Querido Martí:
Disculpa el repique consecutivo, pero me quedaron detalles en el tintero tras la postrer misiva y conviene expresarlos sin dilación. Encabezo con El roscón de Reyes a manera de continuación tras el alud de carbón, amante como es uno de las tradiciones, especialmente las culinarias. Confieso que iba a titular La metástasis, porque en cualquier crisis existen raíces y ramificaciones extendidas mucho más allá del foco, de lo que centra la atención. Puede pasar, como es el caso, que los más votados en urnas resulten un fiasco repentino, casi inmediato, y a poco de comprobarlo llegues a preguntarte en privado cómo lograron colocar la percepción entre la opinión pública de considerar tanto aquello que en realidad ha ofrecido tan poquito, como es el caso. Ahora que vamos recuperando piezas del inmenso puzzle, esta directiva y su cabeza máxima se comportaron desde el primer momento como Atilas por el simple y mero hecho de no soportar el éxito de sus odiados predecesores. Venían a desmontar el cuento para escribir otro bien distinto bajo el simple propósito y ambición de que admiráramos, un suponer, la Catedral gótica por ellos edificada en el solar sin ruinas donde un día deslumbró la Sagrada Familia. Y no reparamos en las intenciones, del mismo modo distraído en que costó largos meses constatar, por ejemplo, que Tata Martino no daba la talla. Suerte que, al reconocerlo el interesado, nos ayudó a comprender el resbalón: ni tenían que haberle ofrecido el cargo ni él debía de haberlo aceptado.
En el fútbol, fenómeno repleto de curiosas contradicciones, acostumbra a producirse una situación imposible para cualquier ciudadano en su vida civil (y aquí llega la metástasis). Cualquiera que lleve, pongamos, tres años viviendo en el barrio sabe a la perfección dónde ubicar la mejor carnicería, qué zapatero remienda mejor o en qué mercería recibes educado trato. No hablemos ya de los platillos caro y barato en balanza, calidad o carencia, servicio profesional o falta absoluta de criterio para estar ante el público. Repites allá donde te place y no vuelves al establecimiento de nula satisfacción. En cambio, aquí, no hay manera. Y decimos aquí referidos al Barça, pero valdría para cualquier club, organización política o expresión ciudadana. Con la de horas que dedican al seguimiento de su pasión favorita, resulta que el personal aún anda fatalmente huérfano de la imprescindible aplicación de criterio cuando se trata de separar grano de paja en el panorama barcelonista. En este sentido, cualquiera con dos dedos de frente y mínima capacidad rumiante debería conocer de qué palo va cada cual, quien sisa sistemáticamente en el peso, quién devuelve mal el cambio, quién es el caradura que coloca producto caducado y quién es el pícaro que se paga la hipoteca gracias a tu bolsillo a base de echarle jeta, sea el protagonista del momento directivo, periodista o cualquier otra pieza de tan complejo entorno. Los señores al frente de la nave azulgrana han dejado pasar cuatro años de evidentes carencias contando con el impagable apoyo de conniventes plumillas y oráculos de parecidos intereses, empecinados en despistar al personal, no contarle las cosas por su nombre y presentar una realidad aconsejable para sus negocios y antitética con las reglas básicas del periodismo bien entendido, que ninguna relación guarda el oficio con sus tejemanejes personales o de clase. A la información le ha sucedido el chusco ‘entertainment’, poblado por toda suerte de freaks que despiertan a la vez vergüenza ajena y admiración por la cantidad de morro que le echan para vivir en el candelabro de la Mazagatos, candelero para el resto de los mortales, mientras legiones de pares les ríen sus pedestres gracias, tics o personajes creados para la representación de tan particular teatrillo. Poco les importa hundir más la ya subterránea reputación del periodismo. Contra los médicos existen los matasanos o charlatanes por invención popular de neologismos convenientes. En cambio, cabe cualquier trozo de mierda entre los que se consideran miembros de tan (otrora) digno oficio de los plumillas, evidencia que nos tiene ya consumidos hasta los tuétanos.
