El Real Madrid ya ha vivido todo esto. Jugó una final mucho tiempo después de la anterior. También se enfrentó a un equipo español que se metió en la final sin ser un teórico grande de Europa. Y ese trío de campeonatos se cerró con un gol para la historia de su jugador estrella en el momento más alto de su carrera, situación con la que Cristiano Ronaldo habrá soñado más de una vez desde que llegó a Madrid hace cinco años.
Corría el minuto 66, curiosamente el año en el que se ganó la última Copa de Europa. Hacía ya treintaidós años. Fue entonces cuando, quién sabe si en fuera de juego o no, Mijatovic levantó de su asiento a millones de madridistas y provocó una de las sensaciones más placenteras de la memoria de casi cualquier merengue. La Séptima.
Al venir tan seguidas la Octava y la Novena, quizá se perdió la perspectiva para valorar lo que cuesta ganar una Copa de Europa. La Quinta del Buitre no ganó ninguna, y hubo una sequía de treintaidós años, pero hay quien cataloga de fracaso todo lo que no sea ganar la Champions. Llegar a una final o quedarse a las puertas de la misma no debería considerarse un fracaso. Ahora bien, tampoco un éxito, y sin duda esta generación quedaría señalada como la que tuvo todo a su favor, pero no lo consiguió. Plantillas amplias y de calidad, entrenadores más que capaces, gran inversión, varios de los mejores jugadores mundiales en su posición y un jugador franquicia que ya solo se compara con Di Stéfano. Cinco años de Florentino 2.0, que de momento tiene que conformarse con dos Copa del Rey y una liga, y que podrían convertirse en un éxito rotundo si todo sale bien en los noventa minutos que quedan por disputarse. Porque el Real Madrid es así de grande y complicado, e incluso así de injusto. Un club que creó la Copa de Europa y que vive por y para ella. Doce años de espera para volver a gozar de la oportunidad de conseguirla.
Recibe muy lejos de la portería contraria, más de sesenta metros de carrera, pero solamente un rival en el camino. Le persigue alguno de naranja a lo lejos, pero no le preocupa. Encara a Cañizares, le enseña el balón, lo acaricia hacia fuera eliminando al portero y la cruza por detrás de quien le perseguía. Raúl poniendo el 3-0 de la Octava.
Han tenido que pasar por seis años seguidos cayendo en octavos de final, chorreo en Liverpool incluido, han recibido un 2-6 y un 5-0 del eterno rival, han visto cómo se les escapaba la oportunidad de jugar una final en casa, han sido eliminados en penaltis en un año que olía a gloria y Lewandowski les ha metido cuatro en un partido. En doce años, algo más de una década, da tiempo a muchas cosas: a tener proyectos buenos, mediocres e incluso a no tener proyecto. Este año sí lo ha tenido, y muy bueno. Ancelotti se encontró con una base muy consolidada y pudo dar su toque personal y contar con unos fichajes de enorme nivel. Una temporada de altibajos, con un juego dudoso en la liga excepto en el tercio medio, y una copa y una Champions casi perfectas. Ha superado lesiones importantes, ha rendido con jugadores clave tocados en distintos momentos del año, ha manejado diversos esquemas tácticos y actitudes sobre el campo. No debería juzgarse el trabajo de un año por un partido, y Ancelotti ha dado un resultado notable, con el punto negro del tramo final de liga. Sí es un partido más crucial para muchos jugadores que llevan demasiados años buscando este título sin acierto, por lo que encontrar el equilibrio entre nervios y tensión será especialmente importante. Las claves tácticas de la final son otra historia.
Roberto Carlos toca para Solari, que controla y pone un balón al espacio confiando en la aplastante superioridad de su carrilero, que llega forzado y consigue sacar algo parecido a un centro. Realmente un pase horrible muy llovido sobre la frontal del área. Pero está él. Marca los tiempos, levanta la pierna izquierda por encima de la cintura y la pone en la escuadra. El mejor gol de la historia de las finales. La Novena.
Doce, doce largos años. La esclavitud del Real Madrid ha consistido en esa sensación que le ha envuelto al ver tantas finales por televisión mientras recordaba aquellos tiempos lejanos de libertad, cuando la espera no era tan grande, la victoria era más frecuente y la presión algo menor. Esta vez será diferente.
Solomon Northup, protagonista de Doce años de esclavitud: «No voy a caer en la desesperación, voy a mantenerme firme hasta que tenga la oportunidad de ser libre».
La oportunidad ha llegado.
* Juan Zubiría. Sitio web: desdelazonamixta.wordpress.com
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