"El éxito se mide por el número de ojos que brillan a tu alrededor". Benjamin Zander
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1.- Tan diezmado había dejado el virus FIFA al Madrid –lesiones y fatigas, además de la ausencia de Modric, sancionado–, que del mediocampo hacia adelante del once que parecía que le empezaba a cuajar a Ancelotti antes del parón por compromisos internacionales, solo se reconocía a Bale. El técnico italiano daba descanso a Benzema y Xabi Alonso, para armar un ataque de obra nueva, volviendo al 4-2-3-1 que empleó en Almería y sobre el que, para goce de Isco, parece que se reinventará el equipo tras la baja de Khedira. En la medular se estrenaba la joven pareja Illarra-Casemiro, con Isco de enganche, dos extremos zurdos en los costados –Bale a pierna cambiada en la derecha y Di Maria a pierna natural en la izquierda– y Jesé en punta de lanza.
2.- La puesta en escena de Mancini pareció valiente. El Galatasaray adelantó la defensa más de lo que se preveía en un principio y ejerció una presión posicional que, aun lejos de ser agresiva, obstaculizaba mucho la fluidez en la circulación de balón del centro del campo blanco. Illarra y Casemiro aseguraban contención y fiabilidad, pero se echaba en falta creatividad a la hora de generar juego en estático para hacer llegar balones a la zona de tres cuartos. Sin embargo, de la incomodidad de Jesé en la posición de ‘9’ –donde su lucimiento mengua exponencialmente– sacó provecho el Madrid. El delantero grancanario, que necesita una participación mucho más continuada en el juego, salía de la zona del delantero centro para retrasar su posición o caer a banda, liberando el espacio para que irrumpieran los jugadores de segunda línea, en busca de balones filtrados por Isco, que tenía que bajar al centro del campo a recibir.
3.- De estos balones a la espalda de la defensa –de uno de esos nació el mano a mano que echó fuera Bale a los 3 minutos– y de las acometidas de Marcelo y Di María por la izquierda se sostenía el ataque del Madrid, al que le estaba costando demasiado instalarse en campo turco. El manual de Mancini era sencillo: a cada robo, balones a la carrera de Bruma y Amrabat, o al pecho de Drogba, capaz de hacer bueno el peor pase solo con el control. Precisamente a la hora de abastecer balones a los hombres de arriba fue donde se echó en falta el guante en la diestra de Sneijder, que con molestias comenzó el partido en el banquillo.
4.- El partido se rompió en el minuto 26 con la expulsión de Ramos, que derribó a Umut Bulut cuando se disponía a encarar a Casillas. El de Camas no está, pero se le espera. Su mejor versión parece clave para un Madrid que aspire a todo, pero lejos de su mejor nivel, no mide en las marcas, corre riesgos innecesarios en la salida del balón –el pase raso y horizontal atravesando el centro a la altura de la frontal con los puntas del Galatasaray encimando la salida de balón en el minuto 5 es impropio de un defensa de su nivel–, y se desquicia con facilidad. Lo pagó Jesé, que vio aplazada su oportunidad de ir ganando minutos en el equipo para dar entrada a Nacho, que ocupaba el puesto de Ramos.
5.- El partido cambió por completo. La expulsión provocó un cambio antagónico en la intensidad de cada equipo. Mientras los turcos reducían una marcha a la espera de que el cansancio hiciera mella en los blancos, el Madrid, acuciado por las adversidades, se sacudió la presión, compactó las líneas, multiplicó las ayudas y se encorajinó para sacar adelante un partido que ya no podía tener más trabas. Pasada la media hora, el árbitro señaló una clara falta de Felipe Melo a 30 metros del área, y evidentemente hoy era para Bale. El extremo galés golpeó con ese gesto de empeine que tan pocos dominan, cogiendo el balón dirección al cielo para caer como un misil antes de llegar al arco de Iscar, que le sobraba con aplaudir. Una folha seca para enmarcar.
