"Hay que recordar que quienes escriben para los imbéciles siempre tienen un numeroso público de lectores". Arthur Schopenhauer
Querido Martí:
Con lo estupendos que estaríamos viendo el Tour desde el sofá, tradición canicular donde las haya, y aquí andamos, ay, obligados a comentar estupefactos la última entrega de ese sensacional grupo de guionistas, lo mejor que ha dado el arte del surrealismo desde André Breton. Porque, no lo dudes, son tremendos cuando toca rizar el rizo de la inventiva, se les va la imaginación hasta extremos nunca vistos desde Lovecraft, por citar al primero que se me viene al magín. Ya ves, Martí, habíamos perdido de vista el número de capítulos que acumulábamos en el culebrón cuando, de golpe y porrazo, bajo este Lorenzo de mil demonios, aparecen con un montón de folios bajo el brazo, dispuestos a continuar este remedo de saga de “Enredo”, la recordada “Soap” en el original, aquella crítica de folletines sin pies ni cabeza cuyo reparto encabezaba Billy Crystal. Así, de golpe y porrazo, decíamos, los responsables de tamaño desaguisado han tenido a bien airearnos el bochorno con nuevas entregas de esta apasionante serie. A saber, los titulados “La letra pequeña”, “El gran seductor”, “Xavi se queda (finalmente)” y “El central de marras”. Será por imaginación. No paran, no. Y antes de que los suyos, sus palmeros, empiecen esta noche en las tertulias y mañana en los papeles a reír las gracias de tanto protagonista de signo dadaísta, permíteme que eche unas líneas presididas por la sorpresa -capacidad que nunca agotarán estos figuras que se superan a diario- y la más literal estupefacción.
Nada, fantástico. Te llama el juez de la Audiencia Nacional y tú, erre que erre. Te has dejado barba para despistar, para que no te den el peñazo en petición de explicaciones ciertas jamás otorgadas, y allí, con lo que debe impresionar el escenario, emulas a Don Tancredo, monumento a la tozudez y no mover un puro pelo. Que fueron 57’1 millones, ni un euro más. Y que la gente de mi casta -por decirlo a la ‘pablemos’ aunque comience a cansar la cita-, no nos leemos la letra pequeña, hasta ahí podríamos llegar, que eso queda para subalternos, monosabios y chusma a sueldo en general. Bueno, Bartomeu reconoció en plaza pública que eran 86’2 millones, pero da igual, no importa el pequeño detalle sin trascendencia. Ni siquiera se ponen de acuerdo en eso cuando piden la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad, que a ellos todo ese montaje de jueces, fiscales y Perry Mason se la trae floja. Cuando le toque al presidente accidental (al que otros llaman okupa, directamente) y a su colega de los números cargar asimismo con la imputación, próximo paso previsible de esta verbena, lo único que parece meridianamente claro es que el pobre Ruz alucinará con el personal que corre, mando en plaza, en esto tan peculiar, proceloso y dinamitable llamado fútbol. Lo de explosivo va por cómo abusan de nuestra paciencia, Dios mío, que desde Catilina no se había visto nada igual. Tarea de trileros embutidos en traje de Armani, que queda más fino aunque la categoría del asunto entre manos siga igual de reproblable desde los cánones más habituales de ética y moral.
Pues eso, para no abundar en lo mismo, sale a colación el propio club, imputado por vez primera en su centenaria historia -aunque tampoco parezca que tal nimiedad importe a nadie-, y asegura en comunicado con gesto serrano que el ex salido por piernas fichaba olé gracias a su proverbial don de gentes, a su simpar capacidad de seducción. Al parecer, nunca había visto el planeta del balón cosa igual. Mejor que Clooney derritiendo voluntades femeninas. Mejor que Bogart o Mitchum en su mejor momento. En las negociaciones, a la menor caída de ojos del huido, cada pestañeo significaba un vahído de los representantes, dispuestos a rebajarle diez millones de golpe sólo por oírle susurrar la deshonesta oferta que le convenía a medio palmo de sus orejas. Sí, vale, mañana saldrá toda la canallesca connivente dispuesta a tragar esa rueda de molino, pero, ahí la duda, el resto de mortales, iniciemos énfasis de pregunta retórica, ¿debemos tragar con semejantes memeces? ¿Tan cortitos nos ven, de verdad?
