Querido amigo:
“La calle era tan empinada que no necesitabas agacharte para atar los cordones de tus zapatos”. Con frases así, fácil que te quedes enganchado de por vida a la novela policiaca. Quién, Martí, no vendería el alma al diablo por ser el guionista que puso en boca de Marilyn aquello de “estoy tan seca que escupo algodón”. Te suelta eso la rubia platino a un palmo de tu rostro, con ese mohín entre ingenuo y canalla, y le quedan los cócteles pagados hasta nueva orden. Pues eso, la liga, los tumbos que da, parece el negro zumbón bailando alegre el bayón. No sales de un charco y ya estás salpicando en otro, como en el guión de L.A. Confidential, como en una novela de Dennis Lehane. Dejo a la meseta con sus cosas, que yo despacho el género costero, como buen viajante del textil. Quería escribirte, y reprimía tan bajos instintos, desde que le leí a Ernest Folch un verbo precioso con el que retratar a este Barça. Me parece que fue el lunes y ha pasado mientras tanto una eternidad, una barbaridad de asuntos a velocidad supersónica. El verbo de marras: procrastinar. Bello, sí, dejar para mañana algo que deberías hacer hoy, atávico, cosido al alma de estas tierras que solo atienden (y generalmente, mal) lo urgente. Llevan cuatro años dejando para mañana lo que debían hacer esta tarde misma, sin falta. Procrastinando, procrastinando, que es musical gerundio, ni siquiera han reparado que llevan plomo en las alas, que se les ha pasado el arroz, que van camino de ser pretérito sin remedio. Hasta ahora, lograron disimular. Ya es imposible, se les ve un plumero digno de vedette del Folies Bergere. Pero ellos, a su manera, perseveran en el despiste. Sobre todo, que no se note, que no les pillen la evidencia de no tener ni pajolera idea de por dónde mover este muerto.
Pasaron cien largos días desde la espantá del señorito y a los miembros de esa ilustre grey llamada directiva ya se les hacen los dedos huéspedes en la formación de grupitos y subgrupos con los que atender nuevas ambiciones personales. Ellos, incapaces de abrir la boca en señal de disensión mientras mandó his way aquel provisional dueño del cortijo hoy desaparecido sin combate. Dentro de nada, Martí, alguien que no sea ni muy miserable ni muy vendido deberá escribir la crónica de esos años transparentes, de esos tiempos incoloros, inodoros e insípidos, cuando el club navegaba inerte y solo rendía cuentas ante los caprichos del presidente renunciado. Entonces, si es que alguien se atreve a indicar el delito por tamaño arsenal de pruebas, repararemos en los agujeros negros de esta peculiar gestión. Habría que enviar un private eye, detective sabueso, para que nos cuente la sorprendente aparición de fracciones en junta antes monolítica. En especial, ese vicepresidente institucional que lleva un desmarque continuo que ríete de los delanteros postineros en acción, apoyado como está el señor por todo un grupo mediático con tendencia a confundir el Fútbol Club Barcelona con su propiedad privada. Y aristocrática, digamos a modo de nueva pista. El tal Joe Mortimer, pongamos, detective privado, también debería pasarnos el consabido informe top secret para salir de dudas y aplaudir, nótese el tono sarcástico, a quien dio la orden de que fuera Javier Faus el encargado de volver a las negociaciones con el padre de Messi. Bravo. Con diplomáticos de este calibre, la III Guerra Mundial quedaría a la vuelta de la esquina, para pasado mañana, bastaría una cerilla para que ardiera Troya. Quienes antes se jactaban de parar los pies al señorito para que no se creyera en igualdad de condiciones a ellos, la casta de los señores del Universo, ahora escenifican la rendición de Breda tras haber lanzado aquel globo sonda de la renuncia al crack que les salió, cómo no, cual enésimo tiro por la culata. Apoyados en su prensa connivente, dejaron caer que Messi precedía ya a ocho plagas de Egipto y, por tanto, no quedaba otro remedio que darle el piro a gran precio de traspaso. Así, de paso pagaban parte de su obsesiva, dichosa remodelación y se entregaban, según su descarriada teoría, a Neymar, que para eso les costó un pastón y había de erigirse en signo de distinción de sus nuevos y flamantes tiempos de gestión. Pues no, fracaso de tan demencial estrategia, marcha atrás y a contentar al valor seguro, al argentino, que no queda otra alternativa si desean mantener el cargo. A envainársela ante Messi. Pero hombres de Dios, ¿a quién se le ocurrió semejante atrocidad? ¿Aún no habéis borrado su nombre de la agenda de contactos?
