguido aventajar en diez largos a este Barça infinito es un mérito solo al alcance de competidores eximios. Sin duda, su modelo de juego contiene defectos importantes, el primero de los cuales es la propia indefinición. O mejor, la ausencia de una definición rotunda y construida. A veces nos preguntamos: ¿A qué juega el Madrid? Y no hay una respuesta tan contundente como su realidad. Más allá de adjetivos genéricos o raciales o de intensidad, ese juego del Real Madrid actual no posee una estructuración intelectual definida como sí ocurre con el juego de posición del Barça, herramienta que se ha ido puliendo, mejorando y definiendo en todos sus conceptos desde hace varias décadas.
Pero que posea cierta indefinición no le resta mérito. Si acaso, le perjudica, pues en momentos de alta tensión y ansiedad, como ocurrió el domingo ante el Valencia, el equipo se agarra más a la fuerza, la potencia y la voluntad que a un estilo que él mismo sabe que no existe en su completa dimensión.
Dicho lo cual, formidable competidor este Madrid. Siempre lo ha sido, pero ahora ha redoblado semejante virtud. La gente tacha de meapilas a Guardiola por decirlo en público, o por elogiar sobremanera a Raúl, pero eso ocurre porque los colores y la bufanda impiden valorar al rival. A mí me sucede al revés: tiendo a valorar mucho la competitividad, incluso por encima de la estética y el estilo. Desde luego, Federer es cien veces más plástico y elegante que Djokovic o Nadal, pero la energía de estos dos resulta conmovedora. Llámame antiguo: soy de los que veo los Juegos Olímpicos sin fijarme en la nacionalidad de los atletas. Me da igual de dónde vienen: me importa adónde van.
Ahora llegan 15 días que decidirán casi todo. Sigo pensando que jugar cada 3 días es un factor que acabará pesando en este pulso entre Barça y Madrid. La mezcla entre Champions y Liga es terrible. Será un ejercicio inmenso de supervivencia. Ya sabes: resistir es vencer. Abrazos matinales.
Vicente Calderón, miércoles 11 de abril de 2012
– Foto: El País
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