6.- Dos minutos le duró la alegría a la parroquia blanca, que le tocó ver como Drogba, que cuando agota los recursos de delantero mastodóntico empieza por los de futbolista excelso –porque exigirle ese gesto de genio a un punta es inmoral–, filtraba un pase a la espalda de Pepe que Umut Bulut interpretó a la perfección para plantarse delante de Casillas y batirle por bajo.
7.- La expulsión había llevado a un terreno a los de Mancini que no sabían manejar. El Madrid se replegaba con orden y el Galatasaray no controlaba las zonas de pérdida de balón en ataque estático. Amagaron con morder los turcos tras el descanso, pero se quedó en espejismo. Al gol anulado a Umut Bulut por fuera de juego nada más comenzar el segundo tiempo, le sucedió cuatro minutos después otro gol del Madrid. Di María, abierto a la izquierda, puso un centro al área que Arbeloa remató sorprendiendo desde atrás, ante la mirada de una defensa turca a la que nadie creería que entrena un técnico italiano.
8.- El gol fue un mazazo para los turcos, que acabaron de capitular al cuarto de hora del segundo tiempo con la entrada de Xabi Alonso por un Casemiro que no pasó de correcto. Con el tolosarra, el Madrid se instaló en campo rival, circuló el balón a una velocidad que ni con 11 ni con 10 había fluido antes, y los espacios pasaron a ocuparse tan bien que la inferioridad solo podía adivinarse contando los futbolistas de cada equipo.
9.- Alonso había entrado en plena exhibición ofensiva de Arbeloa, que espoleado por el gol había forzado un penalti que el árbitro interpretó como simulación, había voleado en la frontal un balón que salió lamiendo el poste, e iba a asistir a Di María para que hiciera el tercero. Era la reivindicación antinatural de un lateral inteligentísimo tácticamente, titular con tres técnicos campeones de Europa, con un palmarés de admirar y que ha tenido que extralimitarse a hacer algo que no se le exige para salir momentáneamente del ojo del huracán en el que reside hace tiempo.
10.- El gol de Di María vino de una jugada colectiva iniciada de nuevo por Xabi Alonso, masticada en banda por Isco y Arbeloa, y rematada por bajo por el argentino, que despertó en la segunda parte siendo un incordio constante para la zaga turca en forma de desbordes, incorporaciones eléctricas y presión en la salida. Tras el gol, Mancini sacó a Sneijder, pero el panorama apenas se alteró. El Madrid siguió esperando atrás, el Galatasaray, impotente, progresaba gracias a la zancada de Eboué, que desde el lateral batía líneas con la potencia que le define, y solo creaba sensación de peligro cuando el balón asomaba en el radio cercano a Drogba.
11.- A diez minutos del final, Arbeloa puso la rúbrica a un despliegue físico colosal, robando en campo propio y conduciendo hasta el del rival, la jugada se trabó hasta llegar a pies de Isco, que tras un primer disparo fallido recogió su propio rechace ante la pasividad de una zaga frágil y apática, salvó la entrada a la desesperada del último defensa turco con un recorte de videoteca y batió a Iscar para firmar el 4-1 definitivo.
y 12.- Con la derrota, el Galatasaray se ve obligado a apurar su última bala en su estadio ante la Juve donde sólo le valdrá ganar dentro de dos semanas y mucho tendrá que cambiar su actitud sobre el césped para que esto suceda. Para el Madrid, la victoria supone mucho más que sellar el primer puesto del grupo. El ejercicio de heroicidad jugando con uno menos durante más de una hora, el hecho de que todo el colectivo haya bajado al barro cuando la situación así lo ha exigido, endurece el vestuario, aumenta la confianza y refuerza el vínculo con la grada. La intensidad va antes que el sistema y que las piezas a disponer, y con esta intensidad se puede jugar a lo que se quiera. Primer paso serio de este Madrid para ser un equipo.
* Alberto Egea.
– Foto: Ángel Martínez (Real Madrid)
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