La directiva ni siquiera sabe, decíamos, que es pasado, que ya está, que se les acabó la cuerda por mucho que quieran imitar a su ídolo Núñez poniendo todo tipo de escudos delante, carne de cañón a la que sacrificar, lo que sea con tal de evitar su caída en desgracia por manifiesta incapacidad. Suponemos, Martí, que los obsesionados en flotar, en resistir en el palco convirtiéndolo en Numancia, han inventado la cornucopia de la abundancia porque les da a la vez para enjugar el déficit, afrontar una multimillonaria renovación del vestuario –eso que llevan tres años procrastinando– y permitirse el nuevo campo, que no falte de nada, venga, todo al mismo tiempo. Vuelve a escena la portera de Núñez y uno de esos panfletos que hoy titulan “Adiós a la Liga” para imprimir mañana que “La Liga es nuestra” en prodigio de visión y paradigma de oportunismo jeta ha sacado ya una lista con ochenta futuribles. Ni uno, ni dos: ochenta, olé tú, será por cortinas de humo para la distracción del personal y evitar que piense, que se le ocurra buscar responsables del desaguisado. Como primer paso en el arranque de la presunta renovación, zancadilla al gran Zubi, otra vez en renuncio tras ser pillado en secretísima reunión de Pepe Gotera y Otilio con no sé cuántas luces, cámaras y taquígrafos delante. Ese, que no acierta ni a reunirse, dará en el clavo con el fichaje de siete, claro, sí, sólo faltaría, pulpo como animal de compañía. Antes del cónclave con el astur, alguien se fue de la boca, sin duda, que lo investiguen, venga, y da en la nariz de Sherlock que sería alguien entre sus superiores con ganas de darle el finiquito cuanto antes, que ya andan poniéndose la zancadilla entre ellos. Y como nunca pasa nada si los protagonistas son de los míos, ni un solo barcelonista, ni una sola voz, se ha levantado para reprocharles qué demonios andan haciendo, que ese pastel, esa chapuza continua, no casa con la imagen que debe ofrecer casa de hipotético prestigio. Me encanta, eso sí, cómo trabajan de bien los redactores de vidas de santos, entrañables hagiógrafos, cuando se ponen a generar percepciones positivas con las que animar al personal. Luis Enrique, por supuesto, la mejor elección posible. Ese sí que les va a meter caña, los llevará rectos como cirios. Con ese sí que trabajarán la forma física. Ese sí que ha mamado el modelo. Por tanto, ahí queda su currículo técnico, su inacabable lista de triunfos, títulos y reconocimientos. ¿Cómo? ¿Nada hasta ahora? Bueno, pasemos página, pero déjeme antes decirle que usted es un hereje, apóstata del buen barcelonismo, disidente de los demonios. El nuevo técnico, el escogido, acabará con el hambre en el mundo y punto, eso es así, lo saben hasta en el Congo belga. Después, cuando se estrelle, seremos los primeros en despistar, silbar y, si hace falta y es menester, soltar con cara seria que ya lo avisamos, que se veía venir, que a quien se le ocurre… Rutinas del fútbol, siempre tan previsible, tan primario él.
