"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
Mi querido amigo:
Ayer te escuché, no sólo te vi, durante la emisión del programa (no sé bien cómo calificarlo) “El camí del Tito” (“El camino de Tito”) difundido por TV3 en horario prime time. Desfilaron ahí en imagen un buen número de profesionales que han tenido algo que ver, algún contacto, algo, en la trayectoria del nuevo entrenador del Barcelona o eran consultados para verter su opinión sobre Vilanova. Ex jugadores, ex entrenadores, periodistas de prestigio, allegados en mayor o menor mesura… Salvo su profesor de matemáticas en tercero de bachillerato o el casero de su primer piso de alquiler, salieron en procesión cuantos debían salir para confirmarme ese curioso fenómeno instalado en Catalunya desde el adiós del insigne Pep y que encierro, con retranca local, en el sintético concepto “Dime que todo irá bien”.
Cada vez más, apreciado Martí, nos informamos tan sólo de aquello que queremos oír y confirma nuestras intuiciones, reafirma nuestras creencias y nos tranquiliza emocionalmente. No hay tiempo para el análisis propio, para forjar criterio y contrastar el panorama delineado picando de aquí y de allá. En alguna ocasión, bauticé el fenómeno como Síndrome Johnny Guitar en honor al eximio western de Nicholas Ray en el que los viejos amantes Joan Crawford, la eterna Viena vestida en negro, y Sterling Hayden, mantienen un inolvidable diálogo de besugos en el que uno contesta al otro lo que le induce a replicar. “Dime que me has echado mucho de menos / Te he echado mucho de menos / Dime que me quieres / Te quiero..” y así hasta la sublimación de una falsa realidad que les aporte seguridad emocional en sus deseadas convicciones. Pues eso, que el Barça y su parroquia busca desde la partida del irremplazable líder, que no insustituible, voces que le ratifiquen el pleno acierto en el elegido para la peliaguda sucesión a falta de praxis donde montar sus certezas e hipótesis. Hasta que esto no arranque de manera oficial nadie sabrá cómo sabe el melón, perdona por la prosaica analogía, si sale sabroso o es un pepino imposible hoy de descifrar por su simple apariencia.
El mainstream del pensamiento barcelonista (todo club de lustre mantiene ideología constante, aunque a ratos cueste verla y creerla por simple improvisación) se ha entregado a una hagiografía sobre Tito Vilanova que poco bien le causa al interesado en esta espera. Al contrario, redactar la vida del santo antes de que comience a obrar milagros encierra sus riesgos evidentes. Para empezar, generar aún más presión a la correspondiente en el cargo, muy superior a la inmensa mayoría de empleos en este país en bancarrota. El culé quiere saber ya si queda en buenas manos, si la mejor época del club centenario tendrá o no continuidad y con ello sólo demuestra que su ADN timorato, fatalista y ciclotímico no ha variado tanto como creíamos. El barcelonista sufre y duda, duda y sufre, le caigan del cielo 14 títulos o la mismísima cornucopia de la abundancia personificada, es así por naturaleza.
Sobre las capacidades, virtudes o defectos de Vilanova, nada que apuntar, no es la diana de esta reflexión en dardo. El meollo de la sucesión, por ahora, consiste en analizar cómo se reparten en el club los múltiples papeles cubiertos por Guardiola en esos impensables cuatro años de égida. Deberá dar un paso adelante Zubizarreta en su relación con el público, mucho más allá de los cuatro tópicos soltados en el descanso de los encuentros que tanto deslizaba y que limitaban considerablemente su proyección pública, cuando capacitado lo está de sobras para el ejercicio de su función. Ahora bien, quien deberá dar unos cuantos pasos al frente es Sandro Rosell, el presidente que ha perdido entrenador, portavoz, ideólogo, escudo y ese montón de funciones extra, dignas de la más sofisticada navaja suiza, que Guardiola representaba por el único sueldo de míster. Y es ahí donde se centran las mayores dudas y zozobras si pensamos en el buen gobierno de la nave, ahora que el timón del adversario supremo -sin uno jamás se puede escrutar al otro- anda firme en manos del temido, temible y abominable Anticristo portugués. Dijo Tito en una confesión sublime que perdería en cualquier comparación con su predecesor y amigo. A pesar de que todos lo miren, lo escruten y quieran destilar tranquilidad y convencimiento de su esencia ante el inmediato futuro, quienes deseen padecer en las hipótesis mejor observen el comportamiento en otros estratos del club, que han vivido de fábula tumbados en la hamaca y ahora deberán afrontar la hora de su verdad arremangándose a fondo para realizar la función que el hiperactivo Guardiola cumplía por ellos.
Pues eso, Martí, en síntesis de idea, que el club y su legión de seguidores gasta innecesaria energía al buscar comprobación, legitimación sobre el nuevo titular en el banquillo. Nadie les dirá hoy que todo irá bien. En todo caso, si quieren perturbar el tiempo de espera con cavilaciones, que miren hacia el palco, que es ahí donde no las pueden tener todas. La presidencia de Rosell, realmente, empieza ahora, dos años después. Hasta ahora, esto ha sido un capítulo de la edulcorada serie Vacaciones en el mar. Ahora empieza The wire o algo tan singular, peliagudo y descarnado como eso. Puestos a jugar a la parálisis por análisis, más le valdría al barcelonismo abstenerse ya de abrumar a Vilanova con interrogantes no expresados abiertamente y atender otros frentes que, ellos sí, expresan dudas razonables sobre su efectividad postguardiolista. Y no sólo el palco, sino la percepción evidente de que el Madrid ha recuperado la paella por el mango, importante detalle discutible que sí merecería tanta cábala como la dedicada al pobre Tito, versión postmoderna de Atlas con el mundo blaugrana sobre su cabeza, según lo pintan.
Que no te pille el Lorenzo, benvolgut, y andes siempre acompañado por una suave brisa.
Poblenou, 17 de julio del 2012
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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