Benvolgut Fede,
Me admira que aún tengas tiempo de escribir, enfrascado como andas en promover esa pequeña obra de arte titulada Kubala! El gran Laszli merecía atención doble y tú se la has otorgado. Me anima tu terquedad pues te confieso en esta carta privada que a veces dudo si tiene sentido todo ese esfuerzo que haces, y que hacen varios notables compañeros, por recuperar a los grandes del pasado reciente. En comparación con el grito y la furia que pretenden teñirlo todo de polémica pegajosa, ese barro de la superficialidad barata que busca spultarnos, tu pelea por reivindicar que hubo un Kubala y un Pedernera, un Puskas y un Sindelar, un Jimmy Greaves y un Hidegkuti, y que todos ellos merecen recuerdo y honor, se me antoja pelea épica, pero noble como pocas. Continuaremos en ella, no sufras, aunque la derrota esté rotulada en el horizonte.
Dices bien en lo que planteas sobre Tito Vilanova. El Barça era un animal cargado de grandilocuencia, penalidad con la que acabó Guardiola. Hacía falta mucho carisma, jerarquía y cierto sentido histórico para cortar de cuajo esa grandilocuencia barcelonista tan propia de la tierra, tan crecida en el entorno. A cambio, Pep dejó algo negativo en el ambiente: a base de pedagogía logró hacer comprender (a quien haya querido, no exageremos) que su Barça jugaba de una manera peculiar y singular, distinta, pero hay quien se lo ha tomado a la tremenda y ahora lo considera la única forma de jugar que existe. ¡Alto ahí! No encontrarás ningún entrenador del Barça, de ninguna categoría y te aseguro que he hablado con la mayoría de ellos, que te digan que su metodología de entrenamiento o esa forma singular de jugar sea mejor que otras. Todos te dicen lo mismo: no es mejor, es la nuestra. Alrededor, sí. Alrededor se ha construido un imaginario, en ocasiones edulcorado hasta el éxtasis, que pretende convertir el modelo de juego blaugrana en el único posible. Imagino a Pep y a Tito riéndose de ello.
Vilanova es del Empordà y eso es todo. El Empordà, por cercanía lo sabes, más que una tierra es un carácter. De vez en cuando te sale un Dalí, desde luego, tan aficionado a jugar al fútbol en Cadaqués con Samitier y Sagi-Barba, pero a menudo surge de allí un Josep Pla. Digamos, alguien escueto. A Tito Vilanova yo le veo muy Pla. Hombre de pocas coñas y menos palabras. De hacer más que de explicar, aunque para sí anote cada noche experiencias varias en su particular cuaderno gris. [En realidad, Pla era un hombre de mucha coña y muchísima palabra; lo que quiero decir es que, pese a esta gran diferencia, Tito me recuerda a él: por el aire huraño, por sus maneras socarronas, por ser llano]. Tito no quiere pasar a la historia: quiere seguir viviendo en ella, simplemente. Ojo, no me malinterpretes: Pep tampoco quería. Pep solo quería ganar y hacerlo desde sus ideas de juego. Cuando le planteabas construir un contexto intelectual sobre su modelo de juego te mandaba a hacer puñetas. ¡Hacedlo vosotros!, te decía. Él estaba para hacer jugar y punto.
Lo que ocurre es que le rodeaba un aura que parecía decir lo contrario, pero tu que le conoces bien sabes que Pep estaba a lo que estaba. Y Tito igual, pero del Empordà. O sea, escueto. Si puede evitar abrir la boca lo hará, no sea que se cuele la tramontana. Me preguntas, querido Fede, por las innovaciones tácticas y sé que lo haces de modo retórico. Ya has visto lo que sucede: quedó pendiente del curso pasado resolver la asignatura de abrir murallas apretadas y Tito lo está resolviendo a base de jugar algo más atrás y más abierto. Concede más ocasiones de peligro para su área, pero las que obtiene a favor son más nítidas. Cuestión de aritmética. Mientras le funcione, seguirá por ahí. Cuando no, cambiará de ruta. Muy del Empordà. Escueto.
Desde el Empordà de la meseta, 13 del 12 del 12
– E-pistolario: La naturalidad de Vilanova
– Foto: Josep Pla
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