"Cada acto de aprendizaje consciente requiere la voluntad de sufrir una lesión en la propia autoestima". Thomas Szasz
No son muchos los que pueden levantar la mano, alzar la voz y mostrar con sus dedos las veces que han conquistado el mundo. Javier Gómez Noya (Basilea, 1983) criado en Ferrol y curtido en Castroforte de Baralla, ciudad inventada por Torrente Ballester que bien podría ser Pontevedra, tiene en sus manos, y en sus piernas y, sobre todo, en su cabeza cinco entorchados mundiales. Pulgar, índice, anular, meñique y corazón. Un corazón que a punto estuvo de implosionar su sueño entre valvulopatías aórticas y diagnósticos temerosos. Fue allí, en aquellos días de borrascas ancladas en las Rías Baixas, donde se fraguó el triatleta más laureado de la historia.
Como el Django Desencadenado de Tarantino pero sin balas de por medio, buscó abolir su particular esclavitud deportiva. Corrió y corrió. Y nadó. Y pedaleó para demostrar que nada podía pararle. Que su salud era de hierro. Y que su talento le permitía reinventarse. Así, a pulso, sin bajar los brazos, fue consiguiendo victorias. Algunas tan nimias como poder estar en una línea de salida; otras tan colosales como cruzar primero la meta de Hyde Park para lograr su tercer mundial. Ahora, con el quinto bajo el brazo y un horizonte lleno de retos nos acerca su epopeya, (A Pulso, Ed. Córner), en un relato trufado de intrigas y desengaños, victorias y alguna que otra catarsis. Con ustedes Javier Gómez Noya, un hombre cuya definición gráfica sería un verbo: resistir. Solo así se gana.
Pregunta.- Basilea, Roger Federer y los hermanos Brownlee. ¿Qué le sugiere esa combinación?
Respuesta.- Nací en Basilea, al igual que Roger Federer, aunque yo me vine muy pronto a Galicia. Y lo de los hermanos Brownlee supongo que lo dice porque en su libro (Swim. Bike. Run.) aseguran que soy el Roger Federer del triatlón. No está nada mal. Es un orgullo que puedan decir eso de ti.
P.- Fue precisamente en Galicia donde empezó a tocar la guitarra. ¿Cuáles son sus bandas de rock favoritas?
R.- Todo llegó a través de mi hermano. Siempre ha habido guitarras en mi casa. Él toca la guitarra genial, yo soy un paquete. Disfruto mucho tocando con él e incluso he tocado con su banda o con algún amigo. Entre mis favoritos están los grandes grupos de rock, como AC/DC, Iron Maiden e incluso algunos grupos españoles. Me gusta escucharlos y siempre llevo música conmigo. A veces incluso como motivación antes de las carreras o simplemente para estar a mi aire me pongo un buen tema de rock.
P.- Habla su paisano Manuel Jabois del frío y la soledad que pasa uno en la cumbre refiriéndose a todo lo que se ha encontrado usted a lo largo de su carrera. No es mala metáfora, supongo.
R.- Ha sido un camino muy tortuoso y complicado. Quizá en su momento no le daba el suficiente valor o la importancia de lo que estaba haciendo. Estaba concentrado en la lucha y en superar los obstáculos que me encontraba. Ahora cuando miro atrás pienso ¿cómo puedo haber llegado hasta aquí? Más que nada por los obstáculos que he tenido que superar fuera del deporte, eso lo complicó todo. Si ya cuesta llegar a la élite, imagínate si te ponen piedras por el camino.
P.- Esas piedras tuvieron forma de sanción. Algo así como una batalla científica y política sobre su salud. ¿Pensó que había una mano negra detrás de aquellos vetos?
R.- Sí, clarísimamente. A nivel científico o médico, que era lo más importante, había varios especialistas que daban su opinión conforme a su criterio, y ahí no veo ninguna mano negra. Pero a nivel burocrático sí que se complicó mucho y me sentí perseguido de forma injusta. Yo solo estaba luchando por mi derecho a competir y no se nos daba ni siquiera la oportunidad de explicarnos y dar la visión de los médicos que me estaban siguiendo.
P.- ¿Creció un cierto rencor en usted que alimentó su motivación para convertirse en lo que es hoy?
R.- Por mi carácter, no soy rencoroso. Gente de mi entorno se sorprendían de cómo reaccionaba. No se explican cómo me puedo morder la lengua aún a día de hoy. Simplemente trato de canalizarlo siempre al lado positivo y esos momentos duros me han servido para ser mejor persona y mejor deportista. Cuando superas cualquier problema importante en la vida generalmente te hace mejor, más duro. Es que llegué a valorar estar en una línea de salida, simplemente poder competir.
