"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
Ay, amigo Fede, ya no sé de quién es hija la casualidad. Vas y publicas tu nueva entrega (cada vez más brillante, más veloz, más prolífico) sobre el Valencia y hete ahí (menuda expresión) que lo haces cuando pongo pie en Sorolla Station, en la misma Valencia. Cosas familiares: el primer Campeonato de España de atletismo para el que se clasifica mi hija. No podía perdérmelo por más gripe que te atice.
Y aquí estoy, junto al cemento armado del futuro nuevo Mestalla, si es que acaba llamándose así, si es que alguna vez se acaba construyendo. Ya se ha dicho muchas veces, pero es que lo es: símbolo de toda la grandilocuencia patria. Faraones de pacotilla. Constructores de palacios de hielo derretido. Menuda tropa. Lo cierto es que esta mole de hormigón impresiona. Había visto todo tipo de imágenes, pero al natural es esperpéntico. Una araña gris gigantesca, interminable, rota, de paredes enormes y agujeros inmensos. El esqueleto de un buque fantasma, las vértebras desnudas de una ballena varada hace siglos.
Este es un monumento a esa obscenidad que nos ha puesto en bancarrota. Esos sátrapas estafadores que nos han arruinado como país, mandándonos a la miseria económica y moral, esos ladrones que se pasean por ahí engalanados de banqueros o príncipes, de presidentes o expresidentes, juzgados por otros aún más miserables, absueltos por un puñado de imperdonables, toda esa pandilla de rufianes al por mayor tiene en este cemento armado de Valencia otro de sus sueños simbólicos. Su redondo falo inabarcable, inigualable, probablemente inacabable. Te adjunto una foto tomada desde el taxi, para que reconozcas este transatlántico de hormigón.
Perdona tanto exabrupto, pero vivo indignado ante semejante atraco.
Valencia, sábado 3 de marzo de 2012
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