Pues sí, será eso. Por lo tanto, ya puede irse Hummels al servicio de Van Gaal por veinte kilos que aquí prefieren a un treintañero del Valencia, sin excesiva experiencia en el cargo de central, que el año pasado costaba exactamente la mitad de lo que costará ahora. Como les imagino al cabo de la calle, no hace falta ahondar en la delirante materia. El problema radica en cómo situarse en la misma coordenada, latitud y longitud, de su lógica. Por mucho que lo intentemos, y llevamos así varios días, no hay manera de entender el intríngulis de la cuestión. A no ser que algún factor desconocido se nos escape, pero como fuimos criados en la convicción de la bondad natural del género humano, pues eso, no lo cogemos. Como los chistes. Nos lo tendrán que repetir: Mathieu, 31 años, toda la vida lateral zurdo, 20 kilos del ala, el doble de hace un año… Pues no, no hay manera, seguimos sin pillarlo.
Como eso de Xavi. Llevaban, decían los altavoces, un largo mes negociando el finiquito y de repente, nada, que me quedo, que no me voy. Ni Catar, ni Nueva York, ni antes, ni después. Aquí. Estupendo porque también despertaba una terrible pereza verse obligado a entender cómo alguien considerado básico, fundamental en el retrato robot del modelo, artífice en los mejores años del barcelonismo, iba a decir adiós caso de cuadrar las cuentas de la liquidación por servicios prestados y llegar a un acuerdo a fin de prescindir del bienio pendiente según contrato. Qué cosa más prosaica, ¿verdad? Pensábamos en algo más romántico, pero no. Que se queda. Ah, pues, vale, igual nos hemos perdido algo, algún diálogo o escena en el capítulo y no es caso de pedirle a la santa que nos sitúe, a ver si comprendemos la trama de una vez. Enrevesados, los guionistas, sí.
Y eso que, en ocasiones, el diálogo se vuelve previsible si observas el primario sentimiento culé. Seguro que alguien ya habrá saltado a la tercera línea al grito de ¿y el Madrid, qué? O la derivada: Ya que usted cobra de Florentino, ¿por qué no le pide explicaciones a él sobre el formidable fondo de caja que lucen para tanto fichaje de relumbrón? Pues mire, no es nuestro negociado, ni la ventanilla donde haremos cola por lejanía y, en castizo, con su pan se lo coman, francamente, qué manía con el comparar para evitar pedirle responsabilidades a los propios sin preocuparse por lo ajeno. Más le vale interesarse por el sarao que le han montado en casa durante los últimos cuatro años de gestión directiva, sin duda, o preguntar al eco del barcelonismo si tiene previsto reaccionar algún día ante el tremendo esperpento. Hoy, en los salones de la eterna, continua conspiración culé no se habla de otra cosa que no sea la increíble indolencia general del culé, de cómo tolera con (aparente) infinita paciencia el serial por entregas tipo ‘Enredo’ al que le toca asistir por obligación de fe.
Cuentan y no paran sobre intereses particulares, sobre la hipotética caída en manos del demonio catarí, sobre la evidente venganza que paga el modelo heredado, sobre… Tantos y tantos aspectos que resulta imposible enumerar. Será ‘Enredo’ o puede que sea una rareza argumental de tipo ‘Twin Peaks’, donde de repente aparecía bailando un enano con el metraje marcha atrás y te daban ganas de pedir el teléfono de David Lynch para acordarte de sus ancestros sin excesiva cortesía. No se entiende apenas nada, no se comprende que, de repente y a toda prisa, organizaran un referendo dedicado a la remodelación del Camp Nou para ganarlo gracias a los amigos y a la inacción ajena, con el paso siguiente consistente en aparcarlo en un estante para no soltar ni mu en los cuatro próximos meses, que es donde estamos exactamente ahora mismito. Todo muy enrevesado, difícil de seguir en texto y diálogo. O no, o está todo clarísimo y seguirán emitiendo capítulos dignos de Buñuel y Dalí convencidos de que continuaremos sin abrir la boca por puro pasmo. Así, ellos, a la suya, con el único telón de fondo brindado por sus compinches, que esos no paran de aplaudir el pastiche, ese estrafalario escenario donde sigue descomponiéndose el Futbol Club Barcelona a ojos vista sin que a nadie le importe un pepino, por lo visto. Igual son muy buenos en sus artes y artimañas, como para hacerte creer que estás tan sólo en la evaluación del panorama como Robinson Crusoe en la maldita isla. El barcelonismo no gesticula ni por acumulación y eso que llevamos doscientas, cada cual más sonada que la anterior. Y siguen, y siguen….
En fin, Martí, éstas tenemos. Lástima que el Purito no ande en la forma habitual para alegrarnos las etapas pirenaicas, pero no podemos tenerlo todo en esta vida. Con seguir este enredado serial y no morir en el intento ya cargamos bastante. Un abrazo y estáte al fresco en lo que te sea posible.
Poblenou, ya tuvimos nuestro culebrón
* Frederic Porta es periodista y escritor.
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– Foto: Emilio Naranjo (EFE)
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