Robben no está rompiendo a Coentrao. Pero es tan enorme su amenaza que toda la atención se fija en dicha banda. No rompe, pero asusta. Es el alfil amenazante.
La ruptura llega por el otro costado, donde el alfil punzante Ribéry sí quiebra a Arbeloa. Le ayudan Khedira y Di María (después, Özil, o sea poco), pero a Ribéry le apoyan Kroos y Alaba y esa es una fuerza poderosa.
El partido discurre entre la frialdad de Heynckes, que no parece inmutarse ante la igualada madridista ni con la falta de control de su equipo en transición defensiva, y la impaciencia blanca, conjunto acelerado que juega como si no quedara tiempo para nada.
A la hora de partido, un movimiento de Heynckes cambia la fisonomía del juego. Entra Thomas Müller supliendo a Bastian Schweinsteiger. Cambio interesante: mucho más ofensivo Müller, el atacante del talento inmenso, pero infinitamente más frío que Schweini, el espíritu ardiente de la casa.
En esa media hora final, el Bayern cambia todos sus recorridos. Sin demasiada prisa, como si sobrara tiempo, Müller empieza a posicionarse en banda izquierda y Ribéry y Robben caen sobre derecha. Mourinho lo ve e introduce a Marcelo para reforzar el costado de Coentrao, pero Müller encuentra el apoyo de Alaba y Kroos y continúa la fractura por la otra banda. En el 75’, Mourinho ordena a Marcelo que se vaya a esa otra trinchera y esa orden define el marcador. La amenaza Müller orienta al Madrid hacia su derecha.
Pero en su izquierda ya hay dos alfiles (Ribéry y Robben) contra Coentrao y Khedira. Se le suma Lahm y son 3 contra 2. Solo falta ajustar el punto de mira en los centros: no será por arriba, sino por raso. Doble alfil contra peón. Las órdenes de los mariscales influyen tanto como los errores de los soldados.
– Foto: EFE
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