Lo principal de todo, si hablamos de esperas, hay una que podemos ir borrando de nuestra lista: la del tiempo. El tenis se ha liberado de su recóndita guarida y ya ha colapsado nuestras vidas otra vez. «Qué alegría», pensamos todos desde que arrancase el torneo de Abu Dabi. «Otra vez la pesadilla», pensarían nuestras parejas. Diciembre se ha hecho eterno, como cada invierno, pero enero ya está aquí para sacarnos de la rutina, o más bien, para devolvernos a ella. Nuestra amada e imprescindible rutina. Con ella vuelven los astros y estrellas de la raqueta, las semanas con varios torneos a seguir, las madrugadas para disfrutar de tu jugador favorito y la multipantalla indispensable cómo herramienta de trabajo. Serán casi 50 semanas agotadoras pero que, como cada temporada, merecerán la pena. Y otra vez llegará diciembre y sentiremos: «Qué rápido pasó todo». Y volverá enero y gritaremos: «Bienvenido, 2017, ¡cómo te echaba de menos!». Una dulce travesía de necesidad para los que vivimos de esto. Para los que nos mantiene vivos. Pero no me enrollo más, vamos ya con los verdaderos protagonistas y lo que espero de ellos en este nuevo curso.
Ambición. Es el número uno y por tanto es al que más hay que exigirle. Estamos ante el mejor estudiante de la clase, incluso del centro educativo que conforma el tenis profesional. Alguien que es capaz de alcanzar trece finales en quince finales en dieciséis torneos, ganando once de ellos. ¿Podemos pedirle más todavía al serbio? Siempre se le puede pedir más, incluso él mismo lo dice: «La perfección no existe, pero hay perseguirla igualmente». Después de un 2015 lleno de éxitos, lo único que podemos esperar es que mantenga esa ambición y esa ansia de victoria, ese anhelo de ganarlo todo y de convertirse en el mejor del mundo. Si se lo propone realmente, podríamos ver un año casi idéntico al pasado.
Ilusión. Seguir jugando a los 34 años y seguir conquistando las grandes plazas es un orgullo del que pocos tenistas pueden presumir. Serena Williams es una de las que sí y, según vimos el calendario pasado, a veces lo hacía casi sin esfuerzo. Solamente Nueva York le impidió cerrar un círculo mágico que la hubiera llevado hasta los 22 Grand Slams, un bache quizá necesario para que no pierda la ilusión por comandar esa clasificación de un vestuario donde es la reina.
Esperanza. 156 semanas puede que en números incluso no parezca tanto, pero en la hoja de ruta de Roger Federer os puedo asegurar que resulta una eternidad. Han sido tres años de búsqueda, de fracasos, de decepciones, pero también de oportunidades, aunque cruelmente desaprovechadas. La llegada del 18 Grand Slam pinta a animal mitológico para el suizo, de esos que nunca llegaremos a ver. El reloj corre cada vez más deprisa y las opciones disminuyen a cada temporada, pero Roger persevera, cree en el milagro y sueña con ver ese futuro de color esperanza.
Permanencia. Lo más difícil ya está hecho, pensarán algunos. Pues no. Ver a una española como número tres del mundo es una delicia, no nos vamos a engañar, pero ya que hemos llegado hasta aquí, sería justo rematar la faena. Pelear por escalar hasta el pico de la sierra, o en su defecto, como plan menos ambicioso, mantenernos en la cumbre. Demostrar que lo sucedido no ha sido casualidad y que en Garbiñe hay madera de campeona para muchos años.
Renacimiento. Mejorar el 2015 suena tan fácil que mejor cambiamos el objetivo. Hablamos del mejor deportista español de la historia, no valen medias tintas. Un catorce veces campeón de Grand Slam no puede resignarse a seguir en el top10 o llegar a rondas finales en los grandes títulos. Tiene que pelear por ellos, tiene que ganarlos. No lo hará con el tenis exhibido en 2005, 2008, 2010 o 2013, aquello ya quedó en exclusiva para los libros, pero sí con un tenis distinto, adaptado a las nuevas generaciones y apoyándose siempre en su fortaleza mental para escapar de los problemas. Una seña de identidad que se desvaneció en la última gira y que necesita resurgir por el bien del español.
Determinación. Tal y como acabó el año, sería una pena que la explosión de la mayor de la Radwanska no culminara. Y digo explosión por decir algo, ya que la polaca siempre ha estado en la brecha en las últimas temporadas, lo que pasa que siempre acababa engullida por la misma. Superada por sus rivales o recogiendo esa bandeja de plata tan despreciable en el momento de la entrega de trofeos. Se acabó el ser una segundona o el ser una oponente ‘fácil’ para las grandes depredadoras del circuito. En Singapur ya se vio de qué material estaba hecha y se reafirmó que con otro tenis también es posible triunfar. Es justo esa determinación la que deberá emplear a partir de ahora para darle la vuelta a la situación.
