"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
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El Schalke 04 recibía al Basilea en el Veltins Arena con más incertidumbres que certezas. Su duelo ante el Borussia Mönchengladbach dejaba claro que Jens Keller tendría los días contados en el equipo de la cuenca del Ruhr. A pesar de la espera de un posible cambio de banquillo para el mercado invernal, el último duelo de Champions League ante el líder de la liga suiza se convertiría en un match ball en toda regla, ya que los mineros solo podían contar con la victoria para certificar su pase.
El cuadro visitante llegaba a territorio alemán con un centro del campo con más oficio que elaboración. Con Fabian Frei más anclado, Serey Die y Elneny abrían más el campo como interiores, ofreciendo ayudas al suizo en la línea de tres cuartos alemana. Salah y Stocker realizarían una labor muy habitual, otorgando profundidad y conectando con la medular del campo. Murat Yakin planteaba un equipo muy escalonado. Por su parte, el Schalke, en busca de una forma de juego por definir, parecía más solvente que otras veces. Matip abandonó la zaga dejando a Santana y a Howedes como pareja de centrales. El camerunés daría más libertad en el medio a Neustädter. Dos laterales profundos como Kolasinac y Uchida, junto a la imaginería que se esperaba con Meyer y Draxler por detrás de Kevin-Prince Boateng. Keller pretendía lavar la cara al equipo buscando el resultado óptimo.
Los primeros diez minutos fueron el tanteo de rigor. El Basilea tenía más la pelota, pero sin una lógica aparente, ya que recurría al balón largo hacia los costados o hacia Streller en busca de oportunidades. El conjunto minero estaba mejor plantado que de costumbre, defensivamente sobre todo. Aun así, todavía se dilucidaba poco raciocinio en su mejor línea. Draxler, desde la izquierda, buscaba asociarse más por dentro, mientras que Farfán abría más el campo, siendo este un filón para el Schalke 04, que creó la oportunidad más peligrosa tras un remate al travesaño de Boateng.
A la media hora de encuentro, el partido cambió completamente. Howedes pudo ver cartulina roja tras agarrar a Streller, que enfilaba la portería solo. A su vez, el central alemán se lesionó y tuvo que ser sustituido por Szalai, propiciando el cambio posicional de Matip, que volvería a la zaga. Boateng y Meyer ayudarían a la salida de balón. Acto seguido, en una acción parecida, Ivanov agarró a Szalai y fue expulsado. El Basilea replegó sus líneas para jugar con diez y el Schalke dominó desde entonces con solvencia, poblando la línea de tres cuartos para cercar al rival.
El fútbol se cocinó en la segunda mitad, con la superioridad numérica aprovechada por los locales. Uchida y Kolasinac podían permitirse el lujo de profundizar, sobre todo el germano-bosnio, por la tendencia de Draxler de asociarse por dentro. Fue el ‘10’ del Schalke el que dio coherencia, calidad y pausa a un equipo en busca de un sentido. Además, Max Meyer, la perla minera, fue un digno escudero dejando notas de calidad y descaro, una actitud que otorga aplausos en el Veltins Arena.
Pasados seis minutos, la madurez de Draxler se hizo visible sobre el campo tras recibir un magnífico pase de Farfán desde la derecha. El mediapunta cazó el centro en el área y, con la pausa de un experto en momentos delicados, definió con el interior con un aplomo pasmoso. En un club que busca su sino, siempre ha de aparecer el hombre que olvida el camino sombrío.
El segundo gol del partido y del Schalke llegaría en una jugada a balón parado, donde volvió asistir Farfán y donde la polémica no se escondió. El linier, despistado por el último jugador suizo de la defensa, no vio el claro fuera de juego de cuatro jugadores del Schalke. Uno de ellos, Matip, anotó el gol completamente solo.
A partir de este momento, cual pelele sobre el majestuoso campo de Gelsenkirchen, el Basilea se dejó llevar por la situación. La injusticia y la inferioridad fueron demasiado para los de Murat Yakin, que veían cómo, una vez más, Yann Sommer estaba evitando que el desánimo cayese por completo con un recital de paradas dignas de mención. Cualquier lisonja se torna fatua para no maravillarse con el portero suizo, que evitó la goleada del Schalke.
Finalmente, el Schalke salvó la primera bola de partido gracias a su rutilante estrella, que se marchó lesionada. Jens Keller le debe bastante a Draxler. Por otro lado, el Basilea se fue con la cara de haber sufrido un mal arbitraje, acabando, de un plumazo, con el brillante juego que han dejado en la máxima competición europea. Eso sí, volverán de nuevo al torneo en el cual se ha vislumbrado una gran generación.
* Guillermo González es periodista.
– Foto: AP
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