Dios salve a Abebe Bikila

por el 10 agosto, 2012 • 17:17

3 de Octubre de 1935. Tropas italianas atraviesan Eritrea e invaden Etiopía cumpliendo órdenes de Benito Mussolini. Il Duce había mostrado su deseo de formar un Imperio italiano y eligió este país del cuerno de África situado entre Eritrea y Somalia. Comenzaba así la Segunda guerra ítalo-etíope, que tendría su fin el 9 de Mayo de 1936, cuatro días después de que el ejército italiano tomara Adís Abeba. Desde ese momento, Etiopía pasaba a llamarse Abisinia. El emperador del país africano, Haile Selassie, se vio obligado al exilio en Jerusalén.

Cuatro años antes, el 7 de Agosto de 1932, nacía en el pueblo de Jato Abebe Bikila. La fecha de su nacimiento aventuraba lo que sucedería después, ya que Bikila vino al mundo el mismo día que se disputaba el maratón de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles. Hijo de un pastor, su infancia transcurrió bajo el yugo italiano hasta que en 1941, en plena Segunda Guerra Mundial, las tropas británicas liberaban Etiopía y Haile Selassie volvía al poder. Bikila, que aprendió a leer con 14 años, ayudaba a su padre en el campo y subsistían cómo podían en unos años de extrema pobreza.

Marcado por la invasión italiana, Bikila ingresó muy joven en la Guardia Imperial de Selassie, lo que le permitía ganar un buen sueldo con el que ayudar a su familia. No parecía estar interesado en el deporte hasta que los seleccionados etíopes para los Juegos Olímpicos de Melobourne’56 desfilaron delante del Emperador. La majestuosidad de su pose, todos uniformados en el color de su bandera, con el nombre de su país a la espalda le resultó a Bikila un ejemplo de belleza y patriotismo. Ese momento, ese desfile, fue clave para que Bikila se decidiera a probar suerte en el atletismo. Con 24 años, una edad tardía para la práctica de cualquier deporte, se puso a las órdenes del preparador sueco Onni Niskanen.

Comenzó a entrenar y a participar en varias competiciones locales, marcando grandes tiempos en 5.000 y 10.000 metros. Su entrenador comprobó que tenía potencial pero, aun así, no formaría parte del equipo seleccionado para los Juegos Olímpicos de Roma en 1960. Sin embargo, la lesión del mejor atleta del país, Wani Biratu, gran amigo suyo, que se rompió el tobillo jugando un partido de fútbol, propició que Bikila, que ya le había ganado en una ocasión, viajara a Roma.

Fue en la capital italiana donde comenzó a labrar su leyenda. Con 28 años se presentó en la línea de salida un hombre espigado, de largas piernas, rostro afilado, cabello rizado y mirada felina. En su pecho portaba el número 11. Era un auténtico desconocido para público y rivales, habiendo corrido nada más que dos maratones en toda su vida y completamente descalzo. La delegación etíope tenía pocos números de zapatillas Adidas, sponsor oficial, por lo que Bikila se probó varios pares con los que no se sentía cómodo. Antes que correr en esas condiciones decidió hacerlo con los pies desnudos, como tantas veces lo había hecho en su país natal cuando entrenaba. Era el 10 de Septiembre de 1960, una fecha para la historia. Allí nacería el mito del mejor maratoniano de la historia.

Las condiciones de la carrera eran extremas, con mucho calor y humedad, a las 17.30 de la tarde, para terminar ya entrada la noche en el Arco de Constantino, donde estaba ubicada la meta. Su entrenador le aconsejó que memorizara los dorsales de sus principales rivales, sobre todo de Rhadi, atleta marroquí, que llevaría el 26. A mitad de trayecto, con los dorsales aún en su cabeza, Bikila se vio superado por el número 185. Lo dejó ir, ya que no entraba en la lista de amenazas, pero poco después, tras una mirada desafiante de su rival, se dio cuenta de que era el marroquí. Comenzaría en ese momento otra carrera que aparte del significado deportivo, tendría un tremendo impacto simbólico. Solamente 24 años antes se producía la invasión de Etiopía por Italia y en el último kilómetro de la prueba, justo al lado del Obelisco de Aksum, que los italianos habían robado a los etíopes, sintió fuego en sus piernas y atacó a Rhadi. Bikila enfilaba hacia la meta a las afueras del Coliseo galopando con su característica elegancia para reunirse en su cita con la historia. Batió el récord del mundo de la competición con 2h15:16, rebajándolo en casi 8 minutos y se convirtió en el primer atleta subsahariano de la historia en ganar una medalla de oro. Bajo el Arco de Constantino se encontraba Bikila, el mismo lugar desde el que partieron los ejércitos italianos que conquistaron su país. Una frase histórica inmortalizó el momento: “Italia había necesitado un ejército para conquistar Etiopía y Etiopía solo un hombre para poner Roma a sus pies”.

