Decíamos ayer que Tito Vilanova afronta retos relevantes en la gestión. Añadamos hoy uno más: el de las salas de prensa. Es indiscutible que las salas de prensa son otro terreno de juego. Recuerdo haber escrito hace cuatro años, a propósito del estreno de Guardiola, que para vencer en el banquillo primero hay que triunfar frente a los micrófonos, pues casi resulta más importante explicar lo que se ha hecho que hacerlo. Y en esta materia, Pep fue un mago de verbo y la pedagogía, del mismo modo que Van Gaal perdió en ellas el crédito que ganaba sobre el césped. Conquistar las salas de prensa no significa derrotar a nadie y tampoco al entrenador rival. En realidad, la tarea de Tito en ellas no consiste en hablar más alto que el más gritón de los oponentes, ni en embaucar periodistas, ni en sumar seguidores a su feligresía. Le bastará con ser él mismo, natural y sobrio, poco hablador, escueto, sincero y buen vecino con el sentido común. Se equivocará él y lo hará el club (el presidente ya ha empezado a hacerlo, por cierto) y también los aficionados si pretenden convertir las salas de prensa en un ring de pugilato verbal frente a Mourinho o en una tabla comparativa permanente con Pep.
A Tito ni se debe ni se puede compararle en retórica con su antecesor ni con su principal rival. Con toda probabilidad, jamás tendrá la habilidad verbal de Guardiola, su presencia carismática, su imagen entre doliente y sarcástica. Con la misma probabilidad, no dispondrá de la acidez impertérrita de Mourinho, ni su capacidad para alterar el pulso de los contrincantes con solo abrir la boca. ¿Debemos esperar eso de Tito? Francamente, no. Y no me parece mal que así sea. Tito tiene su propia personalidad y deberá moldearla en el campo y fuera de él. Si quiere conquistar las salas de prensa deberá hacerlo desde su estilo, no a base de ser más ácido que el portugués o más carismático que el de Santpedor. Con que sea él debiera bastar. Al fin y al cabo, y repitiendo que son importantes, las salas de prensa solo son un anexo colateral a lo verdaderamente importante y eso ocurre muy lejos de los micrófonos, en el césped. Es probable que bastantes aficionados y alguna prensa, la que siente que más que opinar ha de influir, se sienta decepcionada si el exabrupto no es la norma de Tito. Sería chocante que lo fuese. Tito es, como Zubi, un tipo sobrio y discreto, poco amante de contar, pues prefiere hacer que explicar lo que hace. Con estas condiciones, ni cabe imaginar grandes trifulcas a lo Góngora-Quevedo, ni que se abanderen revoluciones verbales desde el banquillo.
Lo mejor de Tito debe suceder sobre el campo, cuando explique sin palabras su modo de concebir el fútbol. Ahí está su auténtico reto: recuperar a los lesionados, estimular a Piqué y Alves para que sumen de verdad, aguijonear a los jóvenes, conservar a Xavi sin reducir a Cesc y reformatear el hábitat de Messi sin mermar su productividad. Esas serán sus auténticas palabras.
– Foto: Miguel Ruiz (FC Barcelona)
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