Por si le faltara distracción a nuestro hipotético contratado Joe Mortimer, también estaría bien pensado que se diera un garbeo por el vestuario a fin de explicar el porqué de tantos bises, que lleva el Tata más despedidas que canciones el final de un concierto del Boss. Asado por aquí, jornada de descanso por allá, hasta luego, Lucas, ha sido un placer. Desde que salieron todos en procesión el pasado sábado para decir adiós con gesto apesadumbrado al último título, postrer clavo ardiente, pusieron el cartel de cerrado por vacaciones hasta nueva orden sin caer siquiera en que les quedaban dos compromisos y quedaban opciones, aquello de la esperanza es lo último que bla, bla, bla… Pero el fútbol, dicen, es un estado de ánimo y ya lo han dejado correr, les da pereza, quieren dar carpetazo al curso sin molestarse siquiera a que caiga el The end. Cualquier sabueso de tres al cuarto se ganaría de perlas la vida con esta gente del Barça, que van dejando huellas a mansalva, los dedos pringados de culpabilidad, sea al nivel que sea. Pero, cuidado, deberías ser pasto de la hoguera si frunces el ceño ante el discurso oficial, ese tan forzado en el argumento de sostener que se ganan los dos partidos y hala, liga al zurrón. Ya está. No importa la pose caída de hombros, no importa la desgana, la renuncia, el bajón, la pérdida de identidad, que nadie salga a palestra para asumir responsabilidades e insuflar ánimos, si eso fuera coherente con sus emociones y sentido de la correcta profesionalidad. Desde el sábado, solo ha hablado Pedro un rato cuando es maestro de esgrima oral y Messi en acto promocional, enhorabuena a los encargados de una comunicación honesta y con pretensiones de entusiasmar a la decaída parroquia. Ganan los dos choques y hala, fantástica temporada, como si doblegar al Atlético precisamente ahora, cuando ya eres irreconocible y todo el mundo huye hacia adelante, resultara tarea casi infantil. Precisamente por eso sumas media docena de lances directos en los últimos meses sin haberlo conseguido y ahora, caerán a tus pies rendidos, justo cuando pueden hacer historia, justo cuando tú eres una caricatura mal dibujada de principio a fin y te presentarás al último festín hecho un absoluto remedo, irreconocible desde el primero bajo palos hasta el último de la lista, que ya está pensando en el mundial o la mudanza para jugar bajo otro palio y camiseta.
Da igual. El caso es vender motos y quedarte en la superficie sin ahondar lo más mínimo, sin atender a las pistas, a las múltiples huellas que, brillando como un neón en la oscuridad, te advierten de que esto no va, no funciona, no chuta. Aunque se gane la liga, no encuentren oportunismo ni contradicción. Esto no va porque arriba no se enteran, ni dan la talla y hacia abajo, en cascada y cadena, o tampoco o han renunciado ya pensando en playa o Brasil. Y argumentas que el panorama parece digno de la balsa de la Medusa y, máximo, te llamarán traidor. Mires donde mires, no se aguanta por ninguna parte. Que venga el investigador privado a decirnos quién es el culpable, no sorprenderá. Estaba claro desde el primer capítulo. No es el camarero, no. Son los de la corbata por no tomar decisiones, primero, errar después y pasarse la vida procrastinando, procrastinando. Y ahora lo acertarán todo, tengan fe, apuesten bienes por ello, seguro, palabrita del niño Jesús. Ya dicen que el fútbol es el regreso a la infancia. No como patria proustiana, no hay nivel para eso, sino como colmo de ingenuidad. Nos venden unas burras diciendo que las montó ayer Márquez en Jerez y las compramos. Solo nos damos cuenta cuando, ya a lomos, pretendemos meter cuarta a base de retorcerles las orejas. Y muchas veces, ni así. Si cuela, cuela.
Un abrazo, caballero, hasta pronto con el temor de que el dislate se eternice. Bueno, quién dice eternizar, que aguanten todo un bienio hasta la convocatoria de elecciones. Por el momento, se van librando, unos, otros y todos, hay que ver.
Poblenou, búnker de estupefactos
* Frederic Porta es periodista y escritor.
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