A su regreso de Roma fue recibido con honores en el palacio Imperial y recibió una pensión vitalicia y un Volkswagen Beagle de regalo por su heroica hazaña. Solamente un año después se produjo un golpe de estado en Etiopía, perpetrado por Mengistu Neway, que exigía mejoras sociales en el país y fue brutalmente reprimido por Haile Selassie. Muchos soldados de la Guardia Imperial fueron ahorcados por apoyar a Neway y Bikila, que no había tomado parte en la revuelta, salvó su vida y le fue permitido poder participar, tres años después, en los Juegos Olímpicos de Tokio en 1964.

Cada carrera de Bikila estaba envuelta en un halo de fantasía y superación. Llegó a la capital nipona en plena recuperación de una apendicitis sufrido seis semanas atrás. Cuenta la leyenda que cuando estaba ingresado, corría por los patios traseros del hospital. El 21 de octubre tomó la salida del maratón, esta vez con unas zapatillas Asics y volvió a mostrar su puño de hierro sobre el asfalto japonés, utilizando la misma táctica que años antes, aguantar con los líderes hasta el kilómetro 20 para después ir dejando atrás a todo rival que osara hacerle sombra. Entró en el Estadio Olímpico sobrado de fuerza, aclamado por una multitud de 75.000 personas y estableciendo un nuevo récord mundial en 2h:12:11. Kokichi Tsuburaya, atleta anfitrión, fue tercero, y cansado de correr, se haría el harakiri cuatro años después. Al finalizar la carrera, Bikila afirmó que podía haber corrido 10 kilómetros más y se puso a hacer una tabla de gimnasia en la línea de meta ante la mirada atónita de los asistentes. Abebe Bikila se había convertido en una leyenda: el primer atleta en ganar dos maratones olímpicos consecutivos. Años más tarde, el alemán Waldemar Cierpinski igualaría su logro al ser oro en Montreal’76 y Moscú’80.

Con 36 años, volvió a participar en los Juegos Olímpicos de México’68. Había tenido una pequeña fractura en el pie, que había mantenido en secreto y que le impedía correr con garantías. En el kilómetro 17 de la prueba decidió abandonar. Un poco antes de retirarse de la carrera tuvo lugar una anécdota histórica. Bikila, que era capitán del ejército, se acercó a Mamo Wolde y le dijo: “Teniente Wolde, no voy a poder terminar la carrera”. Wolde mostró su pesar, a lo que Bikila respondió: “Le ordeno que gane la carrera”. “Sí, señor”, acertó a contestar Wolde. Y la ganó. Ese año, Wolde había sido segundo en los 10.000 metros y más tarde en los Juegos de Munich sería bronce en maratón.

Un año después, Bikila sufrió un grave accidente con su Volkswagen que le dejó parapléjico. Con gran entereza, afirmó que los grandes hombres conocen la tragedia y también bromeó afirmando que correría el próximo maratón en su silla de ruedas. Fue invitado a los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972, donde recibió una atronadora ovación que sonaba a despedida de uno de los mejores atletas de la historia de los Juegos Olímpicos

Un año después, Abebe Bikila fallecía por una hemorragia cerebral causada por las secuelas de su accidente automovilístico. En su país, más de 65.000 personas y el emperador Haile Selassie despidieron al que consideraban como héroe nacional de Etiopía. En 1984 recibiría la Orden Olímpica a título póstumo.

Hasta los Juegos Olímpicos de Roma, el continente africano era prácticamente desconocido en el mundo entero a nivel deportivo. Bikila fue una inspiración para las generaciones venideras de atletas. Desde entonces, los africanos han ido aumentando su poder en las carreras de fondo, siendo los dominadores mundiales y un auténtico referente en nuestros días. Curiosamente, en estos Juegos Olímpicos de Londres, en categoría femenina, una etíope, Tiki Gelana, se hizo con la medalla de oro. Dios salve a Bikila.

* Sergio Pinto es periodista. En Twitter: @dikembe

– Fotos: Allsport Hulton (Archive) – Olympic.org – Central Press




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