"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
Mi dilecto Martí,
Suerte que había terminado de afeitarme. Un poco más y, del susto, me rebano la yugular con la Gillette de plástico, que tendría su innegable mérito. Salía la voz de un imitador de Schettino por la radio, quejándose con amargura de persecución, mientras lo mezclaba con atorrantes avisos para navegantes, puro delirio. Días atrás, me acerqué a El Corte Inglés, quinta planta, al grito de “buenas, yo desearía un rostro de cemento armado; así, como de cinco kilos de espesor”. La dependienta, muy amable, por cierto, no sé si comentó que justo acababa de vender el último -como corresponde al buen vendedor- o si ahí no tocaban tal género, que mirara en la planta de ferretería. El caso es que me quedé sin. Otros hacen acopio de stock. Esto de la libertad de expresión es como la manta que no lo puede cubrir todo. Quien se envuelve en ella, miau, a sospechar. Y quien se proclama chivo expiatorio, teniendo a Garzón enfrente, un suponer, apenas le echa más que un morro descomunal en petición de solidaridad cuando se le observa el plumero a kilómetros, al llevarlo de la medida del más lustroso pavo real. Nos pide salvavidas quien más propone para hundir el buen nombre del oficio. Qué curioso, qué jeta… Schettino calling, como dirían los viejos Clash. A otro perro con ese hueso.
De hecho, Martí, quería redactarte ésta a propósito de otra exigencia singular. El 71% de los argentinos no reconocerá a Messi hasta que no consiga un Mundial y el Leo va y se lo cree. Por tal regla de tres, que no escuchen a Gardel mientras no obtenga Grammys o dejen de idolatrar a Evita hasta que no resucite. ¿Qué tendrá que ver? Cumplo décadas tratando de entender las claves de tan atractiva nación sin hallar llave ni cerradura. Pase que no comprenda el peronismo, ni con las siete vidas del gato, pero debo ser demasiado cartesiano para meterlos en alguna casilla inteligible. Tampoco La Máquina de River logró tal cetro y sigo con respeto reverencial por Muñoz, Moreno, Pedernera, Labruna y Lostau. Ni a “el Negro” Fontanarrosa le dieron jamás el Nobel de Literatura Futbolera y no por ello deja de ser imprescindible. Ni el matambre, ni el dulce de leche tampoco figuran en la dieta mediterránea y no por ello tenemos ya excusa para tirarnos al mar… Demasiado empacho de diván psicoanalítico, ya te digo, cuando les debería enorgullecer que dos entre los cinco mejores de todos los tiempos nacieran en el granero de América, hoy reconvertido en despensa vacía por culpa de la histórica saña de sus desgraciados dirigentes. No es que sean víctimas de nada, no, es que han sido unos cenizos por decisión y vocación desde que Carlitos Gardel cantaba aquello tan fúnebre y rotundo del “aunque te duela la vida, aunque te muerda un dolor, no esperes nunca una ayuda, ni una mano, ni un favor”. Con ideario así, no me extraña que se entreguen al puro flagelo.
Nada, querido, que una voce poco fa, como en el aria de la Callas -algún día charlaremos de María-, pero al menos conste la demanda de reflexión ante tamaña chifladura. A ver, ¿qué más quieren ustedes con Messi? ¿Qué les absorba la deuda con el FMI? Pues de paso, que negocie la nuestra… ¿Qué devuelva las Malvinas? ¿Qué aporte sabor a los asados? ¿Qué cante en el Rex? Una cosa es ser exigente y otra, bien distinta, pasarse de vueltas por la Vía Láctea. A su edad, le sobra rato hasta alcanzar el trono de mejor en todos los tiempos, palabras más que sublimes. Y aquí me vienen con la exigencia del Mundial en vez de disfrutarlo, asociándome al recuerdo de aquel menda que, bajo el video de la fantástica Adele en YouTube cantando Someone like you, firmaba el comentario, anónimo, por supuesto: “Está gorda”. Si veis la vida así, os acompaño en el sentimiento y, con el mayor cariño, voceo vuestro tradicional ‘andate a la concha de la Lora’. Lo tenés todo, flacos… Menos mi innecesaria conmiseración, como el tal Schettino hoy de turno.
No te robo más tiempo (por ahora). Y acordémonos de charlar sobre ese fútbol argentino algún día, pronto. Y de Ricky. Y de… bueno, eso, te dejo.
Un abrazo, se me cuide, señor.
Rosario, jueves 1 de marzo de 2012
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