"La clave del éxito no es jugar como un gran equipo, sino jugar como si el equipo fuera una familia". Stephen Curry
En un entorno hostil, solo aquellos capaces de adaptarse al medio saldrán victoriosos. Se había dicho que la lluvia había mermado seriamente los peligros que entrañaba el Merion Golf Club, donde esta semana se disputa el US Open, que el examen de golf definitivo por el que suele caracterizarse este evento sería mediocre, transformado en un festival de birdies descontrolado. Pero solo hicieran falta veinticuatro horas de sol para que la bestia comenzara a enseñar sus garras. Las calles comenzaron a hacerse más pequeñas, los greenes más fuertes y los mejores jugadores del mundo empezaron a comprobar, en estado de shock, cómo un campeonato de golf se convertía en una batalla por la supervivencia.
Muchos se dieron cuenta demasiado tarde. Un golpe descentrado allí, otro pesado por allá y una tarjeta estropeada para el resto del día. No hay margen de error en las condiciones en las que se encuentra este campo y solo existe un método para salir airoso de la contienda: esquivar a la bestia. Si les toca pueden darse por perdidos. Un hombre que nadie esperaba entendió perfectamente las circunstancias desde su primer hoyo y emprendió el mismo plan de ataque que Ben Hogan planteó en 1950, cuando se alzó vencedor de este mismo torneo en este mismo escenario. Coger la calle, tirar desde la hierba segada al ras y dejar la bola en el green. Siguiendo estas sencillas instrucciones es fácil no salir herido, pero por evidentes que parezcan, nadie había conseguido seguirlas en los últimos quince años como lo hizo ayer Billy Horschel.
No se le esperaba porque solo ha conseguido ganar una vez en el circuito americano, hace apenas un mes, y a pesar de sus constantes participaciones entre los diez primeros a lo largo de 2013 no parecía preparado para las grandes citas. No para un US Open. Un chico aparecido de la nada cogió cada uno de los greenes en regulación de Merion y solo falló dos calles, en lo que más que una vuelta de golf parecía el diseño de una estrategia perfecta de un combate, el camino idílico hacia la victoria. Cuatro birdies y un bogey después, entregó una tarjeta con 67 impactos, la mejor del día, y se situó como líder de la competición con un acumulado de menos uno. Sí, menos uno. Solo él y otro jugador consiguen habitar bajo par.
Poco tienen en común el joven Billy y el veterano Mickelson. Mientras uno se ha mostrado como un hombre de costumbres, fiel a seguir ciertos patrones a lo largo de la competición, el otro representa el atrevimiento y el alto voltaje en un campo que ya de por sí está cargado de electricidad. La relación entre Phil y Merion está resultando explosiva y está grabando en la memoria de los espectadores algunos momentos que no podrían escribirse en ningún guión, solo capaces de existir a través de la mente de este zurdo. Una salida que termina un bunker, con un talud que se alza imponente ante los ojos, mientras Mickelson coge un hierro medio de su bolsa y dibuja un vuelo en el aire que se abre ligeramente de derecha a izquierda. Los hoyos parecían túneles cuando pegaba sus golpes a green y sus oportunidades de birdie se sucedían con la naturalidad de quien pide el menú del día en un restaurante. Sin embargo, cuando se trató de patear, nunca encontró el camino adecuado hasta el agujero.
El golf es un deporte caprichoso en ocasiones y a pesar de que nadie ejecutó golpes tan perfectos como los suyos, no fue ni mucho menos el que mejor resultado obtuvo en esta segunda jornada. Steve Stricker y Justin Rose, siguiendo un plan de ataque más similar al de Horschel, consiguieron recortarle un golpe al recorrido y se han situado en tercera posición del US Open, con un acumulado de par. Luke Donald, que ya ha sido número uno del mundo, se unió a ellos a pesar de finalizar con 72 impactos, mientras que Ian Poulter, el héroe de Medinah, cuenta con la opción de superarles todavía con cuatro hoyos por jugar.
Solo la noche consiguió frenar al rey del match play, invencible en el uno contra uno pero todavía vulnerable cuando se trata de jugar contra un recorrido, y no otro hombre. Fue su gran objetivo tras disputar la última Ryder Cup: trasladar toda esa tensión que provocaba en sus rivales al juego por golpes, hacer que vieran su nombre en la clasificación y comenzaran a temblar del mismo modo que si le tuvieran enfrente. Ian busca con insistencia esta semana su primer gran torneo y puede que si llega con opciones al domingo consiga de verdad convertir toda esta competición en un asunto personal.
Es también la esperanza que guardan Tiger Woods y Rory McIlroy. El número uno y dos del mundo son decimoséptimos con mas tres, pero como bien ha demostrado Merion hasta ahora, pueden estar mucho más cerca del liderato de lo que parece. Todos estos hombres caminan sobre una cuerda finísima, en la que los detalles pueden determinar si terminan cayendo al vacío o aguantan unos segundos más. Esta historia no es nueva y suele repetirse cada año por estas fechas. A comienzos del siglo XX, Bobby Jones la resumió así: “Nunca nadie gana el Abierto Nacional. Simplemente hay alguien que lo pierde”. Solo sobreviven los más fuertes.
* Enrique Soto.
– Foto: Michael Madrid (USA Today)
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