El declive de un equipo empieza cuando siente que deja de aprender. Tarde o temprano siempre ocurre así. Ni el hambre de victoria, ni el talento de los futbolistas, ni la disciplina espartana son más importantes que la percepción del aprendizaje. Y esto es válido en cualquier parte.
En la pizarra de su despacho de Säbener Strasse, Pep Guardiola tiene escrita, entre otras, una frase que destaca: “Prácticamente la totalidad de problemas de un equipo es por culpa de los egos”. Este es un axioma universal que afecta a todos los equipos. La cuestión principal reside en qué instrumentos se emplean para gestionar dichos egos. A menudo confundimos los términos y tendemos a pensar que el hambre de triunfo o el talento individual son algunos de esos instrumentos, cuando en realidad solo son la materia prima. Resultan necesarios, pero no son suficientes. A continuación recurrimos a la disciplina, quizás porque es una pulsión primitiva que llevamos dentro: cuando un equipo no funciona, disciplina, disciplina, disciplina…
En realidad, lo que permite alinear egos y extraer el mejor rendimiento del talento existente es la capacidad de enseñanza del entrenador y la voluntad de aprendizaje del jugador. Un equipo que no aprende algo nuevo cada día es un lago estancado. El aprendizaje es un instrumento de progresión, en tanto la disciplina lo es de cohesión. La cohesión resulta imprescindible en un colectivo porque aporta reglas comunes de comportamiento y evita astracanadas o exabruptos. Un equipo indisciplinado puede llegar lejos, y hay casos documentados de ello, pero inevitablemente acabará por resquebrajarse, víctima de la cortedad de miras. El aprendizaje, por el contrario, da alas. Cuando el entrenador sabe enseñar y a diario aporta gotas de conocimiento y el jugador quiere aprender y aprovecha dicho conocimiento para ser un poco mejor, en este caso un colectivo es capaz de multiplicar su potencial y no solo sumar talentos individuales.
En el fútbol actual solo prestamos atención al resultado más reciente, sin darnos cuenta de lo importante que resulta que un equipo aprenda, progrese, mejore y sea más experto en su especialidad. El entrenador que solo emplea disciplina habrá dado un primer paso en la gestión de los egos, pero el que aporte conocimiento diario será quien construya equipos campeones.
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