"Volved a emprender veinte veces vuestra obra, pulidla sin cesar y volvedla a pulir". Nicolás Boileau
Son muchas las explicaciones que se han buscado en los últimos días respecto a las diferencias de rendimiento entre las selecciones europeas (más que del hemisferio norte) y las semifinalistas del Mundial.
Un buen punto de arranque es revisar, a partir de datos, el número de partidos disputados:
No son comparables los modelos de competiciones de clubes del hemisferio norte y el hemisferio sur; el Super Rugby no es una liga nacional como la Premiership (Inglaterra) o el Top 14 (Francia), las similitudes se podrían establecer respecto al Pro 12 (Liga Celta) -que disputan equipos irlandeses, escoceses, galeses e italianos- en la cual no hay ascensos ni descensos (igual que en el modelo de Sanzar).
Los campeones del Super Rugby 2015 (Highlanders) disputaron un total de 19 partidos de liga (incluyendo semifinales y final), el campeón del Top 14 disputó 29 partidos de competición nacional y los campeones del Pro 12 y Premiership disputaron 24 partidos cada uno. Todos los equipos de las tres grandes ligas disputan competiciones europeas (divididas en fase de grupos -6 partidos- cuartos de final, semifinales y final).
En la temporada 2015 todos los equipos del Top 14 contabilizaron un mínimo de 32 partidos de competición oficial; los equipos de Pro 12 y Premiership, un mínimo de 28 partidos de competición oficial (ignorando los datos de la LV Cup anglo-galesa) y los equipos del Super Rugby disputaron un mínimo de 16 partidos de competición oficial.
La diferencia de carga de partidos entre los internacionales europeos (incluyendo a los sudafricanos que juegan en Europa, Matt Giteau y Drew Mitchell) es considerable respecto a los neozelandeses (única selección semifinalista con todos sus efectivos jugando en su país), sudafricanos y australianos que compiten en el sur.
También se ha hecho referencia al calendario y a las condiciones climatológicas como factores determinantes en cuanto a las diferencias de estilo de juego y resultados de los equipos semifinalistas.
El Super Rugby 2015 (en el que Argentina no ha participado) comenzó en febrero (verano en el hemisferio sur) y terminó en julio (invierno). El estilo de juego de los equipos australianos y neozelandeses es el mismo bajo un sol radiante que bajo las copiosas precipitaciones que se suelen dar en invierno en ambos países.
La de Matt Giteau es una opinión autorizada: “Wherever you go, you take the weather with you. In the winter when the Six Nations is on, the ball’s a bit more greasy and it’s harder to shift. That’s why the game is played a bit tighter but when the ball is dry, you see those games when they are able and capable and they’re playing that fast brand”.
Dejando el clima a un lado, Giteau aporta una respuesta clave respecto a la situación del rugby en Francia: “There wasn’t so much a difference between what kids were taught as junior rugby players, but rather whether they were playing it, in a competitive sporting market. Most French kids are playing with a soccer ball”.
Giteau deja una pista clara sobre el tercer punto en cuestión, la sistemática importación de jugadores del Super Rugby (y Argentina) por parte de las ligas europeas. El flujo migratorio se produce en un solo sentido y tras el final del Mundial tendremos un nuevo ejemplo claro: Adam Ashley Cooper, Bismarck y Jannie du Plessis, Victor Matfield, Dan Carter, Ma’a Nonu, Conrad Smith, Colin Slade, Will Genia, Quade Cooper… Todos ellos desembarcarán en el Top 14 a cambio de unos salarios inimaginables en sus países de orígen. En la mayoría de los casos son jugadores en el ocaso de su carrera y habrá que ver cual es el rendimiento deportivo que van a aportar.
Lanzamos una pregunta al respecto: ¿cuál es la mejor liga del mundo, la que produce a los jugadores o la que los compra?
Si la respuesta es la segunda, ahí está una clave para muchos de los problemas de las selecciones europeas.
* Javier Señaris es analista de rugby.
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