Mi querido amigo:
Conforme se acerca el primer partido serio del año, aumentan las ganas de presenciarlo, como corresponde a la expectativa fundada en sólidas razones futbolísticas. Y ante el Atlético-Barça del sábado, el choque se juega ya en la mitad de un campo hecho teórica pizarra, con enorme curiosidad por saber cómo se despacha el Tata en la elección, a quién señala para el once inicial y a quién descarta para adjudicarle condición de suplente con opción a deshincharse emocionalmente. Por mucho que los tiempos modernos aconsejen rotaciones, preservaciones de especie, reparto de minutos y otras asumidas zarandajas similares, un duelo de estos vuelos obliga a poner sobre el tablero a los once elegidos para la gloria, lo mejor del momento en cada casa y vestuario. No hay duda con Simeone, que nos ha acostumbrado a los once gladiadores de pierna fuerte que acabarán forjando alineación de carrerilla como no existiera otra en el Manzanares desde el suspirado doblete de Antic, pero el visitante es otra interesante cuestión y, por una vez, apetecible especulación a partir de un concepto también contemporáneo, divertido y sumamente descriptivo que podríamos definir como escoger el equipo a partir de la alta política, de cuestiones diplomáticas, de jerarquía, de lo correcto y de no meterse en berenjenales con la elección.
Retórica: ¿forjará Martino un once político? Esa es la cuestión del momento, de la previa. ¿O preferirá poner a los que considere más en forma? Tal como se recite la alineación, veremos en qué anda el argentino, podremos componer otra sustancial parte de su retrato en marcha, sabremos si pone a los que le dicta el entendimiento o las ganas de no meterse con nadie ni adentrarse en espinosos jardines de especies venenosas. Y no lo tendrá fácil, sin duda, máxime tras la manera de despachar al Getafe en Copa. Arrancamos la semana, Martí, en un concurso de meritocracia aplicada, consistente en proyectar delanteros a la titularidad según estado de forma, especulando con Pedro y Alexis como puñales estajanovistas en las bandas y ahora, ya regresado Messi a la rutina en la oficina, el espectro de variantes aumenta opciones para incluir, por ejemplo, a Cesc e incluso salpicar por atrás a Xavi, la pareja de centrales o el cuadro de laterales. Curiosa situación.
Volvamos a tomar distancia en la observación. Conste en acta que el barcelonismo vive el momento confiado aunque sin euforias. Empiezan a llegar las piedras de toque, los exámenes de diversa enjundia que servirán para ir probando capacidad. Por el momento, sorprende incluso tan escaso aprecio a la evaluación del mercado interno: se respeta al Atlético sin especial curiosidad por calcular dónde anda su techo de prestación del mismo modo que, aún más chocante, evidenciamos cierta displicencia por sopesar al Madrid de Ancelotti, que importa bien poco por no decir nada ahora mismo, tal vez por ganas de olvidarle un rato tras años de constante, agobiante presencia y jaleo mourinhista. Ahora mismo, al Real ni se le mira de reojo porque manda el ombligo, la introspección, el espejo en tensa espera de respuesta, aplazada de momento hasta el pulso con el City, situada la vista en eterno horizonte hasta comprobar si el siete firmado en candente cicatriz por el Bayern fue un roto irremediable o un descosido que pueda recomponerse en primavera. No se acostumbra el barcelonismo a que los hegemónicos sean otros en el concierto europeo, y a esa distracción dedica una espera que se ha prolongado durante meses y aún se perpetuará largo tiempo. Con Múnich y Guardiola como adversarios a batir, no hay lugar para otros, sean clásicos locales o aspirantes de nuevo cuño, todo se ha convertido en cuestión de tiempo, duelo a dilucidar llegada la hora de la verdad. Hasta entonces todo serán teloneros, sensaciones, percepciones por confirmar cuando se produzca el, artículo muy determinado para el caso, duelo. El Bayern-Barça del que nadie habla, pero cualquiera tiene bien presente. Si no llega, a conformarse. Caso de producirse, ya verán cómo el aquelarre explota con ganas, en toda su formidable expresión.