La metástasis, sin embargo, no define ni simboliza a esos generadores de ruido aprovechado por su propio bolsillo. La extensión del cáncer, en el caso que expreso, Martí, pretende definir a cuantos marcan la corriente de opinión de consumo mayoritario entre el barcelonismo con nocturnidad y alevosía, dispuestos a vender todo tipo de inútiles excusas o cortinas de humo en lugar de expresar, analizar, definir lo que realmente sucede ante sus ojos y entre bambalinas. Su objetivo no es otro que mantener en la poltrona a quien le concede dádivas y trato de beneficio, sea una calamidad o albergue únicamente intereses y objetivos de tipo privado, nada que ver con el desprendido altruismo hacia tan simbólica entidad y cuanto representa para millones de personas que debería, en sana teoría, guiar sus acciones. Lo vimos sin disimulo cuando tocó unir fuerzas y ejércitos para la aprobación, repentina, deprisa y corriendo, de esa sospechosa remodelación del estadio. Llamaron a rebato, se desplegaron las alianzas sobre el terreno para ganar por aplastamiento la batalla del referéndum a pesar de la locura de cifras planteada. 650 millones de euros, por favor, menuda barbaridad. ¿Cómo iban a pagarlo? Seguramente, abriendo las puertas al caballo de Troya de árabes patas, esa cornucopia de la abundancia que reparte caramelos para los porteros y vergüenza a los pacientes sufridores de tan arbitrarias decisiones. Pues bien, no nos extendamos: cuatro años, cuatro, dedicados a dinamitar la herencia, a agotar la paciencia de los pocos ideólogos que quedaban tras los tiempos de gloria. A perpetrar barbaridades. A enfadarse con todos y cada cual. A acumular pleitos perdidos en tribunales. Y a echar balones fuera. Cuando tocaba asumir alguna responsabilidad, la culpa era de terceros: manos negras, conspiraciones, lo que sea salvo reconocer que no se daba la talla. Así, no hace falta ni repasar, se cansó el caballero huido de no lograr carta blanca y patente de corso (¿en qué mundo vive?) para todo tipo de excesos y ha seguido al frente del timón a la deriva un secundario accidental que se cree legitimado sin haber cosechado jamás ni un simple voto.
Pero los cómplices monosabios siempre andaban al quite. Contra la cornada, capotazo. Contra la nueva cornada, nuevo capotazo, mayores maniobras de despiste y a seguir, venga, solo interesa mantenerse hasta consumar la construcción como gran proyecto de turbias ambiciones. Sostienen algunos admirados oráculos que el Barça muestra eterna capacidad autodestructiva. Diferimos por completo. De igual manera que las democracias albergan sensibilidades diversas -lo que aquí han dado en llamar ‘ismos’-, también buena parte de las creencias han sido inoculadas por adversarios o propios que sitúan por encima su interés, personal o de clase, su sentido patrimonial del Fútbol Club Barcelona que esa imprescindible voluntad de servicio altruista escasas veces manifestada. Reparen en que la aparición, hoy ya lejana, del Elefant Blau y su deseo de acabar con la regencia eternizada del constructor, generó una dinámica de denuncias y abogados antes impensable. Todo se resolvía en tribunales, cualquier minucia acababa en querella con razón o sin ella, solo con la simple ambición de echarle fango al adversario interno. Normalmente, se han arrojado desde la trinchera que aún no ha digerido la caída del perpetuado durante 22 inacabables años, nótese la importancia del capital detalle. Y en muchas ocasiones, a través de testaferros o secundarios vendidos por medio plato de lentejas. El caso es que cuando los antisistema capitaneados por Laporta ocuparon “su” Palacio de Invierno, la lucha soterrada se convirtió en escaramuza sin cuartel, ni captura de enemigos, avivada desde los medios afines, conniventes. Mociones de censura, denuncias en reportajes, totum revolutum en anecdotario que confundía rábano con hojas, realidad de títulos con ficción de presentar el club abandonado en las peores manos posibles. No dijeron absolutamente nada con Gaspart, es más, ayudaron a entronizarlo y ahora, cualquier papel de fumar bastaba para hacerse los ofendidos. Y tienen poder, muchísimo poder y ascendiente sobre la masa social.