Fortaleza. En todos los aspectos: física, tenística y mental. Aunque por orden de importancia, la primera es clave. En el deporte del siglo XXI no puedes competir de igual a igual sin estar bien preparado físicamente, si no eres capaz de aguantar un partido a cinco mangas o si tu cuerpo sufre un parón cada tres meses de competición. Es sencillamente imposible avanzar con dicho hándicap. Luego está su tenis, brillante, pero con tantísimas lagunas, al igual que el aspecto psicológico, tan dominante en algunas situaciones y tan descuidado en otras. Si estas tres puntas conectan y apuntan hacia la misma dirección, muy mal se le tiene que dar al japonés para no meterse entres los cuatro primeros y empezar a luchar por los Grand Slams.
Continuidad. Con esta chica todo va bien, tanto que lo mejor sería no tocar nadie. Su tenis fluye solo, su madurez avanza cada día y su sonrisa e inocencia enamora a todos por igual. Podemos estar ante una de las futuras reinas de la WTA si nadie lo discute gracias al trabajo diario bien hecho y a unos 18 años que casi no lo parecen. Que no la molesten, que no le pidan la Luna (al menos, no de un día para otro), que respeten sus inicios y disfruten a la vez de ellos. Esta chica no va a llegar. Esta chica ya está aquí.
Conexión. Año nuevo, vida nueva. Raonic deberá caminar en este 2016 alejado del hombre que le hizo alcanzar el cuarto escalón de la ATP: Ivan Ljubicic. Con la marcha del croata ha llegado Carlos Moyá, alguien que sabe lo que es mirar a todos por encima del hombro y que sabe lo que es ganar un Grand Slam. Además, como dice el canadiense, «una buena persona«, básico para que una nueva relación persona arranque con buen pie. Precisamente ese pie que le dio tantos problemas en 2015 es el que también debe hacer borrón y cuenta nueva para que Milos vuelva a causar pánico en el vestuario. Uno de los mejores saques del mundo y con más proyección entre los jóvenes. Si todos los cables conectan, podemos estar ante una máquina muy difícil de frenar.
Crecimiento. Supongo que con esa calidad es cuestión de tiempo que la estadounidense dé el salto en la tabla, pero tampoco negaremos que su 2015 nos supo a poco. Un gran inicio en Australia que se fue apagando con el paso de las semanas nos hizo hasta dudar de la valía de esta jugadora. Acabó pagándolo Lindsay Davenport, su entrenadora y asesora, a quien despidió al finalizar la temporada para buscar nuevos caminos. Con las vacaciones y el descanso las pilas ya están cargadas y una nueva oportunidad se abre para que Madison vuelva a sorprendernos sobre la pista. Pasito a pasito, volverá a convencernos.
Estabilidad. Si la cara es el espejo del alma, el tenis es el espejo de la vida. Según como juegues, así te va fuera de la pista. En otras palabras, si no tienes un vida tranquila, ordenada y equilibrada, es casi imposible que tus resultados sean eficaces en tu ejercicio. Dimitrov vio cómo sus dos guiones personales más estables se torcían hace unos meses (Roger Rasheed y Maria Sharapova) y aquello le hizo, no solo frenarse en su carrera profesional, sino que le obligó a dar varios pasos hacia atrás. Ahora todo es nuevo para él, aunque conoce bien el camino que debe seguir para lo bueno gane en la balanza a lo malo. En su mano está.
Liderazgo. Exnúmero uno del mundo y con dos Grand Slam en el bolsillo. ¿Qué le falta a Vika Azarenka para regresar a la élite? Ha pasado ya mucho tiempo de aquella lesión que le apartó de la primera página del tenis, tanto que ya nos queda muy lejos verle levantar por partida doble la gloria en Australia. La mala suerte y la dificultad en las cuadros le han impedido dar el salto definitivo al top10, de donde nunca pensamos verla salir. Eso sí, siempre dejando destellos del tenis que todavía posee. Ese liderazgo que le llevó a lo más alto en 2012 debería tornarse de nuevo en realidad para volver a disfrutar de una de las raquetas más carismáticas del tour.
Madurez. No os riáis, lo digo en serio. Sé que todavía son 20 años y que sin el circo que se ha montado a su alrededor, posiblemente Kyrgios no hubiera acaparado tantos focos como ha hecho. Pero él sabe, y la historia se lo puede mostrar, que en el tenis también se puede ser grande sin episodios polémicos ni disputas con sus rivales. Posiblemente lo más lamentable (insultos a Wawrinka) ya ha pasado y, aunque sea por la lupa que la ATP ha depositado sobre él, Nick ya no volverá a reincidir en este tipo de contiendas. Si con la parte más oscura de la personalidad ha logrado meterse en el top30, si sanea un poco su imagen nadie duda en que es carne de número uno del mundo.
Despertar. Quiero pensar que ha sido un paréntesis, excesivamente largo, sí, pero solo una desconexión de doce meses de duración en la que ‘Genie‘ Bouchard decidió que el tenis no era lo más importante en su vida. De verla jugar semifinales de Grand Slams pasamos a verla caer en primeras rondas y a casi situarla fuera de las 50 primeras espadas. Inestabilidad con su juego, con su equipo técnico, con las lesiones y con todos los medios de comunicación que ya la veían asaltando el top 5 mundial. En enero se acaban unas vacaciones que han sido demasiado extensas para la canadiense. Es momento de despertar y ponerse a trabajar.
* Fernando Murciego es periodista.
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