Alguien sugirió en una ocasión que el pensamiento es una forma de ocultar la verdad. Existen un asombroso número de ejemplos que muestran cómo la humanidad puede ser embaucada por el pensamiento. Y de igual forma esto se podría extrapolar al mundo este del futbol en el que vivimos donde hay verdades enquistadas en y sobre los participantes, convirtiendo y convirtiéndonos en cariátides que sostienen un escenario sobre el que otros pueden bailar.
El mundo futbolístico, el juego, la propia esencia de éste, es diáfano, es como la música cuando se toca música, simplemente desaparece y por esa razón es una de las artes más elevadas. Cuando más tiende una cosa a ser permanente, más tiende a carecer de vida. El futbol está atrasado, desnudo, desarmado por una aguda embriaguez de cultura que pretende instalar la insólita organización de lo espontáneo.
Aquellos que viven sin haber vivido el fútbol por dentro suelen creer en las tácticas, planificaciones y modelos diciendo: “Si en la actualidad todo se hace de forma planificada, en el fútbol debe ser así”, (yo añadiría PERIODICEMOS). La frase tiene mucha seducción y casi siempre queda en pie como suprema verdad del fútbol. Porque nunca se encontrará a nadie que sienta y viva el fútbol y su esencia, no por otra cosa, sino porque no le interese el debate, replicando: “Porque tratándose de manejar lo imprevisto, como es el fútbol, lo planificado carece de sentido ni valor” (yo añadiría NO SÉ EXPLICARLO, MEJOR JUGUEMOS).
Un lenguaje académico mas pulido, aunque futbolísticamente hueco, da gran apoyo a la credulidad de la función didáctica de los entrenadores de fútbol. Todo este confuso mundo de polémicas y dudas, periodizaciones, artificialidad, preocupándonos más por la marca personal hacia quienes necesitan verla, es el resultado de la masa no idónea en fútbol a todo aquello que pueda trasuntar un nivel dialectico superior al que ella tiene. Pienso que en la tácticas se esconde mediocridad, hay quienes pensamos que el fútbol pertenece solo y simplemente a los jugadores y a lo que sucede de repente en un preciso instante y que jamás será repetido, que es siempre mucho más de lo que se planea.
Lo planteado hasta ahora es una lucha entre la verdad y la cultura, en la que lamentablemente la verdad no tiene cultura y la cultura se apoya en la audacia y la mentira porque no tiene fútbol. Éste es también un conflicto entre los que dudan pero no les importa decir o no decir nada y los que mienten pero saben hablar para quienes no saben, creen cualquier cosa y especialmente creen en lo que tenga más apariencia de culto. Ahora, el que está por perder el mismo sitio es el fútbol, todo el fútbol, a través de esta propagación sin barreras de la cultura sin verdad, a favor de la ignorancia siempre proclive a suponer que el vocabulario de acceso difícil contiene una verdad nueva. El fútbol ha pasado a ser una puja constante de palabras y en ese juego ganan la mayor adhesión los que mejor memorizan el diccionario. Sobre todo cuantos más adeptos tiene la sofisticación que ha logrado hacer aparecer a la estupidez como genialidad.
En un debate dialéctico de idoneidad futbolística ya vaticino que perdería o simplemente que me gustaría perder a favor del fútbol cuando fuese preguntado por qué el futbol no se va a planificar como se planifica todo. En éste caso contestaría con la certeza de que dudaría de la contestación, dada mi idoneidad natural (no fabricada): “al fútbol lo juegan solamente los jugadores y ojala yo pudiese ser jugador”.
Esta respuesta no llegara a conquistar adeptos en la medida que los consigue una frase que diga, por ejemplo, lo que el ignorante en futbol le sugiere como de gran idóneo en futbol, en lo que muchos nuevos e iguales entrenadores dirían:
“… en fase ofensiva el Bayern atacó las debilidades de la Juventus colocando a los extremos entre el central y el carrilero del equipo italiano, atacando el espacio más flojo del rival (…) Si tus laterales no tienen la capacidad de volver a la velocidad de Alaba o Lahm, si no dominan el uno contra uno defensivo de esa manera, no podrás –o te equivocarás– exigiendo aquello que ellos dominan a la perfección, pero si teniendo esas capacidades no lo exiges, ¡entonces estarás debilitando a tu equipo en el partido!”
Toda la gente sensible empieza en la vida con dos supuestos fundamentales: uno no puede mejorar solo el mundo y uno no puede cambiarse a sí mismo. Se es lo que se es, y una vez aceptado esto, disponemos de una enorme cantidad de energía para hacer lo que puede hacerse. Todo aquel que mire desde un punto de vista externo afirmará : “¡Cuánto ha mejorado tal jugador con tal entrenador!”, o como muchos magos mágicos dicen y asientan: “Yo he convertido a este jugador en otro nuevo”; “Gracias a mí ha mejorado”. Cuántos amigos y compañeros han seguido novedosas metodologías (dudosa comedia, como hace llamar Óscar Cano en el Juego de posición del F. C. Barcelona) con el único fin de conseguir un resultado cuantitativo para el momento en cuestión. He debatido mucho con muchos de ellos con la intención de explicar que una parte de ellos, nuestra, que se supone que mejora al jugador que se trate, es exactamente la que necesita ser mejorada. No existe ninguna distinción entre el “Yo bueno” y el “Yo malo”.
Todo esto es una especie de proceso de dos caras. El primer paso es no sentir ansiedad por el mañana y el segundo es no soñar ni por un instante que podemos cambiar ni mejorar nada, ¿Quién de vosotros que sienta ansiedad puede estar de acuerdo? Al igual que sucede con la creencia en la predestinación, la cuestión tiene una consecuencia inesperada, es decir, la consecución de energía disponible para así poder ocuparse del mañana por la simple razón de que ya no nos podemos ocupar del hoy. Así que aquellos que viven para el mañana tienen una razón para planificar, mientras que los que no pensamos en él no tenemos razón alguna para ello. Aunque sinceramente nunca alcanzarán el mañana porque no viven el presente; en lugar de ello realizan planes de futuro que nunca llega ,y eso creo que es bastante estúpido.
Me gustaría dejar claro que lo dicho anteriormente no pretende ser un sermón. De ninguna manera estoy diciendo algo que nadie debería de hacer, todo lo que hago es intentar explicar una situación y vosotros podéis hacer lo que deseéis al respecto, incluso vaticino que muy pocos aguantaran hasta estas líneas. De alguna forma, estoy haciendo esto al estilo del poeta: un poeta trata de escribir lo que no puede decirse. Se acerca, e incluso da la impresión de que lo consigue; se trata de un gran arte, decir lo que no puede ser dicho. Trato de explicar una experiencia humana-futbolística y no puedo hacerlo. En lugar de ello, no hago más que teclear sin ningún sentido el teclado de mi ordenador intentando dar algún sentido, aunque mi verdadera intención es exponer un engaño medianamente elaborado.
* Leví Cantero es entrenador.
– Foto: Gilbert Garcin
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