Y hoy, Martí, llega el momento de ver las tradicionales ratas abandonando el no menos tópico barco. Aquellos que hasta hoy tragaron y transigieron a cambio de cuatro migas, saltan del Titanic a tiempo proclamando, ahora sí, las verdades del barquero con inusual caradura y cinismo. Casi todos, en especial aquellos que se acuestan monárquicos y levantan republicanos según el himno que suene, largas décadas obrando con el único criterio de mantenerse vivos en el negocio, de nuevo, nada que ver en absoluto con algo que suene o recuerde al periodismo. ¿Todos? No, hay algunos que seguirán braceando hasta el último momento porque es uno de los suyos quién se halla en trance de desaparecer del mapa. Qué mas da si es un incapaz. Perdona la crudeza, amigo, pero estos actúan como Vernon Walters, aquel impagable asesor directo de Ike Eisenhower, cuando, a mediados del pasado siglo, definía así la explosiva situación en Nicaragua bajo el sátrapa patriarca Anastasio Somoza: “Sí, es un hijo de puta, de acuerdo, pero es nuestro hijo de puta”. Por tanto, hará cuanto le digamos. ¿Algo que ver con la buena salud y mejor gobierno del Barça? En absoluto. Como no nos acabamos de caer del guindo, a esos sicarios poco les casa un independentista francotirador poco influenciable en la presidencia o un ideólogo que lee al poeta Martí i Pol y ya les caía fatal desde que vestía en calzón corto por no prestarse a maniobras. Hay algunas plumas que profieren patológica fijación hacia el hoy entrenador del Bayern desde la noche de los tiempos, prácticamente, y ahí siguen, gozando de altavoces y protagonismos a pesar de ser, simple y llanamente, unos miserables vendidos que viven de fábula gracias a reír los chistes del amo.
Apenas aquí, solo en una democracia débil y tutelada se permite seguir pontificando desde televisiones y radios a sospechosos habituales que bastante suerte tienen de no hallarse en chirona tras las fechorías cometidas. Otros, más prudentes, al comprender tan beneficiosa situación, tamaña suerte, optarían por un prudente silencio y quedarse en casa. Ellos, no. Esquilmaron el club, sacaron fortunas de ahí y aquí les tienes, dando lecciones y dispuestos a negar pan y sal a quienes muestran cierta honestidad, virtud en desuso que ellos, por supuesto, jamás conocieron. Peculiaridades del Barça, único lugar del mundo en el que los parroquianos atienden a quien les engaña, compran allá donde les roban, insisten en fiarse de todo tipo de truhanes cuando, si aplicaran el mismo criterio que lucen en vida civil, solo escucharían a las voces de confianza. Por suerte, aún quedan unas cuantas pese a la fuerza imponente de los tradicionales interesados. Cuando le echas lupa y análisis, empero, siempre acabas en lo mismo: por suerte, esto es muy pequeño en extensión, limitado, y nos conocemos todos. Y si no nos conocemos, te los retrata algún amigo en el tiempo de un pestañeo. Los retratos, por obra realizada, no por palabrería, que ya somos mayorcitos. A ver cómo actúa ahora la metástasis a la desesperada. Diría que tentaran las aguas para comprobar si pueden derribar a Messi, aunque si la estatua les parece firme, optarán por otra maniobra de distracción. Solo al final del camino, cuando no les quede otro remedio para mantener su posición de privilegio, cambiarán de caballo a punto de recta final, antes de que se convoquen inmediatas elecciones, para dejar a Bartomeu hecho unos zorros y en la estacada. A éste le caerán por todos lados. No es un corderito, simplemente eligió a los lobos que le acompañan y se ha ganado, pues, cuanto le toque encajar.
Messi ha echado un pulso de hastío y alguien debería tranquilizarle de inmediato. Para eso están los capitanes, los veteranos Xavi, Iniesta y Busquets, pero oyéndoles decir tonterías tópicas cuando justifican el pésimo estado del equipo no parece que estén por la labor de mojarse a favor del club que les paga y de su futuro como institución (con ellos en plan adalid, por si no lo recuerdan). Más bien preferirán esconderse bajo el sofá hasta que escampe la tormenta y vean a nuevos directivos en el palco, llegado el verano tras meses de constante frustración. O bien, puede ocurrir, que Laporta llame al argentino para decirle que resista, prometiéndole vaya a saber qué cuando se produzca la ya previsible segunda era de su mandato presidencial. Volvemos a la simpleza del resumen final: se acabó lo que se daba, los republicanos han sido pillados espiando en el Hotel Watergate y la dimisión de Nixon es cuestión de días por mucho que aquí le defienda el Washington Post local. ¿Guerra civil en el Barça? No, puro poder, batalla a campo abierto con artillería pesada entre quienes se resisten a perderlo, conocidos como establishment devastador hacia la herencia recibida, contra los descabalgados outsiders que ambicionan recuperar el trono arrebatado. Si pueden volver con Messi aún aquí, mejor. En esas estamos ahora mismo, Martí, seguiremos informando, seguro, nos van a entretener a fondo durante las próximas semanas.
El anticiclón parece instalado, tómalo como presagio de tiempos mejores. Un abrazo y avisa cuando vuelvas a homenajear la memoria del gran Gitano Biosca.
Poblenou, ya sabes mi paradero
* Frederic Porta es escritor y periodista.
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