"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
‘Pero si no estoy muerto todavía’, se escuchó entre una multitud que aplaudía la inauguración de una estatua en Simostranda, Noruega. Sobre una plataforma rectangular se alzaba imponente la figura de un esquiador de bronce, con el rifle en la espalda y la sensación de que en cualquier momento podría saltarse el protocolo e iniciar el descenso colina abajo. El homenajeado era Ole Einar Bjørndalen, el “Rey del biatlón”, una leyenda viva que esta tarde volvió a hacer historia a muchos kilómetros de distancia de su país natal, consiguiendo su duodécima medalla en unos Juegos Olímpicos tras imponerse en la prueba de sprint del biatlón de Sochi para igualar así a su compatriota Bjørn Dæhlie e ingresar de pleno en el Hall of Fame de la mitología nórdica y olímpica.
Ole Einar nació el 27 de enero de 1974. El más joven de cinco hermanos, fue criado en una granja de Drammen, pequeña ciudad situada al sur de Oslo y, como él admitiría años más tarde, “en unas condiciones de pobreza y necesidad“. La situación familiar hizo que a una edad muy temprana comenzara a forjar un carácter independiente y reactivo ante la adversidad. El deporte se convirtió en su principal hobby y las condiciones climáticas hicieron el resto para que el más joven de los Bjørndalen se interesara por el esquí de fondo. A los diez años se unió a su hermanos Dag y Hans Anton en la práctica del biatlón y juntos intentaron emular a su ídolo de niñez, el biatleta alemán Mark Kirchner. Juntos formaron el “Team Bjørndalen”. Con doce años participó en su primera competición, formando parte del Club Simostranda y la experiencia le marcaría de por vida, dibujando un nuevo objetivo vital: ser campeón del mundo. Su ansia de victorias era tan grande que más tarde le apodarían “El caníbal”. En su empeño por conseguir su meta abandonó el hogar familiar para ingresar en la academia deportiva Geilo donde tuvo que elegir entre especializarse en esquí de fondo o combinarlo con el tiro con carabina. Ole Einar eligió lo segundo, aunque siempre, hasta día de hoy, el esquí de fondo ha sido su punto fuerte y diferencial cuando compite en biatlón. “Siempre lucho por vencer. Hay gente que a veces es mejor que tú y hay que aceptar que son mejores, pero básicamente yo siempre quiero ganar. Perder no es agradable”. Esta era la filosofía de Bjørndalen.
Su primera participación olímpica tuvo lugar en su casa, en Lillehammer’94. Bjørndalen llegaba a los Juegos como una promesa en ciernes que el año anterior había causado sensación en el campeonato del mundo junior de biatlón, haciéndose con los tres oros en juego. Con 20 años recién cumplidos, su mejor resultado fue un séptimo puesto en la prueba de relevos y un vigésimo octavo lugar en la prueba de sprint individual. Su punto débil continuaba siendo el tiro y trabajaba sin descanso para pulir lo que él consideraba su gran problema para escalar posiciones en la clasificación. Año a año sus resultados mejoraban, sobre todo en sprint, donde se volvió un habitual del top 10 de la especialidad. Con 24 años comenzó su idilio con el oro blanco. Consiguió su primer triunfo en la Copa del Mundo de los seis que lustrarían su carrera y participó en sus segundos Juegos, esta vez en Nagano. En la localidad japonesa se proclamó campeón olímpico de 10 kilómetros sprint y subcampeón en la prueba de relevos. Bjørndalen comenzaba a hacerse un hombre, y un nombre también. Las medallas en los campeonatos del mundo comenzaron a poblar sus vitrinas hasta conseguir, a día de hoy, 39 metales, de los cuales casi la mitad, 18, son de oro. A ellos se une un récord que parece muy difícil de superar, sus 99 triunfos en las pruebas de copa del mundo.
Fue en los Juegos Olímpicos de Salt Lake City en 2002 cuando Ole Einar Bjørndalen se coronó definitivamente como el rey del biatlón y entró en la leyenda. El noruego venció en las cuatro pruebas (individual, sprint, persecución y relevos) convirtiéndose en el tercer atleta que conseguía al menos cuatro oros en unos mismos Juegos, uniéndose a los patinadores de velocidad Lydia Skoblikova (URSS) y Eric Heiden (USA), que lo consiguieron en 1964 y 1980 respectivamente. Los triunfos seguían llegando en cada competición en la que Bjørndalen participaba, siendo el rival a batir. Su gran superioridad en el esquí de fondo le llevaba en volandas al triunfo, solamente amenazado por un descalabro en el tiro. “Sé que puedo esquiar rápido, pero también puedo disparar más rápido y mejor. Siempre existe la posibilidad de mejorar”, llegó a afirmar. Amante del deporte, el noruego combinaba el biatlón con esporádicas participaciones en medias maratones e incluso en torneos de voleibol. Con 35 años, en 2009, consiguió cuatro oros en los campeonatos del mundo de Pyeongchang y empezó a darle vueltas a la idea de la retirada. Con los Juegos Olímpicos de Vancouver a la vuelta de la esquina, desechó la idea y se hizo con dos metales más, un oro y una plata, llegando a las 11 medallas olímpicas en toda su carrera (seis oros, cuatro platas y un bronce), solamente a una de igualar a otro mito olímpico como Bjørn Dæhlie.
Los rivales de Bjørndalen coinciden en destacar la fortaleza física y psicológica del noruego, que siempre ha llevado una vida modélica, sin excesos, cuidándose al máximo antes de cada competición, siempre en el peso ideal y permitiéndose el lujo de beber alcohol sólo para hacer gárgaras con coñac cada mañana y mantener su cuerpo fuera del alcance invasivo de virus y bacterias. Con el objetivo en mente del récord de medallas olímpicas, Bjørndalen volvió a dejar su retirada en suspenso y se centró en el lejano Sochi, dosificándose en sus competiciones para llegar puntual a su cita con el destino, aunque varias lesiones parecían empeñadas en llevar al traste su objetivo. La tarde del sábado, con 40 años recién cumplidos, Ole Einar se deslizó por la nieve con la medalla de oro en el objetivo de su carabina y sus sueños congelados en el tiempo que duró la prueba de 10km de sprint. Triunfador, el noruego se convierte junto a Dæhlie, en el deportista más laureado en unos Juegos Olímpicos de invierno. Aún quedan balas para superar su marca y sobre todo, aún queda nieve, que acompañará a Bjørndalen el día que se retire a su púlpito de bronce, y vea a lo lejos, las montañas y su vida, coronando su cima, para luego descender lentamente camino de la eternidad.
PD: El miércoles 19 de febrero, Bjørdalen conquistó su 13ª medalla olímpica, al ganar el oro en el relvo 4×5 Kilómetros mixtos. Su palmarés actual es de 8 oros, 4 platas y un bronce.
* Sergio Pinto es periodista.
– Fotos: 2014 XXII Winter Olympic Games
©2024 Blog fútbol. Blog deporte | Análisis deportivo. Análisis fútbol
Aviso legal