"Todo lo que no está creciendo está muriendo. Crecer significa aprender y transformarte cada vez en una mejor versión de ti mismo". Imanol Ibarrondo
“¿Por qué no presentar en 1916 un equipo del Imperio británico y no un simple equipo inglés? Los Americanos han enviado un equipo formado por Pieles Rojas, negros y salvajes de todas las categorías…” (Sir Arthur Conan Doyle, JJ. OO. Estocolmo 1912)
Artículo de "The Salt Lake City" - Edición 2-Febrero-1913
El impacto de Duke Kahanamoku en la natación olímpica debe preludiarse con un texto de Sir Arthur Conan Doyle a propósito del rendimiento de la selección de Gran Bretaña en los Juegos Olímpicos de Estocolmo 1912. Duke no nació con ese nombre sino con este otro: Paoa Kahinu Mokoe Hulikohola Kahanamoku. Lo hizo en Honolulu el 24 de Agosto de 1890 y en la capital de Hawai creció junto a seis hermanos, tres hermanas y 31 primos, los Paoa. De su padre heredó el apodo: Duke y así se quedó para siempre.
Cuando llegó a los Juegos Olímpicos de Estocolmo como muestra esta foto casi inédita, de las que no se encuentran en Google, manos en los bolsillos, americana con el escudo del Comité Olímpico de Estados Unidos, sombrero de fieltro, dobladillo en los pantalones, Duke era un desconocido. Nadie imaginaba que iba a ser el primer nadador auténticamente moderno. Una semana más tarde se proclamaba campeón olímpico de los 100 metros libres y había revolucionado la natación con su estilo crawl. Lo cuenta el legendario periodista francés Robert Parienté en su “La fabulosa historia de los Juegos Olímpicos” con las siguientes palabras: “Kanahamoku triunfa en los 100 con un tiempo que parece fabuloso: 1’02”6 en series, 1’03”4 en la final. El año precedente, llegado directamente desde Honolulu, Duke había firmado con el Olympic Club que dirigía Dick Cavill, creador del estilo crawl (“He crawls over the water” | “Se arrastra sobre el agua”) y había sorprendido a todos los técnicos por su estilo ligero, natural, un crawl muy efectivo que Duke afirmaba haber sido practicado por sus compatriotas desde muchas generaciones anteriores. Kahanamoku reinará durante largo tiempo en el sprint mundial; pero habrá faltado muy poco para no verse coronado campeón olímpico en Estocolmo, sobre la piscina flotante de 100 metros de largo construida encima de una lengua de mar en Djurgardsbrunsvikken, en el corazón del puerto de la capital sueca, en una ensenada particularmente abrigada frente a las corrientes marinas”.
¿Y por qué faltó tan poco para el desastre de Duke? Sigue contándolo Robert Parienté, uno de los grandes pilares históricos del diario francés “L’Équipe”: “Por culpa de un error de interpretación, los americanos han llegado a la piscina después de que los nadadores hubieran sido llamados para las semifinales de los 100 metros. El jurado olímpico les declara forfait por incomparecencia. Kahanamoku no tendrá la posibilidad de aprovechar su gran ocasión, salvo por la intervención directa de su rival directo, el australiano Cecil Healey quien amenaza con retirar a toda su delegación si los americanos no son aceptados”. No fue vano el gesto. El gran campeón australiano, líder de hecho del equipo de Australasia, pues agrupaba australianos con neozelandeses, consigue torcer la voluntad del jurado y facilita la participación de Duke, que se proclamará campeón olímpico. Gesto olímpico sin par.
Llegará la Primera Guerra Mundial impidiendo que se disputen los Juegos de 1916, pero cuatro años más tarde, en la fría y lluviosa Amberes, Duke reaparece en la piscina de 100 metros de longitud, y volvemos a leer al maestro Parienté: “Duke Kahanamoku confirma que todavía es el mejor sprinter del mundo; pero para poder demostrarlo deberá nadar dos veces la final de los 100 metros: en 1’00”4 establece de entrada un nuevo récord mundial, llegando por delante de su compatriota Pua Kealoha, también originario de Hawai, y de Norman Ross. El australiano Herald, cuarto clasificado, presenta una reclamación contra Ross, que le habría ‘cortado’ en los últimos metros (en aquella época, las pruebas de natación no se disputaban por calles separadas sino todos juntos) y el jurado ordena que los 100 metros deben repetirse. Kahanamoku no se inmuta y vuelve a vencer en 1’01”4 (…) y completa su razzia con el oro en el relevo 4×200”. (En 1912 había logrado la plata en el mismo relevo por detrás de Australia).
Y no termina ahí la trayectoria olímpica de Duke, pues cuatro años más tarde se presenta en las piscinas de Tourelles para los Juegos de París 1924, donde choca con su compatriota Johnny Weissmuller, apenas 19 años, ya ganador en los 400 (5’04”2) y que le arrebata el título del hectómetro con cierta holgura: 59”0 frente a 1’01”4 del eterno Duke, que suma una quinta medalla olímpica a su extenso palmarés abierto doce años antes. Pero la familia conseguirá aún más: el bronce es para Sam Kahanamoku.
Aquí podría acabar la brillante historia de Duke, pero no lo hace. Lleva años que viviendo en Waikiki Beach y es famoso por ser el mejor surfero hawaiano. Emplea una tosca tabla de casi cinco metros de largo y 50 kilos de peso… Sus éxitos olímpicos le hacen viajar por todo el mundo y se instala en California del Sur en 1925, donde adquiere fama nacional tras un episodio prodigioso: a bordo de su tabla de surf rescata a ocho personas que habían naufragado en un barco próximo a Newport Harbor. Desde ese momento, los vigilantes de la playa de Estados Unidos y Australia incorporan la tabla de surf como elemento de entrenamiento y socorro de náufragos.
Duke ingresa en el Olympic Hall of Fame y paralelamente en el Swimming Hall of Fame. Años más tarde lo hace en el Surfing Hall of Fame y, finalmente, la prestigiosa revista “Surfer” le declara Surfer del Siglo XX.
Con sus rivales en los Juegos de Amberes 1920
Con Johnny Weissmuller en París 1924
Con su hermano Sam, camino de los JJ. OO. de París
Su estatua en Waikiki Beach
Surfeando en Hawai
Con Weissmuller ya consagrado Tarzán
En un sello postal estadounidense
Elegido Surfero del Siglo
De vuelta a Waikiki Beach
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