P.- Sin aquella sanción, ¿habría usted conseguido cinco mundiales?
R.- Muchas veces me lo he planteado, y es posible que no. De joven tenía un nivel muy alto, en categoría júnior podía haber ganado varios mundiales, podría haber sido muy bueno, pero no me dejaban competir y no lo podía demostrar. Tal vez entonces me hubiera acomodado y no hubiera sido capaz de luchar tanto después.
P.- ¿Nunca tuvo un momento de duda? ¿Nunca pensó que quizá se tendría que dedicar a otra actividad profesional?
R.- Con mi salud nunca tuve dudas. Me vieron especialistas a nivel internacional, viajé hasta Londres para tratarme, porque para mi el tema médico era lo primordial y lo estudiamos mucho. Pero sí que tuve dudas, por supuesto, con llegar a ser triatleta. No tenía nada claro que el veto que me impusieron se fuera a levantar alguna vez. Hubo momentos en que la situación con el Consejo Superior de Deportes y Federación Española estaba muy bloqueada. No se veía una salida.
P.- Incluso en esa situación Iván Raña le señaló como el próximo dominador del triatlón. Sabía de lo que hablaba.
R.- Siempre diré que mi suerte fue que Iván viviera a 50 km de mi casa. Es un gran deportista y es un tipo muy inteligente. Ha visto muchos deportistas y por su carácter siempre se prestó a ayudarme, a enseñarme. Era un adolescente y me estaba entrenando con el campeón del mundo. Él también se beneficiaba de mis ganas, de mi ímpetu, de mi curiosidad por quererlo saber todo, pero obviamente mayor fue mi beneficio. Tuve mucha suerte.
P.- ¿Teme que con Mario Mola pueda pasar lo que ocurrió entre usted e Iván Raña y su relación se pueda deteriorar ahora que en la pista son rivales?
R.- Puede ser una situación parecida. Iván era el que mandaba, el número uno y yo era el aspirante. Con Mario ha pasado un poco lo mismo, porque yo ya estaba en la élite cuando él comenzaba a aparecer en júnior. Mario ya tenía entonces muy buenos resultados. En ambos casos el respeto es lo más importante y es lo que siempre ha prevalecido. Con Iván soy amigo desde hace mucho tiempo, y parece que ahora se quiere crear esa rivalidad con Mario, pero te confesaré que el día antes del triatlón de Chicago, en el que consigo mi quinto mundial, yo salgo a entrenar media hora con Mola, que va a ser mi rival al día siguiente.
P.- Con Greg Bennet no sé si habrá salido a entrenar, pero al principio no le caía nada bien.
R.- (Ríe) Nos llevamos muy bien. Es cierto que él pensó que si yo le caía mal sería más fácil enfrentarse a mi y encontraría más motivaciones para derrotarme. Se hizo una idea de mi como si fuera una persona arrogante o egocéntrica. Cuando me encontré con él por primera vez le dije que tenía muchas ganas de conocerle y le felicité por su triunfo en una prueba en los EE.UU. Estuvimos hablando diez minutos y después de aquello su teoría sobre mí se vino abajo. Más tarde él me confesó que pensaba que era de otra manera. Me alegra mucho que se haya brindado a contarlo en el libro.
P.- ¿Se ve reflejado en esa escena entonces?
R.- Con Mario Mola al principio me pasó algo parecido, aunque yo ya le conocía. Pero es que luego es tan buen chaval que dices: pero cómo no me voy a llevar bien con este tío… Vamos a ser rivales en la competición, pero ¿por qué no nos vamos a llevar bien fuera? Utilizas ese mecanismo de defensa cuando llega a la élite algún chico joven que viene de ganar en júnior. De entrada tiende a no gustarte ese rival, aunque luego termines llevándote genial con él.
P.- Usted ha ganado mucho, pero me gustaría conocer el otro lado, esas horas posteriores a una derrota, cuando se apagan los focos y se queda solo. ¿Cómo fue ese momento, por ejemplo, en el Campeonato de Europa de Pontevedra 2011?
