Dos caras

por RAFAEL LEON el 1 abril, 2014 • 21:31

1.- Sabíamos lo que haría el Atlético de Diego Pablo Simeone antes de empezar. Sabíamos que se encerraría en su campo con gran orden, que todos sus jugadores irían a una, que no faltaría una ayuda, una cobertura ni una falta táctica. Que Miranda y Godín no dejarían chutar a nadie con comodidad a no ser que una gran jugada rival previa les hubiera superado. Que Courtois, a no ser que el tiro fuera enormemente certero, pararía. Y que en alguna acción aislada podría marcar un gol. Lo sabíamos y lo hizo.

2.- Por parte del Barça, también sabíamos muchas cosas. Como que Iniesta se encuentra en un momento de forma increíble, gracias en buena parte a las rotaciones de su técnico. Que Neymar está enchufado y con ganas, con más mérito si cabe en este caso de Martino por haberle otorgado confianza tras su lesión. Que Bartra, gracias a haber gozado de oportunidades y confianza, está listo para saltar al campo en partidos así y ser un activo sólido. Así, como en muchos otros casos, sabíamos que el trabajo del Tata garantizaba estados de forma en su mayoría excelentes.

3.- Sin embargo, también sabíamos que adolece de mecanismos sólidos en el trabajo de la salida del balón. Que, en consecuencia, la ineptitud de Pinto en el despeje pasaría factura, pues ante un buen pressing rival carece de las opciones suficientes para mostrar su buen pase corto. A partir de esta circunstancia, el Atlético generó la mayoría de lo poquísimo que pudo producir en ataque.

4.- Y es que, una vez lesionado Diego Costa, no había manera posible de que contragolpeara. Por muy buen equipo que sea y por muy bien trabajado que esté, viviendo metido atrás y sin ningún atacante con velocidad, es prácticamente imposible contraatacar con peligro. Es esta amenaza, la de los contraataques, la que puede justificar la ausencia de claridad de un equipo en ataque estático por el peligro de una eventual pérdida. Sin esta amenaza, se acabó la justificación, y apareció la cruda realidad.

5.- Porque Martino, del mismo modo que se ha mostrado como un buen motivador y un extraordinario hallador de la mejor forma individual de los jugadores, no deja de mostrarse como un pésimo estratega táctico ofensivo. Valgan como ejemplo las escasas o nulas ocasiones en que Lionel Messi, mejor jugador del mundo, recibió con un mínimo de ventaja. O la cantidad de pelotas a la olla sin ton ni son en acciones a balón parado pese a la inmensa inferioridad del Barça en esta faceta del juego.

6.- Quizá se quiera hacer valer como justificación su alineación, aunque más sirve para lo lo contrario. Si poner a los once con más talento y jerarquía ante rivales abiertos puede dar buen resultado, frente a conjuntos encerrados es una pésima solución. Porque antes de meter mano a quien no se deja, hay que distraerle. Y con Alexis y Pedro en el banquillo, no hay manera de hacerlo. Eso y la posibilidad de robar balones arriba. Balones como el que robó el chileno, una vez en el campo, para generar la acción que desembocaría en el único tanto local.

7.- Aunque, por supuesto, teniendo un talento tan superior al del rival esto no implica el fin del mundo. Pese a ordenar a Bartra, uno de los centrales que mejor juegan el balón del mundo, que no generara nada con el mismo, el puro talento individual (alcanzado gracias en buena medida, en este caso sí, por el técnico rosarino) es capaz ocasionalmente de romper el muro y desequilibrar esa balanza incomprensiblemente nivelada. Y es que Andrés Iniesta es un futbolista maravilloso.

8.- No deben cegarnos las alabanzas al Atlético de Madrid, ese extraordinario equipo dirigido por un entrenador sideral. Si fuera extranjero, rico o dirigido por Mourinho, no recibiría ni uno solo de los elogios que públicamente recibe, pues su plan es tan primitivo y aburrido como efectivo. Pero, más allá de este aspecto intrascedente a los efectos de analizar el juego, en el momento en que dejó de tener la más mínima amenaza al contraataque, todo lo que no fuera merecer contundentemente la victoria para el Barça era un fracaso.

9.- Era un fracaso porque, sin amenaza alguna, y con Messi, Iniesta y Neymar entre otros, no hay excusa posible que justifique la incapacidad para romper un muro por sólido que sea con el aliento, el césped y las dimensiones del Camp Nou detrás por cuarta vez consecutiva en lo que va de temporada. Es más, sólo puede explicarse mediante la falta de evidente de recursos en ataque estático.

y 10.- Del mismo modo que se encuentran en tan buena forma gracias al trabajo de Martino, no consiguen encontrar las circunstancias tácticas idóneas para aprovecharlo por culpa de la ausencia o defecto del mismo. De la cara B de esas dos caras del trabajo del técnico rosarino. Y es que Messi o Iniesta no tienen dos caras, y necesitan un entrenador que tampoco las tenga para vencer a los estrategas que sólo tienen una. Como Diego Pablo Simeone.