Perarnau Magazine

"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry


Frederic Porta / Firmas

E-pistolario: Entre gulags y checas

por el 14 marzo, 2014 • 17:21

Mi querido amigo:

De entrada, disculpas, no pretendo que el e-pistolario cargue aún más tu distraída agenda del día. Para combatir el rigor climatológico en tus nuevos barrios de puntual residencia, nada mejor que la dimisión de Uli Hoeness, vaya manera de atizar el fuego. Ambiente cocidito, aunque solo sea por el aumento de temperatura corporal que genera pensar que, al menos, allí dimite alguna vez alguien. Como escribiste tiempo atrás en réplica a mis divagaciones, la diferencia radica en que allá, si te pillan con las manos en la masa, la pagas, vaya si la pagas. Aquí, defraudas al fisco y nada, sigues saludando a los conocidos por la calle o el bar como si tal cosa. Encima, consigues que te miren con cierta admiración: este tío es un listo… Bueno, pues eso, no nos metamos por ahí, que ya he salido calentito de casa.

Sabrás, Martí, que días atrás nos dejó Isidre Flotats, exjugador del Barcelona durante ocho temporadas, secundario de brega de amplia trayectoria en diversos equipos catalanes –también el Espanyol, donde se consagró– y conocido entre sus coetáneos como marcador de Di Stéfano cuando tocaba gran enfrentamiento, lo que ahora el marketing ha dado en llamar clásico. A la Saeta Rubia, a quien aquí se temía más que al granizo por razones no solo deportivas, también la había vigilado con fortuna Josep Seguer, otro ilustre al que despedimos recientemente. Ambos eran sietepulmones incansables, estajanovistas del césped dotados de gran sentido de la anticipación. Pues bien, expira Flotats y, a modo de homenaje, Manuel Tomás, director del Centro de Documentación del Barça, reducto donde se lucha aún por preservar la memoria histórica del balón, difunde un oportuno tuit en recordatorio y homenaje que incluye un texto extraído de la revista Once, ya sabes, popular revista de los cincuenta heredera de la tradición lugareña, muy amante de las publicaciones satíricas, que alcanzaban enorme difusión cuando ni siquiera teníamos televisión y el fútbol, básicamente, se leía entre semana a la espera de la nueva cita dominical. En el texto, titulado “Flotats, o la buena forma siempre flota”, seguramente escrito por Valentí Castanys, alma mater del heredero de aquel Xut! prerrepublicano, los cachondos de la revista imaginaban la frustración del astro argentino y le ponían esto en boca: “Creo que ese Flotats es un acaparador. No me dejó libre ni un minuto, ni que fuera un taxi (…) Si cada domingo me saliera un pibe de esos, le aseguro que me dedicaría a tocar tangos”. OK, situados, pura coña. Muy bien, a la hora de redactar el obituario de Flotats, seis cabeceras, seis (como en los toros), entre lo mejorcito de cada casa, adjudicaron al mismísimo Don Alfredo la paternidad de tan falsa como sardónica aseveración, ignorando por lo visto la fuente y sin saber qué demonios era el Once. Bravo. Viva el rigor periodístico manque pierda, como el Betis.

 

¿A cuento de qué el cuento? Fácil. Tengo iniciado un texto sobre periodismo deportivo que nunca consigo terminar, no sé si a causa de la pereza o de la desazón sentida hacia los salteadores de caminos que pueblan el otrora maravilloso oficio, hoy terminal y boqueando cual pez fuera del agua. Puedes imaginar que la reflexión no es nada corporativa, cansado como estoy de que nos metan a todos en el mismo saco, junto a gente de patibularia condición y aún peor ética ante la que cambiaríamos de acera sólo verla, nada de proceder siquiera al simple intercambio de educados saludos. Pues bueno, vamos allá, ahora andan creciditos tras el pase a cuartos de final y para distraer al personal, proclaman todas las venturas que daban por desaparecidas en combate tras el desastre de Pucela. Como la crítica es ciclotímica y nos quieren hacer creer que eso de la euforia y el derrotismo en la misma frase, o casi, es propio del espíritu culé –mentira cochina de las gordas–, ahora toca vaso lleno y denunciar que el crítico, el que no ve un gran estado de forma en la plantilla, es mal barcelonista y de propina, rojo, masón y seguro que no se lava siquiera las manos antes de comer. Vale, el síndrome Johnny Guitar, tal como lo bauticé en un ya lejano día: dime solo aquello que quiera escuchar, prefiero mentiras piadosas a verdades contrastables. Después, cuando me arree de bruces contra la tozuda realidad optaré por dos salidas: me haré el amnésico y vociferaré como el primero o te diré, directamente, ves, ya te lo decía yo, tan pancho y tan jeta. A ver, si uno fuera Soriano o Txiki, que ni lo es ni lo pretende, ya estaría quedando a cenar con don Manuel para que me explicara cómo fue tan cobarde en el planteamiento de ida y errado para el de vuelta, disponiendo como dispone de un arsenal de recursos al que se le va pasando el arroz por mucho que el jeque tire de chequera.

