Diego López, culpable
Una noche, Diego López se acurrucó en el banquillo del Sevilla para despertar al día siguiente con el olor a césped recién cortado del Santiago Bernabéu. Algo similar le sucedió a Tom Hanks en la película Big, cuando en una feria ambulante encontró una extraña máquina en la que un hombre con perilla y turbante concedía deseos por 25 centavos. El niño pidió el deseo de ser mayor y, cosas del celuloide, al despertarse la mañana siguiente, su sueño se hizo realidad. Desconocemos si López se dio un garbeo por la Feria de Abril y echó un par de euros en una máquina recreativa de esas que sólo funcionan de vez en cuando, pero lo cierto es que la vida del guardameta lucense ha dado un giro radical en apenas un año. Su regreso al Real Madrid, el club donde se crió antes de ser conocido en Villarreal, vino envuelto en una espiral de celos, traición y algo de fútbol. Finalmente se impuso lo último y a día de hoy pocos discuten al espigado cancerbero de 31 años, que llegó como remedio de urgencia y se convirtió en el cigarro de después. Sólo el murmullo mediático de aquellos que tiran de memoria histórica y quizá de algo más desvía la atención de cierta manera ante un rendimiento a todas luces superlativo y hermético ante la presión externa.
En un mundo del fútbol cada vez más focalizado en lo que no tiene importancia, se generan debates irrisorios, se buscan culpables como quien busca un ligue de una noche, se rellenan folios en blanco y se malgasta el aire de forma hueca. Pero ya puestos a encontrar una cabeza de turco a la actual situación de la portería del Real Madrid, solo un nombre me viene a la cabeza. No es Mourinho, no es Florentino, ni siquiera es Ancelotti. El nombre propio es Diego López. No hay complot, ni confabulación, ni siquiera mal de ojo. Lo único que sucede es lo que acertadamente un día definió Jorge Valdano: «El fútbol es un estado de ánimo». Y de forma, diría yo. En ambos ámbitos emerge triunfante López, dejando en Casillas un halo de mito terrenal al que incluso la suerte le es esquiva quince años después. Ese era el deseo de Diego López. A ver quién se lo quita. Así que si quieren un culpable, está bajo palos. Si no, en una maniobra desesperada siempre se puede maldecir al rebujito y a las atracciones de la Feria. Y si nos ponemos quisquillosos, incluso a Tom Hanks, que a veces se pone insoportable.
* Sergio Pinto es periodista.
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– Foto: Jon Nazca (Reuters)
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