Ya ves, amic Fede, de nuevo Abidal. Estamos que si Pep, que si no, y otro mazazo. Justo un año después.
Esto es una mierda y no lo acabamos de descubrir, precisamente. Tener salud: nuestro deseo más oculto. Luego están las otras cosas, que titilan con ese brillo que cegaba a los indígenas cuando veían brillar los cristalitos de colores que les mostraban los curas conquistadores. Nos cegamos con lo menor sin volcarnos en lo fundamental. Es lógico que sea así: somos irracionales, pese a la definición de los librillos, y en una sociedad cuyo único paradigma es lo cuantitativo y monetario (el dinero es la medida de todo), la salud apenas es un intangible sin precio ni medida. Hasta que suelta un zarpazo.
Abidal , Miki Roque y tantos miles de seres anónimos. Maldita sea. Ánimo y coraje, no hay otra. Esto no puede afrontarse desde la pena ni la depresión, sino desde el coraje y la ambición: una montaña a superar. Les deseo lo mejor a todos ellos. Salud, que es lo mejor.
Ya ves, Fede, la tarde se nos ha quedado triste. Trascendente, pero triste. En un rato llegará la Europa League y nos servirá de escapatoria momentánea. El Valencia remando contra los de Cocu; el Atleti con otro peldaño de autoestima que subir; y el Athletic, madre mía, ante uno de esos partidos que pasan a la historia…
Sobre lo que me escribes, me quedo con tu reflexión sobre dudas y certezas. Permíteme que dude sobre todos los que no tienen dudas. De hecho, no es que dude de ellos: desconfío, directamente. Me hago mayor y dudo cada vez más. Mis certezas se diluyen con los días y, sin embargo, escucho sensacionales certezas. Gente que no duda de nada, que lo tiene todo claro. ¡Qué miedo! ¡Qué pena! La vida es una duda, del mismo modo que contamos muchas más derrotas que victorias en nuestro recorrido vital. Me reconozco influenciado por una especialidad atlética: el salto de altura, que sabes fue mi práctica juvenil. El listón te pone siempre en tu sitio. Incluso en los días de mayor gloria, cuando bates un récord y conquistas un campeonato, incluso entonces, el listón te baja los humos porque siempre acabas obligado a pedir un centímetro más y te estrellas frente al nuevo reto. Siempre concluyes la prueba, incluso en las noches mágicas, con tres saltos nulos. Ese listón es como el esclavo que le susurraba al oído del general victorioso que era un simple mortal.
Por cierto, habrás visto que el poder -el político, mediático y económico- está en manos de quienes aparentan tenerlo todo claro. Los hombres de las certezas y las seguridades. Ellos dirigen el cotarro y tienen en sus manos el termómetro del éxito: el dinero y la cantidad. Los que dudamos nos quedaremos en la parte baja de la escala de triunfadores. Basta con fijarse en una simple tertulia deportiva: los que afirman certezas y verdades con rotundidad pétrea se alinean entre los triunfadores sociales; son los famosos y populares, los más conocidos, los que ganan más dinero. Pero vete tú a una de esas y di que no lo tienes claro o que no eres especialista en algo concreto o, simplemente, que tienes dudas… ¡Ah, amigo! Tú eres un paria.
Así es, Fede, y así vivimos. Un abrazo a los enfermos y sus familias. De corazón. A todos. Conocidos y desconocidos.
Campo de las Naciones, jueves 15 de marzo de 2012
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