R.- Fue un momento muy duro. No sé si el peor. Ese campeonato de Europa era para mí el objetivo del año, suponía competir en casa, con mucho público, amigos y familiares allí. Fue una gran decepción, sí. Crucé la línea de meta muy decepcionado. La crucé gracias a Iván Raña que me animó a que lo hiciera con palabras de ánimo cuando estaba perdido en la carrera. Pensé que después de aquello todo sería un desastre, que la gente no estaría satisfecha con mi rendimiento. Entonces ocurrió todo lo contrario. Recibí una gran ovación del público y eso me animó. Me sirvió para darme cuenta de que habían valorado mi esfuerzo, que apreciaban no esa carrera sino todo lo que había hecho anteriormente, y el esfuerzo que había hecho para terminar aquella carrera pese a las circunstancias. Aquello me ayudó a reflexionar, fue un golpe duro que me ayudó a crecer una vez más y hacerme más fuerte.
P.- ¿Y cuál diría que ha sido el momento más duro de su carrera? ¿Pekín 2008?
R.- No. Los años de sanción y veto, sin duda. Lo de Pekín es algo puramente deportivo. Cualquier deportista tiene decepciones. Allí corrí lesionado, no me salió la carrera que yo quería, fue una gran decepción, pero es algo que entra dentro de las posibilidades. Lo otro fue algo extradeportivo y sufrí mucho más por eso que por la medalla de chocolate de Pekín.
P.- Hablemos de los hermanos Brownlee. ¿Estamos, quizás, ante la mayor rivalidad de la historia del triatlón?
R.- Una de las mayores, sí. A lo largo de la historia del triatlón ha habido grandes rivalidades. La pondría a la altura de las batallas de Mark Allen y Dave Scott en el Ironman o la de Iván Raña con Peter Robertson, que se disputaron varios mundiales de triatlón. Quizá esta sea más peculiar porque los Brownlee son dos hermanos, yo soy solo uno. Y la verdad es que son rivales muy duros, son unos grandes triatletas.
P.- ¿Cómo ha influido la irrupción de estos dos británicos en su manera de correr?
R.- He tenido que adaptarme a ellos. Sobre todo cuando Allistair apareció en 2009, cuando coincidió con que yo salía de una lesión. Lo conocía de su época júnior donde había conseguido grandes resultados. En sus inicios en la élite consiguió victorias rápido. Recuerdo la primera carrera en Madrid, donde ya competimos cara a cara. El ganó; yo fui tercero, pero salía de una lesión, sabía que no había estado a mi mejor nivel y pensé que podría ganarle en el futuro. En la siguiente carrera, en Washington estuve un poco más cerca de él, pero tampoco le pude ganar. Esa temporada solo conseguí ganarle en una ocasión, en el Europeo. Entonces me dí cuenta de que estaba llegando una generación nueva y si quería seguir estando en lo más alto tenía que mirar a estos y no a los Docherty, Whitfield, que eran grandes atletas, pero ya en su madurez deportiva. Tenía que ponerme las pilas con lo que venía por detrás.
P.- ¿Se ha tenido que reinventar, por tanto, para minimizar sus puntos débiles?
R.- Me puse a estudiarlos, a analizarlos hasta el milímetro para saber cómo funcionaban. Cuando los analizas te das cuenta que apenas tienen puntos débiles. Son muy completos en las tres disciplinas y por eso he tenido que cambiar algunas cosas en las formas de entrenar para competir contra ellos.
El problema es que son rivales con unas características muy similares a las mías y sus puntos fuertes son también los míos, al igual que los débiles. Así cuesta más identificar los momentos para atacar y los momentos en que el rival puede flojear. Si eres un gran corredor y tu rival también, todo se hace más complicado.
P.- Uno de los aspectos que más ha mejorado ha sido ese rush final que le ha dado tantas victorias. Esos sprints son ya prácticamente una imagen de marca de las Series Mundiales de triatlón.
R.- Cuando afrontas un sprint después de dos horas de carrera lo que menos piensas es en ganar. Vas muerto. La experiencia te hace ver que el otro va igual, porque si no ya hubiera atacado antes y se habría ido. Al final es un poco de juego psicológico, apretar los dientes, tener confianza en ti mismo. De hecho, he perdido muchos sprints, he perdido más sprints de los que he ganado, lo que ocurre es que los que he ganado han sido claves y encima ante mis principales rivales: Allistair, Mola y Jonathan. Ellos también me han ganado alguno, ¡eh! Hasta cierto momento el sprint había sido uno de mis puntos débiles y he sido capaz de mejorarlo, de ganar esa confianza. Ahí la cabeza es fundamental. En momentos tan apurados, el que aguanta más mentalmente es el que se lleva la victoria.
P.- ¿Qué papel juega la estrategia en el triatlón?