Y el Barça, dicen sus palmeros, aún puede ganarlo todo. Sí, por supuesto, cuestión de fe, también podemos creer en apariciones y psicofonías, ningún problema. Para la inmensa mayoría de esa corriente de opinión constante en mainstream, gran partido ante los citizens. Pues no, tampoco, dejen que reme contra corriente. Disgusta ver a un púgil, permítanme el símil, otrora en continuo control del escenario, marcando los tiempos, eligiendo el momento de pegar, dispuesto a la iniciativa en exclusiva, que acepte ahora deshilachado y con la guardia baja el intercambio continuo de golpes, el castigo del fajador, convencido, como si fuera Rocky Marciano, que cuando consiga hallar hueco en la mandíbula o el hígado, el rival caerá desvencijado. O no. También puede el rival soplarte una castaña de aúpa y noquearte en la lona sin remedio. A ver, cuando has llegado a la sublimación de ser Muhammad Ali en su mejor versión, no puedes conformarte en tirar atrás las agujas del reloj y empeñarte en revivir fases superadas, etapas cerradas como si ahora te reencarnaras en Jack Dempsey o cualquiera de esos púgiles que tenían un mazo por manos (llamado Messi, ya que estamos en las analogías) y ese era su único recurso y bendición. No creemos en este Barça irreconocible, descafeinado, de enorme talento aún y rumbo desnortado, y no nos extenderemos más en ello aún disponiendo de incontables razones y argumentos. Que no nos despierta confianza, ea. Y no creer en la obtención plausible de títulos tras comprobar que existen otros candidatos de mucha mayor enjundia y percha, hoy y aquí, no nos convierte en nada, ni otorga razones para etiquetarnos como quisieran esos curiosos preservadores de no sé qué (cómo no sea su negocio e intereses, no sabemos de qué), empeñados en desterrarnos al gulag o torturarnos en la checa por disidentes, traidores a la patria y a la causa y autores intelectuales de la muerte de Kennedy. Que no. Ahora se empieza a llevar una curiosa etiqueta: como si otrora estuviéramos a sueldo del oro de Moscú, hogaño se nos paga con cerveza bávara. Somos los nostálgicos (¿?), más malos que la tiña. No veas cómo se alborotó por aquí el gallinero tras una frase de Beckenbauer, a propósito del aburrido, para él, modelo impuesto en el Bayern con firma de su nuevo técnico, aquel que tantos dardos recibe indirecta o directamente desde su casa natal tras haber protagonizado la mejor época en la historia del club. Vaya colmo de desagradecimiento. Sí, pero fichó a Hleb y Chigrinski, argumentan soliviantados los poseedores del credo cierto y de los diez mandamientos en azulgrana. Sí, contrarreplicamos la carne de checa y gulag, majos, venga, iros a tomar viento que andáis un tanto perjudicados en las prioridades de razonamiento. Y así, distraemos el rato, fieles a lo que dijo Galeano sobre el futbol, contemplado como la más importante de las cosas intranscendentes. Ellos son más de la rama Shankly, ponerlo por encima de la  vida o la muerte, siempre según, claro, el último marcador o la consigna directiva o la negociación por las promociones o tantos otros factores importantes en su férrea ortodoxia militante.

Y sobre herr Franz, lo mismo que aplicamos a Maradona, Pelé y otras glorias: mostraron su excelencia suprema con el balón en los pies. Como oráculo o voz referencial, calamidades todos ellos sin remedio. Ya ves, los presuntos y autoproclamados guardianes del cortijo repartiendo carnets de buenos y malos tras separarles a voluntad arbitraria y Hoeness en el talego, qué cosas tiene el progreso de las naciones. Aquí, tan pronto vas al lavabo y vuelves, ya te has perdido la última: ahora quieren convocar el referéndum sobre la remodelación de Porcelanosa, la de los 600 kilos de vellón en alicatados hasta el techo y niquelados sin fin, haya o no partido ese día escogido. Ay, que no las tienen todas y cuantos menos voten, más fácil movilizar a sus huestes, las del voto cautivo, las del qué te doy a cambio de lo que me des, todo enormemente altruista, nota aquí el tono Once. Y si te despistas, te dicen que ellos cobran 30 por la camiseta contra 70 millones del United porque esperan a revisar contrato. Unos fieras con respuesta para todo: no han sabido gestionar para aprovechar el tirón y ganar dinero a espuertas en los tiempos de máxima bonanza deportiva, de rutilante imagen all over the world (en inglés te lo digo, como les mola a ellos), lo harán ahora que se les desmonta el tinglado ante sus propios ojos por incapacidad manifiesta y sostenida. Uy, no, que lo ganarán todo, que dudarlo es signo de herejía, directamente. Olé a su capacidad legendaria para argumentar todos sus planteamientos por peregrinos que sean, para respetar la disidencia, para permitir el diálogo constructivo entre distintas maneras de contemplar el fenómeno barcelonista. O es su manera y te rindes a ella o te enchironarían, directamente, lástima que no puedan. Siglo XXI, sigue el cambalache a propósito del barcelonismo, bueno o malo según lo entiendas y expreses, aseguran los señores. Y aquí toca recordar a Groucho para espetarles: Mire usted, que no somos de ningún club que tuviera arrestos para aceptarnos, ¿queda claro?

En fin, Martí, si encuentras a Hoeness dile de mi parte que estupenda la dimisión, que no le quedaba otra, y que se fastidie en prisión por defraudador, espetado quede desde la más cochina envidia, desde el deseo de practicar el rechazo hacia algún condenado que nunca gozamos aquí. Bien pensado, menudo panorama advertimos en equipo, directiva y canallesca sin que ello nos haga mover una simple ceja, que no estamos aquí para convencer a nadie de nada. Solo para seguir observando el paisaje y su paisanaje en vida contemplativa, como los anacoretas. Un abrazo, tápate y levanta una birra a nuestra salud.

Poblenou, aquí mataron a Manolete

* Frederic Porta es periodista y escritor.





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