Por ahora, de momento y con el constante condicional del hoy más rugiente, es innegable por evidente la satisfacción del barcelonismo aunque sea expresada con sordina, con la boca bien pequeña, sin grandes alharacas. Volvamos a la política y ardamos en deseo de comprobar si Martino atiende a la razón o inventa razones que él mismo usará ante los micrófonos a modo de justificación. Del once ante el Atlético dependerá. Por si se ocupa del adversario, por si coloca talonario delante de rendimiento, portada y fama encima de realidad. No es ya cuestión de confianza o intuición, de estudio de los previsibles giros del pulso ante los colchoneros, sino expresión de personalidad, jugártela por este o aquel sabiendo que Fulano y Mengano te están dando mayores y mejores prestaciones. No es ya Neymar en el arranque desde la izquierda, incapaz por diseño innato de comerse la hierba como la muerde Pedro desde el carácter de quien se gana sudando cuanto el talento natural no le ha tenido a bien conceder. Es también cómo miras a los ojos a Fábregas si lo descartas después de rendir en la manera que lo hace, de ser tan especial y único como futbolista, después de verle en acción a la manera de los comandos unipersonales que toman la posición del adversario apareciendo por donde menos lo esperas y dispuesto a abrir un boquete irreparable entre las filas y la moral contrarias. A Cesc, aunque sea el tema harina de otro costal ahora mismo, le urge un ejército de propagandistas que sitúen foco sobre su formidable categoría y capacidad, sobre su heterodoxia genial a la hora de pintar el lienzo de su fútbol con colores tan personalizados. Y sigamos, pues, hacia atrás, conscientes de que el Barça vuelve a tejerse desde delante, como en sus mejores horas de presión y recuperación, para dudar sobre el momento de Xavi, disipar iniciales reservas de campaña dedicadas a Iniesta –quien vuelve ya a fluir como acostumbra– o sorprendernos con la alteración sufrida en el fiel de la balanza. Antes era Hernández quien llevaba el metrónomo y dictaba el ritmo, pero ahora es Busquets quien hace pivotar sobre su posición el reparto de compañeros sobre verde tapiz. ¿Te cargarás lo imprevisible en beneficio de lo cartesiano, Tata? Cuando un equipo ni siquiera concede chance de protagonismo a alguien tan desmesurado de proyección como Sergi Roberto, señal de que ha recuperado muchísimas señas de identidad, que vuelve a ser tan reconocible como en los mejores días de antaño.
Y expuesto quede todo sin margen a euforias ni deméritos hacia el temporadón del Atlético, que se juega nivel y cartel, crédito y futuro, pero cuando el Barça es el Barça y Messi vuelve a dar los buenos días, suyo es en propiedad el cartel de favorito, juegue allá donde le toque jugar. Antes de dedicarnos al argentino, Martí, acabemos el repaso, que sigue la vigencia del término política en lugares de retaguardia. A la chita callando, sin grandes aspavientos, a base de impartir cursos constantes de solvencia contrastada, esa que le adjudicábamos como tremendo mérito quienes seguimos su hoja de servicio desde la condición de promesa, Martín Montoya se ha convertido en material fiable, creíble, de los que no generan guiños ni recelos cuando les ves ocupar plaza entre los elegidos, avisado quede Alves. Como despiertos andarán los centrales en nómina al ver el aumento de cotización en bolsa al fin registrado por Marc Bartra, a quien imaginamos titular siempre y cuando Martino no desee conceder trato especial sobre Diego Costa, en cuyo caso optará por alguien de colmillo más retorcido, dispuesto a no conceder trato de señor a quien se mueve como villano en el área.
Y Messi, al que se le echa de comer aparte. Sale, ni saluda y mete un par más sin pestañear, tenga la mirada asesina o el corazón contento, vaya usted a saber si eso importa en definitiva. Doblete número 70 de su carrera, sazonada con un repóquer, cuatro póqueres y 19 hat-tricks, que se dice pronto. A trece del récord histórico de Paulino Alcántara y restando. Presente para mantener la velocidad de crucero situada en los cuatro goles por encuentro durante los últimos siete compromisos, apenas alterados por cinco tantos encajados pese a la ausencia del formidable Valdés, ahora recuperado. Los signos de la analítica colectiva, exhaustiva y detallada, arrojaban magnífico estado de salud y forma, recuperación evidente de la personalidad a veces extraviada. Y ahora, a modo de cerecita que corona el apetecible pastel, regresa Él, el que las mete, el que las pone dentro.
Descripción de sensaciones, simplemente. Vísperas de gran partido, por supuesto, para el rey que dejó de serlo y sabe que aún queda lejos el momento de recuperar trono o ceder ante la exigencia de abdicación continental. Y ante todo, curiosidad por la gestión, por si Martino sabrá hacerse grande y fuerte o preferirá despistar con la política que le ayude a elegir once donde sobran candidatos a mansalva, para satisfacción general de su parroquia. La solución, el sábado, aunque ya pique la curiosidad desde hace un buen rato. Un abrazo y que disfrutes del lance.
Poblenou, donde solo juegan once
* Frederic Porta es periodista y escritor.
– Foto: Mané Espinosa (La Vanguardia)
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