Desencanto en París

por FERNANDO MURCIEGO el 27 mayo, 2016 • 22:06

Dicen que París es la ciudad de la luz, del amor y de no sé cuántos elementos más. ¡Pues menos mal! Roland Garros 2016 está resultando de todo menos brillante, encantador y sobre todo amable. Cuando Rafael Nadal, nueve veces campeón del torneo, aparecía esta tarde en rueda de prensa con una férula en su muñeca izquierda, hasta el más despistado de la plaza se dio cuenta de que algo no marchaba bien. La conferencia fue convocada hacía apenas unos minutos, como esa campana que sonaba en el recreo para devolvernos a todos inmediatamente a clase. Pues aquí lo mismo pero rumbo a la sala de prensa. Los afortunados periodistas que presenciaron aquellos tres minutos de explicación coinciden en que enfrente descubrieron a un Nadal tan tocado que ya casi ni recordaban. Hundido, frustrado, con los ojos a punto de desbordarse, el balear explicaba los motivos de su abandono, la razón por la cuál este sábado no podrá saltar a pista para enfrentarse a Marcel Granollers, jugador ya instalado en los octavos de final. No es la primera pérdida de este segundo Grand Slam de la temporada, pero sí la derrota más dolorosa para la organización. El rey de la tierra batida, de la tierra parisina, verá por primera vez en su carrera la tercera ronda por televisión. El décimo entorchado deberá esperar. El aliento del aficionado, todavía continúa estéril.

«Estoy aquí para anunciaros que me retiro del torneo porque tengo un problema en mi muñeca izquierda. Lo tengo desde hace unas semanas, parecía que cada día estaba más recuperado pero llegué aquí con ligeras molestias, un dolor que pensaba que podría manejar, pero he visto que la zona cada día está un poquito peor. Lo hemos intentando con todos los tratamientos posibles cada día, trabajando duro un montón de horas para intentar jugar, pero ayer ya lo hice con una inyección de anestesia en la muñeca con el objetivo de dormirla. Pude jugar, pero a partir de la noche empecé a sentir más y más dolor. Esta mañana al despertar, he sentido que ni siquiera podía mover la muñeca. Por supuesto, hemos realizado varias pruebas y exámenes y los resultados no han sido positivos. Realmente la muñeca no está rota al 100%, pero si continuaba jugando seguramente acabaría rompiéndose en un par de días. Si esto no fuera Roland Garros, no hubiera ni tomado el riesgo de jugar estos dos días, pero este el torneo más importante del año para mí. Hemos intentado todo, hemos intentado jugar, hemos utilizado anestesia, hemos tomado riesgos, pero para ganar el torneo todavía me hace falta ganar cinco partidos más, lo cual es imposible porque acabaría con la muñeca completamente rota».

Como siempre, palabras sinceras del actual número cinco del mundo. Sin esconderse, hablando en plata, confesó cada paso de su tratamiento y mostró la decepción de verse incapacitado para golpear una simple derecha sin dolor. El golpe es doblemente duro al tratarse de Roland Garros, el lugar que llevó al español al Olimpo del tenis mundial. Además, después de unos meses de sensaciones positivas en los que volvió a recordar al Nadal de aquellos mágicos recuperando la corona en Montecarlo o Barcelona. La ‘Gira Dorada’ no había marchado bien, pero la gira de tierra batida europea se había presentado a tiempo para catapultar de nuevo al de Manacor como uno de los candidatos al trono que alberga la Philippe Chatrier. Complicado expulsar de esa terna a alguien que levantó el trofeo en nueve ocasiones, aunque algunos se empeñen. Pero no, no podrá ser. De nuevo las malditas lesiones aparecen en el camino del mallorquín justo cuando ya todos las habíamos olvidado. Desde finales de 2014 sin ningún contratiempo en forma de dolor era demasiado tiempo, algún día tenían que volver y justamente ha tenido que ser en su segunda casa, en París. Un desafío tan bonito como ganar un Grand Slam invita sin pensarlo a tomar riesgos innecesarios en cualquier otra circunstancia. Quizá, los Juegos Olímpicos que arrancan dentro de dos meses, tengan mucho que ver para que Rafa y su equipo de trabajo no hayan querido forzar un día más la maquinaria.

Hay que remontarse hasta Wimbledon 2013 para vislumbrar un Grand Slam sin Roger Federer ni Rafael Nadal activos en la segunda semana de competición. Si seguimos rebobinando la cinta, hasta Roland Garros 2004. Los dos pilares fundamentales del tenis en la época moderna -aunque Djokovic ya forma parte de este triángulo amoroso- han causado baja en la capital francesa y con ello, cerrado un capítulo glorioso de triunfos casi ininterrumpidos en los últimos diez años, con el máximo respeto a lo que hizo Stan Wawrinka el curso apsado. La espalda del suizo, la muñeca del español, dos aparatosos rompecabezas que harán de este Roland Garros una pequeña isla de entre múltiples y virtuosos torneos de máximo calibre. Dos golpes psicológicos para el espectador que todavía sueña con el décimo título en París del balear o el 18º major del suizo en la Catedral londinense. Pasa el tiempo y tales hazañas cada vez van cogiendo más polvo y desprendiendo cierto carácter utópico. No es cuestión de engañar a nadie, la ‘Era Djokovic’ ya es una realidad, pero más imperial es la verdad que dice que aquellos llamados a relevar al serbio deberán ser las jóvenes promesas y no las ‘viejas glorias’. Así sucedió siempre y así seguirá. Lo de esta edición de Roland Garros es solo un aviso de lo mucho que nos queda por delante.

Ahora la puerta hacia la Copa de los Mosqueteros se abre de par en par para hombres como Andy Murray, Stan Wawrinka y por supuesto el número uno del mundo. Sin embargo, no han tardado en aparecer algunos atrevidos en Twitter en soltar una bomba en el espacio: «Sin Roger ni Rafa, este Roland Garros ya carece de todo valor. Tendrá un asterisco infinito en caso de ganarlo Novak Djokovic». Sí, a mi también me ha recordado a aquella «Shempions» de Guardiola. («A mí me daría vergüenza ganarla»). Semejante tontería que hay que aguantar debido a que el cerco de candidatos se ha limitado, evidentemente. Al final, quien lo sufre es el torneo. Seguirá siendo el foco de atención durante los próximos nueve días, pero sin dos de los monumentos más sólidos que alumbrar. Y si el día 5 gana Djokovic, por cierto, será más que merecido. Bastante tienen los jugadores con ganar siete partidos en quince días al mejor de cinco sets para que encima venga algún iluminado a restarle méritos. Eso sí, esta edición de Roland Garros marcará un antes y un después en la historia del certamen. No sé si por las pomposas lluvias, si por la ausencia de techo o la negación continua a tomar medidas modernas. No sé si es que la tierra batida se ve cada vez más como un ingr añejo o si es que Federer y Nadal están por encima del bien o el mal. No tengo ni idea. Solo sé que el desencanto de este mes de mayo no será malestar de un día. París tiene una semana para recuperar su magia. Sorpréndenos.

* Fernando Murciego es periodista.

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