R.- El triatlón tiene una parte muy importante de estrategia. Las carreras se preparan minuciosamente. Es algo que va más allá del físico. Es fundamental saber actuar en carrera, saber tomar decisiones a pulsaciones muy altas y esas decisiones te pueden llevar al éxito o al fracaso. Si hay que salir a un ataque, si hay que reservar fuerzas o si hay que acelerar el ritmo. A los Brownlee les conozco muy bien, conozco su forma de correr y ellos la mía. Tratas de sorprender, de jugar al despiste y cogerles desprevenido pero es complicado. Hay que poner cara de póker muchas veces.
P.- A lo largo de su carrera ha pasado de dominar con puño de hierro a competir con rivales cada vez más jóvenes que usted que le han puesto en apuros. ¿Qué ha aprendido tras ganar cinco mundiales?
R.- (Resopla y deja pasar unos segundos) Aprendes a conocerte a ti mismo, al llevar tu cuerpo al límite en tantas ocasiones, al verte en tantas situaciones de presión te ayuda a dominar los nervios. También aprendes a valorar las cosas importantes que habitualmente son las cosas que están fuera del deporte. Y en mi caso hay que saber tener los pies en el suelo, porque he sido cinco veces campeón del mundo de algo que se llama triatlón, pero eso ni te hace mejor ni peor. Hay que valorarlo en su justa medida, tengo la suerte de poder hacer mi trabajo bien y que no se me suba a la cabeza.
P.- No se mira al espejo entonces y se dice aquello de soy el mejor triatleta de todos los tiempos.
R.- (Ríe). No, no. Es algo muy subjetivo de valorar. Aquellos a los que les guste más el Ironman dirán que es Mark Allen, que ha ganado siete veces el Ironman de Háwai. Los que piensan que la Fórmula 1 del triatlón es la distancia olímpica podrán pensar que soy yo. Solo el hecho de que me hagan esta pregunta ya me sitúa en un nivel impresionante; que se me pueda considerar como uno de los mejores de la historia es una pasada.
P.- Y todavía le queda cuerda por delante. Por lo pronto, 2016 es año olímpico, la medalla de oro supongo que ya aparece en el horizonte, pero un sexto mundial también suena tentador.
R.- Hay que dar prioridades. Mi objetivo el año que viene van a ser los JJ. OO. de Río 2016. Mi preparación va a ir enfocada a Río, ahora mismo tengo cinco mundiales y estoy muy orgulloso. El sexto sería una pasada. Pero mi preparación desde que empiece a entrenar en diciembre hasta agosto va a estar enfocada a esa carrera, a tener un pico de forma ahí, ir subiendo poco a poco, y entre medias haré alguna prueba del mundial como test, para irme probando. No puedes llegar a Río sin haberte visto en competición y acumular kilómetros. La clave será no llegar pasado de kilómetros.
P.- De hecho, ya conoce el circuito de Rio y sabe lo que es ganar allí.
R.- Cierto. Competimos en la prueba test en agosto. Pese a ser invierno, en Río hacía un calor y una humedad importantes. Es curioso, cuando era joven eran unas condiciones en las que sufría y a veces tenía problemas. Ahora supongo que me he ido endureciendo con la edad. Ahora los rivales más jóvenes, aún siendo muy rápidos, lo pagan un poco más. Lo cierto es que me sentí muy a gusto en esa carrera. Fue una carrera lenta, dura, de deshidratación. Al final pude ganar y ojalá tenga esas mismas sensaciones o mejores el año que viene.
P.- ¿Se adapta bien a sus características? ¿Es suficientemente exigente como para marcar diferencias?
R.- El circuito me gustó. La natación es complicada, sobre todo la salida desde la playa, y además no se pueden predecir las condiciones que habrá ese día porque en el mar puede haber olas, más o menos viento… En la bicicleta hay un repecho corto, pero duro; será difícil romper ahí la carrera, pero ese repecho se termina acumulando en las piernas. La carrera a pie sí me hubiera gustado que hubiera sido más dura, porque es por Copacabana, totalmente plana. La sensación es que será una carrera lenta y que terminaremos muy, muy cansados.
P.- O sea, que nos olvidamos de bajar de los 29 minutos en la carrera a pie, un muro que algunos de sus rivales ya han rebasado.
R.- Si las condiciones son las mismas que en agosto de 2015, yo creo que sí. Va a ser una carrera de supervivencia y aguante.
P-. En esas condiciones, ¿le gustaría llevar algún gregario a Río 2016?
R.- Yo critiqué esa estrategia que se utilizó en Atenas 2004 y que me dejó fuera. Creo que se puede plantear alguien que ayude en carrera en un momento dado, pero a los JJ. OO. tienen que ir los tres mejores. Una vez la Selección esté hecha se puede plantear que se trabaje para alguien o no. Escoger un gregario que no se lo haya ganado en competición o que no esté al nivel de los demás simplemente porque va a ayudarnos a alguno de nosotros no lo contemplo, además es muy difícil controlar una carrera así con un solo deportista, tienes que ser muy bueno en natación o en la bici y eso ahora mismo no lo hay en España. Creo que Mario y yo tenemos la plaza asegurada, así que soy de la opción que el tercer hombre que vaya sea el que se lo gane. Porque seguramente si me ayuda a mi va a perjudicar a Mario y viceversa.
P.- Los Brownlee sí suelen utilizar la figura de corredores gregarios, incluso con triatletas que no son británicos.
R.- Sí, es cierto. Lo que ocurre es que los hermanos Brownlee tienen unas características muy similares. Y eso no ocurre con Mario y conmigo. Mario es un gran nadador, pero yo suelo salir del agua antes que él, luego hay que compensar esa ventaja y en el tramo a pie él es muy rápido. Ahora mismo los dos tenemos opciones de medalla y llevar un gregario nos perjudicaría a alguno de los dos por este motivo.
P-. ¿Le gustaría ser abanderado en Río de Janeiro?
R-. No me lo he planteado. Es algo que tampoco depende de mí. Posiblemente por palmarés olímpico haya alguno mejor que yo. Al final se miran esos méritos.
P-. Usted ya ha participado en dos JJ. OO. ¿Las sensaciones previas a la carrera son distintas a cuando se participa en las Series Mundiales o el Campeonato de Europa?
R.- Al final estamos tan metidos en la competición que piensas en los JJ. OO. como la carrera de Río, visualizando el circuito, los rivales, no pienso en todo lo que hay alrededor que es muchísimo. También hay que tenerlo en cuenta porque cuando llegas allí te das cuenta del monstruo que son los JJ. OO., te das cuenta que no es una carrera normal. Cuando estás en la línea de salida es igual que el resto de carreras. Estás ante un circuito que conoces y la cara de los rivales también te suena.
P.- ¿Con la medalla de oro al cuello será más fácil poder ganar el Premio Princesa de Asturias?
R.- Si consigo el oro, lo que menos me va a importar son los premios que puedan llegar luego. Son cuestiones que se me plantean muchas veces, pero al final las decisiones que dependen de un jurado son subjetivas. No sé muy bien cuáles son los criterios, las bases o qué es lo que se valora. Hay gente que ha dominado sus deportes durante muchos años y no lo han conseguido. Si alguna vez se valoran mis resultados en ese sentido, perfecto.
P.- ¿Se ha sentido habitualmente más valorado fuera que dentro de España?
R.- A veces sí. Que mis rivales me respeten y valoren lo que hago es fundamental. Cuando salgo a correr siempre quiero ganar, luchar al máximo y ser muy agresivo, pero una vez que cruzas la línea de meta tienes que tener respeto por el que llega segundo o por el que te ha ganado. Aunque no estés contento porque acabas de ser derrotado, pero hay que valorar el esfuerzo que ha hecho, lo mucho que ha trabajado para estar ahí.
P.- ¿Será el Ironman el siguiente reto en tu carrera deportiva?
R.- Sí, es una posibilidad grande. Después de Río lo pensaré en firme. Hay días en que me levanto con ganas de probar cosas nuevas y pasarme a la larga distancia, pero por otra parte como me sigo viendo competitivo y disfruto tanto en la distancia olímpica también pienso que podría tirar todavía cuatro años más.
P.- Por último, cuéntenos: ¿qué tiene Nueva Zelanda para usted? ¿Es como su segunda casa?
R.- Es un lugar lejano, pero me ha dado mucho. La primera vez que hice un viaje largo fue allí, en 2003, en mi primer mundial sub-23. Lo gané siendo júnior de primer año y me enamoró el país porque es espectacular. En Auckland, en las Series Mundiales, he competido cuatro veces y he ganado tres, la otra hice segundo. Siempre se me ha dado muy bien. Y sí, me he echado una novia que es de allí y ahora habrá que aprovechar para ir allí, porque si no ella no ve mucho a su familia el resto del año.
* Emmanuel Ramiro es periodista.
– En estas fechas se publica el libro “A pulso. La historia de superación de Javier Gómez Noya“, escrito por Paulo Alonso Lois y Antón Bruquetas (Ed. Córner).
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